Al comienzo de su primera reunión, esta veintena de hombres y mujeres que compartían el objetivo de trazar estrategias conjuntas contra el sida en Mozambique apenas se cruzaban desconfiadas miradas.
De un lado de la mesa había médicos, enfermeras y consejeros. Del otro, sanadores tradicionales, algunos procedentes de zonas rurales. La iniciativa de la reunión correspondió a la filial mozambiqueña de la Cruz Roja.
La necesidad de este debate era apremiante en un país donde ciertas prácticas tradicionales que degradan a las mujeres contribuyen a la transmisión del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) en la población femenina.
Sin embargo, la atmósfera de la reunión en Maputo distó mucho de ser relajada.
Nadie quería romper el hielo, a excepción de Amelia Macaringue, la facilitadora de la Cruz Roja de Mozambique.
Macaringue formuló preguntas duras a los asistentes: ¿Cómo pueden trabajar juntos para prevenir la expansión del VIH? ¿Creen que pueden acordar un plan de acción? ¿Qué dificultades piensan que van a afrontar en el trabajo conjunto y cómo pueden ser solucionadas?
El curandero Aurelio Morasse respondió: "Yo también he recibido educación. Antes era profesor, de manera que sé de qué estoy hablando. Hay enfermedades que sólo un sanador tradicional puede curar, pero ustedes —dijo, señalando a los médicos— no nos remiten a los pacientes."
"Sabemos cómo curar a la gente de los espíritus malignos y de las enfermedades infecciosas. Quién sabe, quizás podamos desarrollar la cura para el sida", agregó.
Del otro lado de la mesa, la médica Madelena Anapenje, replicó: "Pero ustedes están transmitiendo el VIH al usar las mismas cuchillas de afeitar para diferentes personas. ¿Y cómo podríamos remitirles pacientes, si no sabemos qué hacen? Ustedes mantienen sus prácticas en secreto."
Esta histórica reunión, realizado a principios de diciembre, se realizó luego de años de trabajo de la Cruz Roja con los curanderos, precisamente en prevención del VIH, a través de talleres sobre prácticas seguras.
A pesar de estos esfuerzos y de otros, Mozambique aún no ha logrado contener la expansión del sida. Cerca de 600 personas se infectan diariamente, la mayoría de ellas menores de 24 años. La prevalencia entre los 15 y los 59 años es de 16,2 por ciento, una de las más altas del mundo.
La epidemia causa efectos devastadores que Mozambique, como país pobre, no puede resolver. La red de salud pública es una de las más débiles de África subsahariana. Cerca de la mitad de la población no tiene acceso a sus servicios. Los 600 médicos con que cuenta todo este país concentran sus actividades en Maputo.
Macaringue dijo que, como mucha gente recurre a los curanderos para ser sanada, ellos pueden colaborar, especialmente si se les brindan más oportunidades de trabajar con los médicos.
"Los sanadores tradicionales tienen una gran influencia en las comunidades. Son los proveedores de servicios de salud más populares, tanto en las zonas rurales como en las ciudades. La gente no debe concentrar su atención en sus prácticas negativas", agregó la facilitadora.
Pero Macaringue admitió que algunas de sus prácticas contribuyen a la expansión del VIH-SIDA. El "rito de la purificación" recomendado por los curanderos cuando muere una persona incluye un acto sexual sin protección entre un hombre y una mujer familiares del fallecido.
En algunos poblados, los curanderos les advierten a sus seguidores que si no cumplen el rito o utilizan preservativo al celebrarlo, el resto de los miembros de la familia morirá.
Una mujer de 31 años que vive en la localidad rural de Chokwe, en la provincia sureña de Gaza, dijo a IPS que se negó cumplir con el rito de purificación después de la muerte de su esposo. Desde entonces sufrió una tremenda presión familiar.
"Cuando mi esposo murió, su hermano mayor dijo que iba a hacer el rito de la purificación conmigo y que luego iba a cuidar de mí y de mis hijos", agregó.
"Pero él es mucho mayor de lo que era mi esposo, y yo lo veía más como a un padre, así que me negué. Desde entonces, mis hijos (de 7 y 12 años) han sido aislados por la familia de mi marido."
Su esposo, un ex minero de Sudáfrica, murió como consecuencia de una enfermedad que probablemente estaba relacionada con el sida. Pese a que ella se ve saludable, podría estar infectada con el VIH. Esto no le impidió a su cuñado proponerle el cumplimiento del rito "por el bien de la tradición".
Según Macaringue, esas prácticas han ido cambiando gradualmente, y cada vez más curanderos adoptan y defienden las prácticas seguras.
La curandera Alice Chauque dijo a IPS que atiende a unas 50 personas por mes en el pueblo de Moamba, a 45 kilómetros de la frontera con Sudáfrica. Muchas de ellas sufren de enfermedades asociadas al sida.
"Cambié mis prácticas después de participar en cursos de la Cruz Roja. Existe la creencia de que el sida es consecuencia de un embrujamiento. Ahora sabemos cómo se transmite".
"Si yo tuviera que vacunar (cortar) a mis pacientes para sacarles del cuerpo el espíritu maligno, les pediría que trajeran sus propias cuchillas de afeitar. Uso guantes porque algunos de mis pacientes sangran mucho cuando los corto."
Chauque cree que beber hierbas puede sustituir al sexo inseguro en las ceremonias de purificación. "También sé cuándo no puedo tratar adecuadamente a un paciente, y lo remito al hospital. Reconozco si deben empezar un tratamiento con medicamentos antiretrovirales, y creo que puedo trabajar con médicos".
Macaringue dijo que aunque fue relativamente fácil trabajar con grupos exclusivamente de curanderos, fue difícil reunirlos con los médicos. Pero "la reunión fue un éxito porque abrieron un diálogo frente a frente", evaluó.
El próximo desafío es organizar reuniones de seguimiento. Curanderos y médicos acordaron encontrarse mensualmente. (FIN/IPS/traen-ac-mj/raa/jh/af he md pn sd/06)