Frustrado por el bloqueo del diálogo con el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), el cauteloso presidente palestino Mahmoud Abbas se embarca en la apuesta política más arriesgada de su larga carrera: convocar a elecciones anticipadas.
La intención del presidente palestino es reinstaurar en el poder a su partido, el laico y moderado Fatah, y renovar las esperanzas de alcanzar un acuerdo de paz con Israel. Hoy cohabitan en Palestina, en violenta convivencia, un gobierno de Hamas con un presidente de Fatah.
Pero si la apuesta fracasa, podría afianzar a Hamas en el gobierno. Eso empujaría a los palestinos a una guerra civil total y asestaría un golpe mortal a cualquier posibilidad de reconciliación con el estado judío.
El lunes 25, dos días después de reunirse con Abbas, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, anunció un paquete de concesiones, entre ellas la liberación de prisioneros palestinos, la eliminación de puestos de control carretero en Cisjordania y el desbloqueo de fondos congelados.
La decisión de Abbas de llamar a comicios parlamentarios y presidenciales anticipados ya precipitó la peor ola de violencia entre facciones desde que se creó la Autoridad Nacional Palestina, hace 12 años.
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Por lo menos 10 palestinos, la mayoría de ellos insurgentes de Fatah y Hamas, murieron en una semana en batallas y secuestros callejeros.
Las comitivas del primer ministro, Ismail Haniyeh, de Hamas, y el canciller Mahmoud Zahar, del mismo movimiento, fueron emboscados. Ambos resultaron ilesos.
Proyectiles de mortero fueron lanzados contra la residencia de Abbas en la franja de Gaza. En esos momentos él se encontraba en Ramala.
Fuentes de Fatah dijeron que los cuerpos de dos de sus miembros fueron arrojados en una calle de Gaza luego de ser secuestrados y fusilados por milicianos de Hamas.
En una batalla con armas de fuego, un integrante de Hamas murió y otras 11 personas resultaron heridas, cuando combatientes de ambos bandos se enfrentaron en el exterior del Hospital Shifa, en la ciudad de Gaza.
Durante la batalla de una hora, los milicianos se apostaron en los techos cercanos al hospital y también se dispararon entre sí granadas autopropulsadas.
En otro incidente más, combatientes de Hamas secuestraron a Sufyan Abu Zaideh, un alto dirigente de Fatah en Gaza. Lo liberaron dos horas después, luego que insurgentes de Fatah capturaron a 11 miembros de Hamas y amenazaron con ejecutarlos si Abu Zaideh no era liberado.
Abbas asegura que dejó una puerta abierta para dialogar con Hamas sobre la conformación de un gobierno de unidad nacional.
Tanto Abbas como Haniyeh exigieron un fin a la guerra interna, y las partes acordaron dos ceses del fuego en cuatro días. El primero colapsó en las primeras 24 horas. El segundo ha sido salpicado por esporádicos estallidos de violencia.
Un activista de Hamas fue asesinado y otro secuestrado en la madrugada del jueves en Gaza, y tres personas resultaron heridas en enfrentamientos entre Fatah y Hamas en Nablus el viernes.
Aunque Abbas apoya fuertemente el diálogo con Israel, Hamas no reconoce el derecho del estado judío a existir.
Esta diferencia programática tuvo un elevado costo para los palestinos: desde que Hamas derrotó a Fatah en las elecciones parlamentarias del 25 de enero y estableció su gobierno, la Autoridad Nacional Palestina quedó asolada a causa de las severas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, Europa e Israel.
Abbas creía que al establecer un gobierno de unidad nacional que más o menos aceptara las condiciones formuladas por la comunidad internacional para el levantamiento de las sanciones.
Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas exigen a Palestina renunciar a la violencia, reconocer a Israel y adherir a los existentes acuerdos interinos entre el estado judío y la Organización para la Liberación de Palestina.
Pero las negociaciones entre Fatah y Hamas colapsaron el mes pasado, lo que derivó en el llamado por parte de Abbas a nuevas elecciones, las cuales podrían realizarse en los próximos seis meses.
El presidente palestino culpó a Hamas por la interrupción de las conversaciones. Pero el movimiento islámico acusó a Abbas de intentar dar un golpe de Estado apenas nueve meses después de asumir el poder.
Haniyeh, quien dijo que Hamas boicotearía las elecciones anticipadas, también puso en cuestión la facultad constitucional de destituir al gobierno en manos del presidente.
"Confirmamos que el gobierno palestino rechaza por inconstitucional la convocatoria a elecciones anticipadas", dijo el primer ministro.
Pese a las sanciones y a la consecuente incapacidad de la Autoridad Nacional Palestina para pagar durante varios meses los salarios a decenas de miles de empleados del gobierno, no está claro hasta qué punto se vio afectada la popularidad de Hamas.
Tampoco se sabe si Fatah se convirtió en una alternativa más atractiva desde que fue derrotado por el partido islámico en enero.
Un sondeo de opinión realizado por el Centro Palestino de Investigaciones Políticas y Demoscópicas, con sede en Cisjordania, concluyó que Fatah superaba por 42 a 36 por ciento de las intenciones de voto a Hamas, y que Abbas y Haniyeh iban cabeza a cabeza —con 46 y 45 por ciento respectivamente— en la campaña presidencial.
La espectacular derrota de Fatah se debió, en gran medida, a que la mayoría de la ciudadanía percibía a los dirigentes de ese partido como corruptos y a los de Hamas como desinteresados y preocupados por los problemas nacionales, según las encuestas.
Pese a la caída de popularidad de Hamas, no está del todo claro que los votantes estén prontos para perdonar a Fatah, que todavía tiene pendientes reformas internas consideradas esenciales por sus miembros más jóvenes para recuperar la confianza pública.
"Reforma" es una palabra clave para la batalla generacional dentro de Fatah.
La vieja guardia, integrada por funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina que volvieron del exilio en Tunez a mediados de los años 90 para administrar la Autoridad Nacional Palestina, ha dominado el partido. Mientras, la joven guardia de activistas, que crecieron en los territorios ocupados, buscan más poder.
Abbas, miembro de la vieja guardia, aseguró que no postularía a la reelección. Una alternativa podría ser Marwan Barghouti, legislador de Fatah y muy popular, en especial en la juventud del partido.
Barghouti, de 47 años, cumple cinco cadenas perpetuas en una cárcel israelí por su supuesta participación en ataques en los que murieron israelíes.
Aunque se encuentra tras las rejas, no hay ninguna ley que le impida postularse. Muchos israelíes moderados creen que Barghouti es el único líder que, en última instancia, podría hacer un acuerdo con Israel que condujera a un fin del conflicto.
A menudo los israelíes dicen que son los palestinos quienes realmente determinan el resultado de las elecciones en Israel.
En 1996, por ejemplo, el entonces primer ministro y líder del Partido Laborista, Shimon Peres, vio al líder del Likud, Benjamin Netanyahu, revertir un déficit de dos dígitos en las encuestas gracias a una serie de atentados suicidas de Hamas en importantes ciudades israelíes que dejaron 60 muertos en un lapso de 10 días.
Hoy los roles podrían invertirse. Si el año próximo se realizan comicios, Fatah tendrá mejores posibilidades frente al mejor organizado Hamas si puede presentar un horizonte político a un público palestino cada vez más desesperanzado.
Pero, para eso, depende de la generosidad israelí y de la disposición del primer ministro israelí Ehud Olmert a proponerle a Abbas el tipo de concesiones que convenzan a un escéptico público palestino escéptico.