Fundar una empresa propia en Portugal con dinero prestado, aunque sea un monto pequeño y se cancele en cuotas, no es tarea fácil para un desempleado, un jubilado o quien no tenga calificaciones profesionales altas. Menos aun para un inmigrante.
Los extranjeros radicados en el país difícilmente encuentran un garante para solicitar un crédito en los bancos portugueses, que al igual que en el resto del mundo, prestan dinero sólo a quien ya tiene bastante o exigen garantías en bienes tangibles fácilmente vendibles.
Sin embargo, el ejemplo del llamado "banquero de los pobres" Muhammad Yunus, el economista bengalí ganador este año del premio Nobel de la Paz, también es seguido en Portugal, el país europeo con dos de sus 10 millones de habitantes considerados en la frontera de la pobreza.
Desde 1999, los llamados micronegocios son apoyados por la Asociación Nacional de Derecho al Crédito (ANDC), que ha firmado convenios con los bancos privados Comercial Portugués (BCP), Espirito Santo y con el estatal Caixa Geral de Depósitos.
El financiamiento global se ha situado en unos 6,3 millones de dólares, según datos divulgados el lunes por la analista económica Cristina Ferreira, del diario Público, de Lisboa. Una cifra anual relativamente modesta si es dividida por seis años. La novedad es que la mitad de esa cantidad ya fue concedida este año.
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Ferreira describe el microcrédito como "un instrumento esencial de las políticas de desarrollo", al tratarse de una solución de financiamiento para crear empleo propio o microempresas, tales como las destinadas a prestar servicios de costura, limpieza, reparaciones domésticas, comercio o artesanía.
La evaluación de una iniciativa, está a cargo de la ANDC, que tras aprobar su factibilidad, la envía a uno de los bancos con los cuales firmó un protocolo.
"No tenía la menor idea de que existía esta posibilidad", dijo a IPS Natasha, una perseverante inmigrante que con más de 50 años de edad decidió cambiar su Moldavia natal por Portugal en 2001 y abrió una tienda de alimentos en Carcavelos, un suburbio de Lisboa en la desembocadura del río Tajo. El negocio de Natasha consiste en ofrecer alimentos típicos en conserva, congelados o secos procedentes de Ucrania, Rusia, Rumania, Bulgaria y Moldavia, que son imposibles de encontrar en otras tiendas nacionales y que son importados con destino a los cientos de inmigrantes de ese origen residentes en Portugal.
Su sueño, es comprar una casa grande, donde pueda vivir y a la vez ampliar su actividad comercial, destinando una buena parte de ella a la venta de los productos. "Ahora que me informo de esta posibilidad, pediré un crédito a un banco", añadió lamentando la falta de difusión de las puertas que puede abrir el microcrédito.
Distinta es la opinión del joven matrimonio ucraniano formado por Viktoria y Andriy Mzurenko, al sostener que existe una amplia información que circula en la prensa dedicada a los 600.000 extranjeros residentes en este país, en su mayoría brasileños y de países luso-africanos o del este y centro europeo.
En 2000, Andriy llegó a Portugal con 23 años recién cumplidos y, tras realizar las más diversas labores en la construcción civil y carpintería, en tres años logró reunir el dinero necesario para el viaje de Viktoria, enfermera diplomada, quien debió aceptar trabajos de limpieza doméstica.
En 2003, pidieron y obtuvieron de su banco 5.000 euros (6.400 dólares) e inauguraron su propio negocio, al que llamaron Mini Mercado Ruso, de Mem Martins, una "ciudad dormitorio" ubicada a 15 kilómetros de Lisboa y habitada por personas de bajos recursos, con alta proporción de inmigrantes rusos, ucranianos, rumanos y moldavos.
El negocio fue creciendo y decidieron trasladarse a Santarém, 120 kilómetros al norte de la capital del país, donde, según explica Viktoria, abrieron "no un mini, un muy, muy mini mercado", sino el Mercado Ruso de la ciudad, donde se encuentra prácticamente todo: las más diversas conservas, yogur, embutidos, arenque ahumado, caviar, zumos, revistas, libros y filmes.
Una historia similar cuenta el brasileño Paulo Alves, quien mediante el microcrédito fundó una original empresa que arregla abolladuras en metales, desde automóviles y rejas hasta ollas y que hoy le permite autodefinirse como "un inmigrante que dio buen resultado".
La empresa "Tira-Mossas" (elimina marcas) va "a domicilio, a la puerta del trabajo o de la casa del cliente, para hacer el servicio sin dañar la pintura y con un costo mucho más barato que en un taller", según este ingenioso brasileño de 31 años, de apellido lusitano castizo, pero sin familia cercana en Portugal, donde aterrizó en 2000 sin conocer a nadie y decidido a "alcanzar una vida mejor".
Durante tres años trabajó como pintor de automóviles y ahorró el dinero necesario para traer a su esposa y su hija. Utilizando Internet, en 2004 abrió "Tira-Mossas", que ya se expandió al interior del país y ahora Alves debe pasar una semana de cada mes en Oporto, la segunda ciudad del país, 320 kilómetros el norte de la capital portuguesa. A partir de noviembre de 2005, el acceso a este tipo de crédito se facilitó aun más con la iniciativa del BCP de crear una Red Autónoma de Microcrédito, con funcionarios especializados en este campo, sin que sea necesario el aval de la ANCD y evitando varios pasos burocráticos establecidos para los pedidos normales.
El BCP estima que el balance de este primer año de actividad de la red autónoma es decididamente positivo.
Por ahora, este banco es la única institución financiera que opera en el microcrédito por dos vías: la red comercial autónoma y el protocolo con la ANDC. Los montos de los préstamos varían de 1.000 euros y a 5.000 (1.280 y 6.400 dólares), a pagar hasta en tres años, con un interés de dos por ciento no negociable.
La línea de crédito del BCP permite también el financiamiento de valores superiores, de hasta 19.200 dólares a un plazo máximo de cuatro años, pero con tasas varían entre cinco y 25 por ciento y que son definidas caso por caso.
En este primer año de actividad directa de su red autónoma de microcrédito fueron aprobados 187 proyectos, por un valor total de casi 2,7 millones de dólares, destinados a la creación de 327 nuevos empleos.
Coincidente con la entrega del premio Nobel a Yunus, el presidente del BCP, Paulo Teixeira Pinto, explicó que la red autónoma existe para "dar crédito a quien el sistema financiero no concedió" y, de esa forma, "ayudar a cambiar la vida de las personas" que recurren a esta fórmula de apoyo a sus proyectos.
Las cifras globales divulgadas esta semana por la ANDC indican que, desde 1999, la asociación avaló 630 proyectos, 54 por ciento de estos realizados por mujeres por un total de 3,6 millones de dólares, No reveló, en cambio, los porcentajes de ciudadanos nacionales y de inmigrantes extranjeros que solicitaron esta modalidad de crédito.
Los analistas coinciden en que lo más importante del microcrédito no es la nacionalidad del solicitante sino su propósito de lograr integrar en la sociedad a personas en situación de exclusión social, que, mediante pequeños préstamos, lanzan sus ideas de negocio, crean su propio lugar de trabajo y generan ingresos sustentables.