En medio de la violencia y la resistencia a la ocupación estadounidense, los esfuerzos en Iraq para una reconciliación entre las diferentes sectas y facciones políticas se desmoronan.
La Conferencia de Reconciliación Nacional, realizada el fin de semana pasado en Bagdad, obtuvo el resultado opuesto al que esperaba: dejó más en evidencia la falta de consenso entre los diversos grupos.
El pedido del primer ministro chiita Nouri al-Maliki de que regresaran al país los miembros del disuelto ejército del régimen de Saddam Hussein (1979-2003) tuvo buena recepción durante la reunión, pero la ausencia de importantes grupos armados sunitas fue un golpe duro para esta iniciativa de paz.
Se cree que varios elementos leales al partido laico y secular Ba'ath, de Saddam Hussein, constituyen una parte importante de la resistencia contra la ocupación.
Los líderes sunitas reclaman la derogación de las leyes que prohíben a los miembros de ese partido ocupar cargos oficiales.
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La posición de Al Maliki al respecto fue confusa y ambigua.
"La reconciliación nacional comprende a todos los iraquíes, salvo los seguidores de Saddam Hussein y takfiris (extremistas sunitas)", declaró Al Maliki en el encuentro.
Pero señaló que el "gobierno iraquí distingue entre los miembros del partido Ba'ath que no cometieron crímenes contra el pueblo y los que sí lo hicieron y aún siguen derramando sangre y perpetrando actos terroristas y asesinatos".
Importantes grupos de parlamentarios boicotearon la Conferencia, incluyendo la lista Al-Iraqia del ex primer ministro interino Ayad Allawi, el sunita Frente Nacional por el Diálogo, liderado por Salih al-Mutlak, y el bloque leal al clérigo Muqtada al-Sadr.
Esto, sumado a la permanente violencia, plantea dudas acerca de que la Conferencia pueda tener resultados concretos.
"Me parece que ni esta conferencia ni otras similares podrán resolver fácilmente los problemas actuales", dijo a IPS el politólogo Khasro Pirbal, de Arbil.
"Cuando participan personas que no se toleran entre sí, ¿qué se puede esperar"?, preguntó.
Pirbal añadió que los "países vecinos transformaron a Iraq en un terreno para saldar viejas cuentas" y que la tensión actual "forma parte de un problema histórico al que ahora contribuyen actores regionales e internacionales".
Los propios líderes políticos admiten que sus diferentes visiones de país obstaculizan la paz.
"Tenemos que reiterar que la reconciliación nacional no incluirá de ninguna manera a las figuras emblemáticas del partido Ba'ath y de su régimen, ni a criminales, asesinos, terroristas, takfiris y sus prolongaciones ideológicas", dijo en la Conferencia el presidente de la Alianza del Kurdistán, Fuad Massoum.
El líder kurdo se mostró a favor de una solución de tipo federal, a la que se oponen muchos dentro y fuera de Iraq. Bajo ese sistema, las regiones tendrían una mayor autonomía en un estado con estructura flexible.
Mientras esta idea es compartida por la mayoría de los políticos kurdos y chiitas, los sunitas proponen otra vía de reconciliación.
"Pedimos que se reconsidere la decisión de ignorar a los militares del anterior régimen, se lidie con la resistencia nacional, se la diferencie de los terroristas y se preserve la unidad estatal", señaló Salim Abdullah, del Frente del Acuerdo Iraquí, el mayor grupo sunita.
El desacuerdo político se traduce en conflictos sangrientos que amenazan con desatar una guerra civil declarada.
Los sunitas acusan a las milicias chiitas de secuestros masivos contra miembros de su comunidad y de atacar sus barrios.
En los puestos de control, los chiitas pueden detener a una persona cuyo nombre les suene sunita. En este momento, llamarse Omar y Othman, nombres típicos de esa rama del Islam, puede costarle la vida a alguien.
Por su parte, los chiitas replican que extremistas sunitas hacen estallar bombas en sus barrios.
El mes pasado, casi 200 personas murieron a causa de un ataque suicida en ciudad Sadr, populoso barrio chiita de la capital.
Washington presiona con fuerza al gobierno de Iraq para que controle la situación. Analistas advierten que si la administración de Al Maliki no lo consigue en el corto plazo, el conflicto se propagará a otras partes de Medio Oriente.
"La crisis en Iraq se profundiza día a día, y lo esencial de la integridad del país se está desmoronando", dijo a IPS Fattah Zakhoyi, del Partido de los Trabajadores del Kurdistán e integrante del parlamento kurdo.
"Los líderes políticos y religiosos del país tienen que darse cuenta que esta guerra no puede continuar más, y que va a opacar los intereses de sus votantes y los suyos propios", concluyó.