Indonesia es considerada la más promisoria democracia del Asia sudoriental, mientras sepulta los conceptos escondidos detrás de la expresión «valores asiáticos», esgrimida tradicionalmente por líderes de la región para aplastar las libertades civiles.
Para el próximo año se prevé la consolidación de las credenciales democráticas del país más poblado y extenso del sudeste asiático. Mientras, sus cinco vecinos —Camboya, Filipinas, Malasia, Singapur y Tailandia— concluyen 2006 con una creciente lista de críticas.
Indonesia gana aplausos por el fortalecimiento de su carácter de democracia en desarrollo luego de tres decenios de la dictadura militar de Alí Suharto, un paladín de los "valores asiáticos" intolerante ante cualquier señal de disenso, depuesto en 1998.
En diciembre, por ejemplo, se celebraron elecciones en la meridional región de Aceh, asolada por la guerra entre fuerzas de seguridad y la guerrilla secesionista y por el tsunami de diciembre de 2004.
Los comicios se convirtieron en un símbolo del avance de las reformas políticas, en este caso en beneficio de las comunidades locales de todo el archipiélago, tras la fuerte centralización del poder impuesta por el régimen de Suharto.
Por otra parte, la Corte Constitucional anuló en diciembre tres artículos de la Constitución que prohibían insultar al presidente del país.
"La fortaleza de la sociedad civil y de la prensa libre consolidará la democracia en 2007. Estos dos sectores han sido la columna vertebral de las reformas", dijo el rector de la Universidad Islámica Estatal en Yakarta, Azyumardi Azra. "Las elecciones en Aceh ayudarán al proceso de descentralización en curso."
Ochenta y dos por ciento de los entrevistados para una encuesta del Indonesia Survey Institute en octubre dijeron apoyar la democracia en este país, el más populoso del mundo islámico. El sondeo también reveló un ascenso de los líderes y partidos seculares y moderados, como el presidente Susila Bambang Yudhoyono.
El público muestra cada vez más rechazo hacia la participación de militares en la escena política, común en los años de Suharto. "No creo que el ejército pueda reanimar su rol político. Los militares están acabados en esta área", dijo Azyurmadi.
Tailandia, en cambio, sufrió un retroceso este año tras el golpe del 19 de septiembre, en que el ejército derrocó al primer ministro Thaksin Shinawatra, elegido dos veces en las urnas.
Todo indica que la junta militar se apartará aun más de lo que convencionalmente se entiende como democracia en 2007, cuando se aprobará la constitución número 18 desde que el país se convirtió en una monarquía parlamentaria, en 1932.
Entre otros ejemplos de la "democracia a la tailandesa" que se pretende imponer figura la consagración de un primer ministro designado más que uno elegido en las urnas.
Este tipo de medidas revela la intención de los golpistas de devolver el poder político a la elite conservadora que desprecia a los pobres de las áreas rurales, quienes constituyen la mayoría de la población y que votaban predominantemente por Thaksin.
El golpe supone el renacimiento de prácticas como la elección de jefes de gobierno fuera de las urnas y la "semidemocracia", habitual antes de la aprobación de la constitución reformista de 1997.
En Filipinas, una ola de protestas callejeras cuestionó la reforma de la quinta constitucional propuesta por la presidenta Gloria Macapagal Arroyo, quien pretende más poder y eliminar la restricción de su mandato a dos periodos.
A la mandataria debe haber prestado atención a la presencia en las manifestaciones de representantes de la poderosa Iglesia Católica, que fueron la vanguardia de las movilizaciones que acabaron con dos gobiernos en los años 80.
Al mismo tiempo, Arroyo fue incapaz de frenar las ejecuciones extrajudiciales de activistas, dirigentes izquierdistas e incluso sacerdotes, y depende cada vez más del ejército para subsistir en la presidencia, a la que accedió en 2004 en elecciones cuestionadas.
La suerte del gobierno del primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi, también ha sido desalentadora. El año termina con grietas en la imagen de un país que ha intentado promocionarse como modelo de nación musulmana moderada y económicamente exitosa.
Los extremistas de la mayoría malaya que hostigan a las minorías, en particular a la comunidad china, tuvieron una fuerte voz en la convención del partido gobernante en noviembre.
Algunos dirigentes llegaron a proponer desde el estrado, y frente a las cámaras de televisión, la decapitación de los no musulmanes. "Es dolorosamente evidente que Malasia no logró tomar en cuenta las realidades de la vida multicultural", dijo el analista político Farish Noor, del diario pakistaní Daily Times.
La inacción de Abdullah servirá para alentar la candidatura del popular dirigente opositor Anwar Ibrahim, quien asumirá una postura liberal y de centro en la campaña electoral del año próximo.
En cuanto a Camboya y Singapur, se prevé que la estabilidad política de este año se mantenga en el próximo, al igual que el desdén de los partidos gobernantes de ambos países por las libertades políticas y civiles.
La rica ciudad estado de Singapur podrá mantenerse como el último bastión de los "valores asiáticos", aquellos según los cuales las elites gobernantes asumen la función de niñera de las mayorías.
En ese sentido, la censura de la libertad expresión vigente en Singapur no tiene mayor diferencia con la de los dos regímenes comunistas de la región, los de Laos y Vietnam. Y sus leyes represivas solo están a la par de las de la dictadura militar en Birmania.