El gobierno de Iraq, encabezado por el primer ministro Noori Al-Maliki, parece haber acabado por completo con los sueños de paz y desarrollo de la población.
Las elecciones generales del 15 de diciembre de 2005 llevaron al poder a funcionarios que se suponía escucharían a todos los iraquíes. Fue llamado gobierno de unidad porque el gabinete incluía a ministros de todas las sectas religiosas y grupos étnicos, luego de meses de negociaciones en el parlamento.
"Éste es un gobierno de unidad al que nadie debería objetar", dijo Al-Maliki a periodistas en Bagdad días atrás. "Todos los poderes en el parlamento deben asumir su cuota parte en la mejora de la seguridad y de los servicios para así poder alcanzar el éxito", añadió.
El primer ministro condenó a grupos como Jabhat al-Tawafuq y el Frente Iraquí para el Diálogo Nacional, críticos a su gobierno.
Jabhat al-Tawafuq está conformado por tres grupos sunitas: el Partido Iraquí Islámico, la Conferencia Popular Iraquí y el Consejo de Diálogo Nacional. Su plataforma es la unidad nacional y el fin a la ocupación extranjera.
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Pero líderes de la oposición acusan a Al-Maliki de privarles de más espacio en su administración, y por tanto niegan que se trate de un gobierno de unidad.
"En realidad no estamos en el gobierno. Al-Maliki y su coalición nunca nos dio ningún verdadero papel en el gobierno, y las acciones de nuestros ministros están por lo tanto paralizadas", dijo a IPS uno de los dos vicepresidentes de Iraq, Tariq al-Hashimi, líder del Partido Islámico.
El grupo de Hashimi, como otros sunitas y los chiitas moderados, prácticamente no tiene voz en el gobierno.
La coalición chiita dominante fue formada según el consejo del gran ayatolá Alí Al-Sistani, reverenciado clérigo chiita nacido en Irán y radicado en la sureña ciudad de Nayaf.
Esta coalición fue creada para vencer en las elecciones a una lista de partidos seculares liderados por el ex primer ministro Iyad Allawi.
El peso de la coalición chiita hizo que los sunitas opositores se unieran en una lista común, mientras que los kurdos hicieron lo propio. Todo el proceso político estuvo dividido en líneas religiosas y étnicas.
Con este trasfondo, pocos iraquíes están sorprendidos de que su gobierno se encuentre fracturado y fragmentado.
"Este gobierno definitivamente llevará al país al desastre. El país se hundirá en una guerra civil si continúan las actitudes sectarias, y es por esto que hemos decidido no participar en este gobierno", dijo a IPS Salih al-Mutlaq, líder del Frente Iraquí para el Diálogo Nacional.
El ex primer ministro Ibrahim al-Jaafari era apoyado por el clérigo chiita Muqtada al-Sadr, pero rechazado por todos los demás grupos, e incluso por algunos sectores dentro de la coalición gobernante.
Luego asumió el cargo Al-Maliki, quien se comprometió a una justa distribución del gabinete entre los sectores ganadores y a un trato equitativo a todos los iraquíes sin importar su identidad religiosa o étnica.
"Las cosas sólo están empeorando, y este gobierno y el parlamento se ganaron el título de peores en la historia de Iraq. Todo el sistema necesita ser cambiado, o el país será dividido en pequeños estados y la catástrofe será demasiado grande como para ser corregida", dijo a IPS Thafir al-Ani de Jabhat al-Tawafuq.
Al-Ani citó encuestas recientes en las que se revela que 90 por ciento de los iraquíes están molestos con el gobierno, en particular por la incesante violencia y la falta de empleos y servicios básicos como agua y electricidad.
Una de las mayores sombras sobre la legitimidad del gobierno iraquí es el alineamiento de altos funcionarios con el chiita Movimiento Sadr, acusado de apoyar a la mayoría de los escuadrones de la muerte sectarios responsables de masacres de sunitas.
"Este gobierno no cumplió ninguna de las promesas hechas a los iraquíes, y por eso ahora todos quieren cambiarlo", dijo a IPS el portavoz de la Asociación de Eruditos Musulmanes, Muhammad Basher al-Faidhy
Los iraquíes incluso "lamentan haber participado en las elecciones. Nuestra Asociación advirtió que éste iba a ser el peor gobierno de todos. Simplemente no se deshicieron de los escuadrones de la muerte porque son su mayor aliado", añadió.
La mayoría de los iraquíes no ven futuro en el gobierno de Al-Maliki, que apenas puede controlar la seguridad de la llamada Zona Verde en Bagdad, donde se ubican sus oficinas. El resto del país está fragmentado, y la economía y la infraestructura en ruinas.
"Se están hundiendo a pesar del fuerte apoyo que tienen de Estados Unidos", dijo a IPS el analista Maki al-Nazzal.
"Enfrentan una crítica internacional por su resonado fracaso en mejorar la situación de seguridad y el completo colapso de los servicios y de los planes de reconstrucción", añadió.