El posible inicio de una carrera de armamentismo nuclear en Asia oriental le diluye a China una vieja preocupación: la inquietante perspectiva de que su vecina Corea del Norte se desmorone.
La política nuclear norcoreana es, desde hace unos años, suicida. Pero China se ha resistido a presionar demasiado a su vecina —y aliada ideológica de larga data—, por temor a precipitar el régimen e incitar un caos que aliente la intervención de Estados Unidos.
Pero las pruebas con armas nucleares realizadas por Corea del Norte en octubre hicieron que China virara su atención a la escalofriante posibilidad de una carrera atómica a gran escala en la península coreana.
Esa situación obligó a Beijing a mantener negociaciones bilaterales y multilaterales tendientes a revertir el curso de los acontecimientos.
"La carrera nuclear en Asia oriental no supone, de ningún modo, una amenaza menor a los intereses chinos que la representada por las fuerzas separatistas de Taiwán", escribió Zhu Feng, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Beijing, en el semanario Southern Weekend.
"Las armas nucleares desestabilizan el equilibrio geopolítico regional y dificultan o imposibilitan el objetivo de China de construir un 'mundo en armonía'", alertó Zhu.
En julio, cuando el régimen de Kim Jong Il lanzó una provocadora serie de misiles, se volvió evidente que China debía apresurarse a encontrar un camino que equilibrara los objetivos de estabilizar Corea del Norte y evitar una crisis nuclear en la región.
Políticos chinos debaten hasta dónde Beijing puede presionar al régimen estalinista de Kim Jong Il, y finalmente Beijing respaldó una dura condena aprobada por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Lo mismo sucedió cuando Corea del Norte realizó pruebas subterráneas y se declaró potencia nuclear el 9 de octubre. Dejando atrás su tradicional neutralidad, China votó a favor de imponer sanciones al régimen de Kim.
Hasta ese momento, Beijing siempre había evitado que la ONU tomara ese tipo de medidas contra Corea del Norte, a pesar que era evidente la violación del derecho internacional por parte de ese país en reiteradas oportunidades.
"El ensayo nuclear cambió todo", indicó el experto Fu Mengzi, del Instituto de Estudios de Relaciones Internacionales de China.
"La comunidad internacional no reconoció el estatus de Pyongyang, pero la coyuntura regional cambió. Japón y Corea del Sur están obligados a tomar medidas para afrontar la nueva situación", indicó.
Corea del Norte había insistido durante años en que poseía armas atómicas. Pero la primera prueba de que finalmente se había unido al club de las potencias nucleares fue el ensayo de octubre, aunque difícil de verificar por el resto del mundo.
La nueva realidad es inquietante para China, la única potencia nuclear confirmada en la región.
Beijing cree que Seúl y Tokio podrían adquirir arsenales atómicos en un plazo de tres a ocho meses, según Zhu Geng.
Corea del Sur había admitido en 2004 haber producido en secreto pequeñas cantidades de plutonio y uranio enriquecido. Pero lo que más preocupa a los políticos chinos es la posibilidad de que Japón, su tradicional enemigo, obtenga armas nucleares.
"Es importante volver a discutir" la posibilidad de que Japón desarrolle un arsenal atómico, lo cual implicaría estrenar "otra forma de pensar", dijo Taro Aso, canciller del único país que recibió ataque con bombas atómicas, el cual puso fin a la segunda guerra mundial en 1945.
Varios políticos conservadores japoneses sostienen que la Constitución pacifista de hace 60 años ya no refleja el paisaje político del siglo XXI, a la luz de la modernización militar de China y de la capacidad nuclear de Corea del Norte.
El gobernante Partido Liberal Democrático defendió en el periodo pasado, encabezado entonces por el primer ministro Junichiro Koizumi, la posibilidad de elevar el perfil militar del país y reevaluar su liderazgo regional.
Koizumi despachó tropas a Iraq para colaborar con la reconstrucción de ese país, encabezada por Estados Unidos —que lo ocupó en 2003—, y envió buques al océano Índico para suministrar combustible a las fuerzas de la coalición que invadió Afganistán en 2001.
El armamentismo nuclear dominará las próximas instancias de diálogo entre los primer ministro chino Wen Jiabao, el japonés Shinzo Abe y el surcoreano Lee Hai Chan.
La primera reunión estaba prevista para la semana próxima, en el marco de la cumbre anual del Foro de Asia Oriental en Cebú, Filipinas, pero postergada para enero por el tifón que sufrió ese país este mes.
"El problema clave es cómo solucionar lo antes posible la cuestión nuclear en la península coreana de forma pacífica, mediante el diálogo y la negociación", declaró esta semana en Beijing Cui Tiankai, alto funcionario de la cancillería china.
El rearme de la región llevó a Beijing a redoblar esfuerzos para reanudar el diálogo con Tokio, tras un prolongado paréntesis diplomático.
China se negó a participar en cumbres bilaterales con el anterior primer ministro de Japón. Koizumi había irritado a Beijing con sus visitas al santuario de Yasukuni, donde están enterrados japoneses muertos en combate, entre los que figuran militares acusados de crímenes brutales por los países invadidos en la segunda guerra mundial.
Beijing ahora gestiona cumbres bilaterales regulares.
"China llevará nuevas propuestas para reforzar el intercambio y la cooperación en cuestiones políticas, económicas y culturales", indicó Cui, refiriéndose al encuentro que iban a mantener Wen Jibao y Shinzo Abe, al margen de la cumbre de Cebú.
Beijing también tratará de reflotar las paralizadas conversaciones sobre desarme en las que intervienen China, Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia.
Estas deliberaciones comenzaron a fines de 2003, pero Pyongyang se retiró de la mesa de negociaciones en 2005, en protesta por las sanciones económicas que le impuso Washington.
Tras intensos intentos diplomáticos de Beijing, Corea del Norte aceptó en octubre reanudar las negociaciones, pero aún no se ha fijado la fecha. (FIN/IPS/traen-vf-mj/ab/rdr/ap ip nu/06)