SIDA-MOZAMBIQUE: Cuidados tras las rejas

Mozambique, como la mayoría de sus vecinos en África, lucha contra la alta prevalencia del VIH/sida, pero persisten las serias dificultades de la población para acceder a los medicamentos antirretrovirales. Esa barrera puede equivaler en las cárceles a una sentencia de muerte.

La compleja situación carcelaria en este país, donde la mayoría de los presos aún no tienen sentencia firme, lleva a que las enfermedades relacionadas con el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) hagan estrago entre los internos.

Aunque no hay disponibles estadísticas sobre la prevalencia del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) en las prisiones, "los reclusos son, obviamente, un grupo de alto riesgo", explicó Américo Assan, director del Departamento de Asistencia Médica del Ministerio de Salud.

Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/Sida (Onusida), la prevalencia en la población adulta general de Mozambique es de 16,1 por ciento. Pero esto está sujeto a la variación geográfica: en la central ciudad de Beira, la relación asciende a 25 por ciento.

Sin embargo, gradualmente las cosas están mejorando. Este año, el gobierno asignó un especialista médico a la Dirección de Prisiones para delinear un plan que aborde el combate contra el VIH y el sida.
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"Nunca estuvo en duda que los presos deberían tener acceso a tratamiento antirretroviral", afirmó Assan. "Siempre apoyamos la atención a la salud en las prisiones, pero ahora el gobierno está aumentando este apoyo tras un pedido del Ministerio de Justicia, que está preocupado por la seriedad de la situación".

Hasta ahora, apenas unos pocos prisioneros están recibiendo fármacos antirretrovirales, principalmente en la capital. Los funcionarios planean que estén disponibles en todas las cárceles.

En todo el país, el gobierno, con apoyo de organizaciones de la sociedad civil, se las arregló para brindar tratamiento antirretroviral a 34.000 personas, y aspira a alcanzar a 50.000 para fin de año, dijo Assan a IPS. Se estima que 250.000 personas requieren estos medicamentos.

"El servicio de salud de Mozambique fue diseñado para tratar enfermedades severas, pero no para hacer un seguimiento de atención de los males crónicos, como el sida", señaló.

Según Assan, la falta de recursos humanos presenta el mayor obstáculo a las terapias antirretrovirales, seguida por las dificultades de llegar a la gente en este país grande y escasamente poblado y por otros desafíos logísticos.

Además, una iniciativa en curso en por lo menos tres prisiones de la meridional provincia de Maputo muestra que los antirretrovirales pueden ser exitosamente administrados a reclusos.

En Matola, la segunda ciudad más grande de la provincia de Maputo después de la capital, un grupo de hombres jóvenes vestidos en ropas casuales pueden ser visto conversando entre sí a medida que se sientan en un banco en el exterior de una clínica. Están esposados. Cerca de allí, los vigilan tres policías, uno de ellos armado.

Jorge*, de 38 años, es alto y atlético, y ostenta una sonrisa encantadora. Este padre de dos hijos ahora no muestra señales de la enfermedad, pero estuvo cerca de la muerte. Hace pocos años contrajo enfermedades vinculadas al sida, antes de ser sentenciado a cinco años de prisión por recibir un vehículo robado.

"Mi esposa nos abandonó cuatro meses después de que me enviaron a prisión. Durante su visita me dijo que yo no sobreviviría", relató en el buen inglés que aprendió mientras trabajaba como camionero en la vecina Sudáfrica.

"Intenté convencerla de que sí lo haría, pero fue inútil. Fue muy doloroso. Yo también pensé que moriría en prisión", agregó.

Pero Jorge fue puesto bajo tratamiento antirretroviral justo antes de ser encarcelado, y ha logrado continuar recibiendo la medicación estando preso, bajo los auspicios de un programa conocido como Potenciación de los Recursos Farmacológicos contra el Sida y la Malnutrición, administrado por la organización no gubernamental italiana Comunidad de Sant' Egidio.

Gracias al proyecto, todos los sábados por la mañana, cuando no hay civiles en el lugar, una joven médica mozambiqueña, Noorjehan Abdul Majid, trata a presos portadores de VIH. La música suena de fondo y la atmósfera es relajada. Una enfermera pesa a todos los detenidos antes de que estos vean a Noorjehan.

La médica se toma su tiempo con los reclusos, hablándoles cálidamente sobre su dieta y los problemas clínicos que puedan tener. Los escucha atentamente, demostrando interés en cada paciente. Incluso colgó una fotografía de la hija menor de Jorge en la pared.

Noorjehan dijo estar especialmente impresionada por Jorge, que es puntual con su medicación y se cuida a sí mismo lo mejor que puede en prisión. "Pero su madre se preocupa mucho. A veces viene descalza a la clínica, preguntándome por él. Vive lejos, así que después que hablo con ella le doy dinero para el transporte de regreso a su casa. ¿Qué puedo hacer? Ella es pobre", añadió.

La comunidad de Sant' Egidio ahora trata con antirretrovirales a 25 reclusos de dos prisiones para hombres y una para mujeres en la provincia de Maputo.

El programa se inició en 2003. "Al comienzo tuvimos una gran cantidad de muertes después del primer mes de tratamiento, porque ellos estaban muy enfermos cuando empezaron", recordó Noorjehan. Ahora, a la mayoría de los encarcelados les va bien con el tratamiento.

Como la buena nutrición es esencial para quienes están en terapia antirretroviral, los presos que asisten a la clínica reciben paquetes mensuales con alimentos. Cada uno de ellos encuentra una manera de cocinar sus raciones dentro de las instalaciones carcelarias.

"Disfruto cocinando. Sé que debo comer bien y mantenerme en forma", explicó Jorge. "Cada mañana, cuando sale el sol, corro alrededor del patio de la prisión. Solía jugar al fútbol con los otros prisioneros, pero ellos comenzaron a discriminarme cuando vieron las úlceras que tenía en mis piernas, diciéndome cosas feas", agregó, levantándose los vaqueros para mostrar las cicatrices que cubren sus piernas.

Sin embargo, Jorge no se queja. Simplemente está agradecido por haber revivido. "Estoy mucho mejor. La doctora es como una madre", dijo sonriendo.

La severa situación de los prisioneros con sida también saltó a las primeras planas en otras partes de África.

A comienzos de este año, varios reclusos de la prisión de Westville, en la costera ciudad sudafricana de Durban, comenzó una huelga de hambre en protesta contra la falta de tratamiento antirretroviral.

Poco después, 15 reclusos urgentemente necesitados de medicamentos presentaron una demanda contra el gobierno para obligar a las autoridades a brindarles tratamiento.

Actualmente, los presos afrontaron varios obstáculos en sus esfuerzos por acceder a terapia antirretroviral, lo que incluye falta de documentos de identidad necesarios para iniciar el tratamiento y que muchos prisioneros dicen no poder pagar. Las instalaciones médicas de las cárceles no están acreditadas para suministrar antirretrovirales directamente.

El tribunal falló a favor de los reclusos en junio, alentando esperanzas de que esto siente un precedente que resulte en tratamiento para prisioneros en toda la nación. Sin embargo, el gobierno apeló la decisión. Desde entonces, uno de los 15 que integraban el grupo de Westville falleció de complicaciones relacionadas con el sida.

Según un informe de agosto de este año difundido por la estadounidense Fundación de la Familia Kaiser, aproximadamente un millón de personas necesitan antirretrovirales en toda Sudáfrica, donde unas 5,5 millones de personas son portadoras de VIH.

El gobierno se embarcó en un programa para brindar al público tratamiento para el sida. Una declaración emitida por el Departamento de Salud señaló que, a fines de septiembre, el Plan Abarcador sobre VIH y Sida había logrado proporcionar medicamentos a 235.378 personas.

* Algunos nombres fueron cambiados para proteger a los involucrados.

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