El asesinato del ministro de Industria de Líbano, Pierre Gemayel, no sólo golpeó a un gobierno endeble, sino que también reavivó los temores de que se desate una nueva ola violencia y se repitan escenas de la sangrienta guerra civil que asoló a este país durante 15 años.
Y, a escala regional, el magnicidio podría dificultar los esfuerzos para incluir a Siria y a Irán en las iniciativas para poner fin a la creciente violencia en Iraq.
Si se puede restaurar la normalidad en Líbano tras el asesinato, podrá ser sólo gracias a un sentido de identidad nacional.
"El pueblo libanés sufrió una guerra civil (1976-1991, entre milicias cristianas y grupos musulmanes), y no creo que quiera otra. El daño de la guerra fue más que solo material", dijo a IPS el analista John Lawton, observador de asuntos libaneses desde los años 60.
En cambio, "la fuerte identidad libanesa" puede jugar un papel clave para superar la crisis.
[related_articles]
Sesenta por ciento de los cuatro millones de libaneses son musulmanes, y 40 por ciento son cristianos.
Las primeras palabras de Amin Gemayel, ex presidente y padre del ministro asesinado, fueron: "No queremos reacciones ni venganza".
Mucho depende de qué tipo de gobierno se formará ahora. Seis de 24 ministros, en su mayoría chiitas, incluyendo a miembros del movimiento Hezbolá (Partido de Dios), abandonaron sus cargos antes del asesinato de Gemayel y luego de que fracasaran las conversaciones entre todos los partidos sobre la repartición del poder.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) accedió este jueves a la petición del gobierno libanés de investigar el asesinato del ministro de Industria, en tanto decenas de miles de personas acudían a su entierro en Beirut.
Gemayel, de 34 años, cristiano maronita y de tendencia antisiria, fue asesinado el martes cuando conducía su automóvil por las afueras de la capital libanesa. El magnicidio se produjo en momentos en que el país vivía un nuevo y acalorado debate sobre el crimen del ex primer ministro Rafik Hariri, en febrero de 2005.
El gobierno, en el que las fuerzas antisirias son mayoría, apoya la formación de un tribunal de la ONU para el caso Hariri. Una previa investigación del foro mundial había implicado a autoridades sirias. Algunos señalan que el Hezbolá está en contra de un proceso que podría perjudicar a Damasco.
Horas antes del asesinato de Gemayel, la ONU apoyó formalmente la creación del tribunal, que ahora debe ser aprobado por un gobierno libanés que funciona con dificultad.
El Hezbolá, optimista tras haber resistido los bombardeos israelíes en el último verano boreal, presiona por un mayor papel en el gobierno, algo que sus críticos advierten derivará en un "golpe" contra la administración pro-occidental por parte de un movimiento respaldado por Siria e Irán.
Nadie se adjudicó el crimen de Gemayel. Todos los asesinatos previos no han sido atribuidos por ninguna organización ni resueltos por investigadores.
A excepción del Hezbolá, muchos libaneses abiertamente acusan a Siria de la muerte del ministro.
Damasco, por su parte, negó toda vinculación, señaló que no tenía "nada para ganar" y sugirió que el crimen fue obra de sectores que procuran implicar a Siria, cuando ese país es "la solución y no el problema".
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, habló de "intentos por parte de Siria, Irán y sus aliados de fomentar la inestabilidad" en Líbano.
El asesinato se produjo en momentos en que se evidencia el fracaso de Estados Unidos en Iraq y toma fuerza la idea, particularmente en la Unión Europea (UE), de acercar a Siria e Irán para solucionar la crisis iraquí.
De hecho, Siria e Irán ya se involucraron en la situación en Iraq. Damasco acaba de establecer nuevos vínculos con Bagdad, y se habla de una posible cumbre Irán-Iraq-Siria sin participación estadounidense ni de la UE.
Sin embargo, el asesinato de Gemayel podría socavar estas iniciativas.
En Líbano, mucho dependerá de cómo el Hezbolá maneje la situación y de cuánto presione por cambios en el delicado equilibrio de poder entre cristianos, drusos y musulmanes sunitas y chitas, que ha caracterizado a la política de ese país en los últimos 60 años.
Hezbolá fue creado con respaldo de Irán para resistir a la invasión israelí a Líbano en 1982. Desde entonces creció para convertirse en la fuerza militar más poderosa del país, y posee 23 de los 128 asientos en el parlamento.
Su proclamada "victoria" sobre Israel lo ha llevado a exigir más influencia en la política y en el gobierno, arguyendo también un aumento en el porcentaje de la población que respalda sus acciones.
El último censo oficial en Líbano fue realizado en 1932, en base al cual se dividió el gobierno en forma proporcional a los diferentes grupos religiosos, y cuando los cristianos eran mayoría.
Aunque muchos libaneses están orgullosos de la resistencia del Hezbolá a Israel, ningún grupo desea cederle poder.