El pedido de captura en Iraq contra el líder sunita Harith al-Dhari dividió al frágil gobierno y unificó a los miembros de esa rama del Islam.
El ministro del Interior, Jawad Al Bolani, dijo a periodistas que Al Dhari era buscado por incitar al terrorismo y a la violencia. Sin embargo, al mismo tiempo, el vicepresidente Tariq Al Hashimi sostuvo que la orden de captura era "destructiva del plan de reconciliación nacional".
Al Dhari, de 65 años, preside la influyente Asociación de Eruditos Musulmanes (AMS), que agrupa a los líderes religiosos sunitas iraquíes. El requerido se encuentra ahora en Jordania, pues abandonó Iraq hace cinco meses por razones de seguridad personal.
Se sabe que la AMS tiene contactos con la resistencia, y se ha opuesto a la ocupación estadounidense y al nuevo gobierno iraquí apoyado por Washington.
La AMS se negó a participar de cualquier actividad política bajo la ocupación, e insiste en que solamente tras el repliegue de las fuerzas estadounidenses las elecciones y otras actividades políticas serán "honestas y transparentes".
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Al Dhari afirmó que la orden de arresto contra su persona, librada la semana pasada, era una "prueba del fracaso y de la confusión del gobierno iraquí", y sugirió que era parte de un esfuerzo para desviar la atención de una serie de escándalos en los que se constataron vínculos entre la policía y milicias chiitas.
El gobierno iraquí, dominado por chiitas, es visto como responsable de la masacre de sunitas a través de "escuadrones de la muerte".
La mayoría de los 26 millones de iraquíes son chiitas (62 por ciento), la población hegemónica en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico dominante en el mundo árabe y también en el régimen del ex presidente Saddam Hussein (1979-2003).
Tras la muerte de Mahoma, el profeta de los musulmanes, éstos se dividieron entre los seguidores del califa Abu Bakr y los de Alí ibn Abi Talib, yerno de Mahoma. La división se formalizó con la muerte en el año 661 del imán Alí, y su reemplazó por su rival Muawiya.
Quienes reivindicaban los derechos al poder religioso y político de los descendientes de Alí fueron conocidos como chiitas, en contraposición a los sunitas, que admitían la tradición y el derecho a la libre sucesión, no hereditaria.
Al Dhari llamó a los iraquíes a ser pacientes y a no ser arrastrados en tales "complots", y anunció que sólo acudirá a un tribunal si funcionarios gubernamentales también asistían a ser interrogados por crímenes contra el pueblo iraquí.
Los partidos sunitas ahora amenazan con retirarse del gobierno.
La actitud del gobierno también molestó a muchos chiitas. El movimiento chiita Al Khalissiya, liderado por el jeque Jawad al-Khalissi, condenó la orden de captura. El grupo también se opone a la ocupación, y junto al AMS y otros líderes conforma la Conferencia de la Fundación Iraquí.
"Fue una orden tonta que sólo aumentará la furia contra un gobierno corrupto", dijo Al-Khalissi al canal satelital Al-Sharqiya, y elogió a Al Dhari por defender a los iraquíes sin importar su secta o religión.
Otros grupos también apoyan al líder sunita. "Al Dhari es la principal figura sunita, y su asociación es considerada la principal representación sunita en la región" de Medio Oriente, dijo a IPS Talal Saied, del Partido Comunista iraquí.
"Él fue oficialmente invitado por la mayoría de los gobiernos en la región a visitar sus países como un líder reconocido, a pesar de que no representa a ninguna oficina gubernamental. Nunca habló solo por la rama sunita y siempre condenó los asesinatos sectarios", añadió.
Al Dhari heredó parte de su reputación de su abuelo, el jeque Dhari, quien lideró la resistencia contra la ocupación británica a inicios del siglo XX. El jeque Dhari mató al teniente británico Gerald Leachman, enviado a la central ciudad de Faluya a combatir la resistencia.
La continua oposición de Al Dhari a la ocupación lo convirtió en un fuerte enemigo de Estados Unidos y de sus colaboradores iraquíes, mientras que le permitió ganar respeto entre la mayoría de los chiitas y muchos líderes políticos y religiosos chiitas.
El ex primer ministro interino Iyad Allawi, quien tiene vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), también condenó la orden de captura contra Al Dhari.
El jeque Ali Karbalaai, portavoz del gran ayatolá chiita Alí Al Sistani, criticó duramente la orden de arresto y llamó al gobierno a reconocer los peligros de este tipo de medidas contra la solidaridad y la seguridad del pueblo iraquí.
Por otra parte, funcionarios chiitas en el poder que han sido con frecuencia acusados de ser leales a los intereses de Irán encabezaron una dura campaña contra Al Dhari, a quien responsabilizan por las divisiones sectarias. Estos han recibido el apoyo del presidente Jalal Talabani y partidos kurdos.