La abrupta salida del secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, y la victoria del opositor Partido Demócrata en las últimas elecciones legislativas prometen grandes cambios en la política exterior de Washington, sobre todo en lo referido a Medio Oriente.
Rumsfeld fue reemplazado el miércoles por el ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Robert Gates, analista de carrera retirado a comienzos de los años 90, y favorito del ex presidente Georg Bush (1989-1993), padre del actual mandatario.
Gates defiende un enfoque "realista" de la política exterior y muestra poca paciencia hacia los neoconservadores y los nacionalistas agresivos, como el vicepresidente Dick Cheney o el propio Rumsfeld, quien ejerció vital influencia durante el primer periodo de gobierno del presidente George W. Bush tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Los llamados realistas prefieren la acción multilateral y dan prioridad al fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
En cambio, los neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la Organización de las Naciones Unidas en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales.
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Hace dos años, Gates presidió un equipo especial patrocinado por el influyente centro académico Consejo de Relaciones Exteriores con Zbigniew Brzezinski, ex consejero de seguridad en el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981).
El Consejo propuso una política de diplomacia y de acercamiento económico con Irán, lo que fue acusado de "contemporización" por varios prominentes neoconservadores.
Tras la salida de Rumsfeld y los comicios legislativos del martes, en los que los demócratas se aseguraron una mayoría en la Cámara de Representantes y se perfilan para lograr también con una mayoría más estrecha en el Senado, Cheney y sus amigos neoconservadores quedaron más marginados que nunca.
"Si la tendencia en el segundo periodo de Bush es vista como lo que un amigo mío una vez llamó 'imperceptible giro de 180 grados' de la ideología neoconservadora al realismo político, entonces será un gran logro", señaló el analista Gary Sick, un especialista en Irán de la Universidad de Columbia que trabajó con Gates en el Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Carter.
"Desde mi perspectiva, creo que éste es uno de los giros políticos más significativos de los últimos seis años", añadió.
El analista sostuvo que el reemplazo de Rumsfeld por Gates, en el mejor de los casos, le dará a la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice, de la escuela realista, una mayor capacidad de maniobra diplomática que en el pasado, cuando debía contender tanto con el vicepresidente como con el secretario de Defensa.
Aunque al parecer había sido discutida desde hacía tiempo, la salida de Rumsfeld luego de las elecciones fue una ofrenda sacrificial del gobernante Partido Republicano a los victoriosos demócratas.
La crisis en Iraq, de la que Rumsfeld era la cara más visible, según las encuestas preelectorales y las realizadas a boca de urna, fue quizás el factor más importante de lo que el propio Bush llamó "golpazo" republicano.
"Como mínimo, la salida de Rumsfeld le da tiempo al presidente para ajustar la situación en Iraq y otras políticas sin que los demócratas, ahora más fuertes, pidan sangre. Pero ellos comenzarán a hacerlo pronto, si nada coherente empieza a suceder", sostuvo el analista Chris Nelson, editor del boletín "The Nelson Report".
En sus primeras declaraciones tras la votación del martes, Bush prometió buscar un "terreno común" con los demócratas en relación a Iraq, así como en otros temas, una promesa que parecía inconcebible hace apenas un mes, cuando él y Cheney acusaban a la oposición de querer "salir corriendo" de Iraq y permitir así una victoria de los "terroristas".
Mientras, la demócrata Nancy Pelosi, quien se convertirá en la primera mujer presidenta de la Cámara de Representantes, y el probable próximo líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, propusieron la realización de una conferencia nacional sobre la política en Iraq.
La mayoría de los demócratas creen que Washington debería fijar un calendario para retirar dentro de un año o dos los más de 140.000 soldados que están en el territorio iraquí, y así frenar el creciente costo en vidas y dinero de la ocupación y liberarse de la cada vez más encarnizada guerra civil en ese país.
Se espera que demócratas y republicanos tengan en cuenta las recomendaciones del Grupo de Estudio sobre Iraq (ISG), creado por el Congreso e integrado por representantes de ambos partidos, que se espera presente su informe antes de mediados de 2007.
Es significativo que Gates sea uno de los miembros republicanos del ISG y se haya reunido en septiembre con altos representantes de Irán y de Siria, países que han sido boicoteados diplomáticamente por el gobierno de Bush.
Esas reuniones despertaron fuertes especulaciones de que el informe del ISG seguramente recomendará un acercamiento con Teherán y Damasco, así como con otros gobiernos vecinos de Iraq, como parte de una estrategia para facilitar el repliegue de las fuerzas estadounidenses e impedir que la guerra sectaria en ese país se propague más allá de sus fronteras.