Vestida de pantalones vaqueros y suéter, Julia* observa prudentemente mientras su madre habla sobre ella. Pero conforme avanza la entrevista, va ganando confianza y contesta por sí misma. Es una de las tantas víctimas del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en Mozambique.
"Cuando el psicólogo me dijo que tenía VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), me enojé", contó Julia con una voz sin rastros de amargura. Tiene la serenidad de una persona mucho mayor de 13 años.
"Nunca lloré, incluso a pesar de que pensaba que me iba a morir. Eso fue el 12 de diciembre de 2005", dice sin dudar. Su madre sonríe y le toma las manos para darle aliento.
Su madre cree que Julia se infectó con el virus durante una transfusión de sangre que recibió hace casi 10 años, cuando estuvo enferma de paludismo. Es la única persona infectada en su familia.
Casos como el de Julia suscitan preocupación internacional, y serán objeto de debate este viernes, Día Mundial de la Lucha contra el Sida.
"El psicólogo me explicó con un dibujo cómo el virus atacaba mi sistema inmunitario. Y así es como me enfermé tanto. Sólo pesaba 49 kilos y mi cuenta de CD4 (proteína encontrada en las células, que ayuda a combatir el virus) era de apenas 100", contó.
Si la cuenta de una persona es inferior a 200 significa que ésta no se encuentra en condiciones de resistir en forma efectiva a un virus, y debe tomar medicamentos antirretrovirales para prolongar su vida.
"El psicólogo entonces me explicó cómo las drogas antirretrovirales atacarían al VIH en mi cuerpo", añadió.
Julia ahora debe tomar sus medicinas a las ocho de la mañana y a las ocho de la noche. Su salud ha mejorado. Uno de los principales desafíos que afronta es vivir en una sociedad que estigmatiza a las personas son sida, incluyendo a los niños y niñas.
El secretismo que rodea a la enfermedad en Mozambique contribuye al aumento de su prevalencia. Se estima que 16,2 por ciento de la población de entre 15 y 49 años está infectada con el VIH. Julia está entre los 100.000 niños menores de 15 años que padecen el virus.
La mayoría de los niños con VIH fueron infectados por sus madres durante el embarazo, el parto o el amamantamiento. Muchos mueren en los dos primeros años de vida. Los medicamentos antirretrovirales los ayudan a sobrevivir.
Los enfermos deben llevar una dura carga psicológica en la sociedad mozambiqueña.
Julia se atiende en el Hospital Día Pediátrico de Maputo, inaugurado en 2004 con apoyo de la embajada de Francia y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. El sanatorio asiste a más de 2.000 niños y niñas con VIH.
Muchos mueren porque sus padres los llevan cuando es demasiado tarde, señaló la directora del hospital, Paula Vaz. Esto se debe al miedo al estigma, sostuvo.
"Los niños aceptan su condición de VIH positivos más rápido que sus padres. Son los padres quienes con frecuencia niegan lo que les sucede a sus hijos", explicó Vaz.
La médica recordó cómo un paciente de 11 años fue expulsado de su escuela por estar infectado por el VIH. "Me llené de ira cuando lo escuché", contó.
Vaz organizó una campaña para educar en escuelas a maestros y a alumnos sobre el VIH/Sida con actividades atractivas para los niños, incluyendo un campeonato de fútbol.
"Reconocí a algunos de mis pacientes en la escuela. No había mucha felicidad en al ambiente", señaló.
Vaz sostiene que los niños se adecuan bien al tratamiento. "Nuestro mayor éxito hasta ahora es nuestra tasa de supervivencia de pacientes, que es de 95 por ciento luego de dos años de administrar drogas antirretrovirales. Se puede lograr, pero necesitas a un equipo comprometido" con la tarea, indicó.
El hospital ofrece una asistencia global, que incluye tratamiento médico, psicológico y nutricional. Sólo pocos niños reciben tratamiento de segunda línea, esto es, en casos donde los pacientes experimentan gran resistencia o tienen severos efectos colaterales a las drogas.
La consejería y el apoyo psicológico para los niños son parte central de la atención en el hospital. Artistas acuden dos veces a la semana para trabajar con los niños en un mural.
"Esto le ayuda a los niños expresar emociones que a veces no pueden poner en palabras", dijo Vaz.
A Julia le encanta pintar y escribir poesía sobre temas relacionados con el sida y sus sentimientos. "Mis poemas llevan el mensaje de que no estamos solos y que somos muchos en la misma situación. Me siento normal, como cualquier otra niña", afirmó.
(*) El nombre ha sido cambiado para proteger su privacidad.
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