El director de un documental recién estrenado sobre las subcontrataciones estadounidenses en Iraq, Robert Greenwald, espera que su obra funcione «como herramienta para el debate».
"Iraq For Sale: The War Profiteers" ("Iraq a la venta: Los especuladores de la guerra") dura 75 minutos. "Quise que fuera breve para que los espectadores puedan discutirla después de verla", dijo Greenwald a IPS.
"Comenzar a tratar la especulación de la guerra requerirá tres cosas: presión, vergüenza pública y, finalmente, legislación", opinó.
Greenwald recordó que su filme anterior, "Outfoxed", sobre la parcialidad de la cobertura informativa de la cadena televisiva Fox News, también era breve con el mismo objetivo.
"Hago todos mis filmes como una herramienta para debatir los temas del momento. Organizaciones religiosas, militares y cívicas han exhibido mis películas y realizado debates a continuación", señaló.
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"Iraq For Sale" puede ser descrita como una película antibélica en el espíritu de "The Fog of War" ("La niebla de la guerra"), de Errol Morris, cuyo tema favorito es la historia estadounidense, o "Fahrenheit 9/11", de Michael Moore, que se concentra en el problema de la manipulación política.
La tesis de Greenwald es que el amor del gobierno de George W. Bush por la privatización está, lenta pero irrevocablemente, destruyendo los ideales democráticos de transparencia y responsabilidad.
Para su película, Greenwald entrevistó a presos iraquíes, militares estadounidenses, ex empleados contratados y funcionarios estadounidenses que denunciaron prácticas ilegales dentro del gobierno, como Bunnatine Greenhouse, ex encargado de contratos del Cuerpo de Ingenieros del ejército.
También se sirvió de gráficos para mostrar las enormes ganancias que se embolsaron Blackwater, CACI, Halliburton y Titan, corporaciones que obtuvieron jugosos contratos para asistir a la invasión, la ocupación y la reconstrucción de Iraq.
Así, Greenwald cuestionó la conveniencia de subcontratar a corporaciones dirigidas por civiles en busca de bienes y servicios necesarios para librar guerras.
CACI, por ejemplo, recibió un contrato de 60 millones de dólares por servicios de inteligencia para el ejército de Estados Unidos. Parte de ese dinero se canalizó a agentes que realizaban interrogatorios en la cárcel bagdadí de Abu Ghraib, uno de los cuales, al menos, estaría implicado en torturas, aunque la empresa lo niega.
El retrato de los especuladores de la guerra como personajes satánicos no es una novedad en las artes y las letras. En 1936, Robert Sherwood ganó un premio Pulitzer por su obra "Idiot's Delight" ("El deleite del idiota"), cuyo villano es un fabricante de armas que vende sus productos a cualquier gobierno que quiera comprarlo.
Según Greenwald, los "malos" son ahora las corporaciones estadounidenses. El pasaje más convincente de la película es la presentación de evidencias de que muchos de los supuestos torturadores de prisioneros iraquíes en Abu Ghraib eran contratistas privados.
Greenwald entrevistó a dos ex interrogadores militares estadounidenses que trabajaron en esa cárcel, Anthony Lagouranis y Joshua Casteel. "Estábamos interrogando a taxistas y repartidores de pizza", dijo Casteel en el filme.
"Realmente me estaba enojando, porque sabía que una cantidad de estos prisioneros sufrían heridas causadas por abusos y torturas, y en realidad no habían hecho nada", agregó Lagouranis.
"¿Por qué los contratistas estadounidenses y el personal civil de las empresas no son responsabilizados por sus acciones?", preguntó Shareef Akeel, un abogado experto en derechos civiles que representaba a un preso en Abu Ghraib.
Durante las entrevistas con Lagouranis y Casteel, Greenwald muestra algunas de las imágenes ahora famosas de reclusos iraquíes desnudos y sometidos a abusos. Quienes los sometieron a interrogatorioss también aparecen en algunas de esas fotografías.
"Los contratistas privados en Abu Ghraib tenían más conocimiento de los procedimientos de inteligencia que los soldados apostados allí", dijo Greenwald a IPS.
"Algunos de los contratistas privados tenían experiencia previa" en la cárcel ubicada en la base naval estadounidense en Guantánamo, Cuba, "y la mayoría de ellos eran mayores que los soldados, quienes eran entrenados principalmente para custodiar a los presos, no para recabar información de inteligencia militar", explicó.
La brigadier general Janice Karpinski, que trabajó en Abu Ghraib, señala en la película que el contratista de los interrogadores privados en esa cárcel "está seguro en una oficina en alguna parte de Estados Unidos sin ninguna supervisión directa. Parece excusar a todos de eso", agregó, en alusión a las acusaciones de tortura.
El problema de la responsabilidad del gobierno estadounidense en la tortura volvió a concentrar la atención de los medios periodísticos en las últimas semanas, cuando el vicepresidente Dick Cheney dijo al periodista radial Scott Hennen que el método de interrogatorio conocido como "water-boarding" (submarino) no era demasiado duro.
"Por un momento yo fui criticado como el vicepresidente de la tortura. Nosotros no torturamos", aseguró Cheney.
Cheney fue presidente de Halliburton, cuya subsidiaria Kellogg Brown & Root recibió más dinero por contratos relativos a la reconstrucción de Iraq y al apoyo a las tropas que cualquier otra empresa. En total, esa firma recibió más de 18.500 millones de dólares.
Según un informe de la Agencia de Auditoría de Contratos de Defensa, Halliburton cobró 1.400 millones de dólares de más al gobierno federal por sus servicios, "y estoy seguro de que esa cifra aumentó", expresó Greenwald a IPS.
Titan obtuvo un contrato de 2.000 millones de dólares por servicios militares, buena parte de los cuales fueron destinados al reclutamiento de 4.000 traductores en Iraq. A Lagouranis no le gustaba trabajar con esos intérpretes "porque eran terribles".
Desde que las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos invadieron Bagdad en 2003, el Congreso no aprobó ni una ley para controlar la especulación de las empresas con esa operación militar.
Los proyectos des enmienda 3.313 y 3.292, que habrían prohibido el uso de contratistas en Iraq y restringido las especulaciones bélicas, respectivamente, no se aprobaron. Ni un solo parlamentario republicano apoyó a ninguna de ellas.
Muchos espectadores se preguntan a lo largo de la película si los realizadores de "Iraq for Sale" trataron de obtener respuestas de las corporaciones identificadas en el documental. Al cabo del filme, aparecen numerosos pasajes de Greenwald y sus colaboradores hablando por teléfono.
"No pudimos hablar con todos", relató Greenwald. "Contactamos a un muchacho de Blackwater en su celular, pero estaba apurado por irse. Ocasionalmente, recibimos un correo electrónico o nos devolvieron una llamada de un representante de medios de estas corporaciones, pero no obtuvimos nada sustancial de ellos que pudiéramos usar en la película."