La contaminación de la atmósfera amenaza convertirse en la peste urbana del nuevo siglo, causando más y más dolencias a los habitantes de las ciudades y redibujando el mapa de enfermedades infecciosas antes constreñidas a las zonas tropicales, afirman especialistas.
Más de la mitad del petróleo consumido en el mundo corresponde al sector del transporte. Casi 25 por ciento de los gases de efecto invernadero lanzados a la atmósfera se deben a la quema de ese y otros combustibles fósiles, como el carbón y el gas, que además de recalentar el clima terrestre, elevan la incidencia de enfermedades en las ciudades.
La contaminación del aire mata prematuramente a dos millones de personas por año, más de la mitad de ellas en países en desarrollo, según las Directrices sobre la Calidad del Aire, publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 5 de este mes, como una apelación a los gobiernos para que adopten normas más rígidas sobre emisiones.
"Ante la proliferación de pruebas sobre el impacto de la contaminación atmosférica en la salud, la OMS ha revisado y ampliado sus Directrices sobre la calidad del aire ya en vigor para Europa, elaborando así las primeras aplicables en todo el mundo", dijo el comunicado de la organización.
De acuerdo a esas normas, la reducción de las emisiones de partículas inhalables con un diámetro inferior a 10 micrones, o PM10, (el micrón es la milésima parte del milímetro), podría abatir las muertes en las ciudades en cerca de 15 por ciento al año.
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En muchas urbes, la concentración actual de PM10, emitido sobre todo durante la quema de combustibles excede los 70 microgramos por metro cúbico de aire. Las Directrices recomiendan reducirlo hasta 20 microgramos para prevenir infecciones respiratorias, dolencias cardíacas y cáncer de pulmón.
La OMS también estableció límites más estrictos para las concentraciones de ozono en la atmósfera baja, de 120 a 100 microgramos por metro cúbico. Este contaminante se forma por acción de la luz y el calor del sol sobre residuos industriales y del transporte, como los compuestos orgánicos volátiles, el óxido de nitrógeno y el dióxido de nitrógeno. Es causante de problemas respiratorios y ataques de asma.
Se redujeron asimismo las concentraciones permitidas del dióxido de azufre, de 125 a 20 microgramos por metro cúbico.
Un día antes del lanzamiento de las Directrices, el impacto de la contaminación atmosférica en el ambiente y la salud humana fue analizado por científicos y más de 50 comunicadores de todos los continentes, en el IV Foro Internacional para Periodistas sobre "Protección de la Naturaleza, protección de la salud", promovido por la Asociación Cultural Greenaccord entre el 4 y el 7 de octubre en Monte Porzio Catone, cerca de Roma.
"Además de causar muertes, la contaminación atmosférica eleva la cantidad de internaciones hospitalarias y de casos crónicos de dolencias respiratorias y cardiovasculares. Es responsabilidad de los gobiernos proteger a los seres humanos de un ambiente nocivo. Respirar aire limpio debe ser un derecho humano", argumentó la directora de la Escuela Suiza de Salud Pública, Ursula Ackermann-Liebrich.
El aumento de los vehículos movidos a combustible para motores diésel en las últimas dos décadas preocupa a los especialistas, pues la combustión de gasóleo libera contaminantes más sutiles y más dañinos, dijo.
"Cuanto más contaminado el aire, más disminuye la función pulmonar, generando más cansancio y muerte. La contaminación atmosférica en las ciudades del siglo XXI es semejante a lo que fue la peste en épocas medievales. Estudios muestran que en Europa redujo en 8,6 meses la expectativa de vida de sus habitantes", subrayó Ackermann-Liebrich.
El impacto tiende a agravarse, pues en los próximos 30 años la mayoría de la población mundial nacerá en ciudades de países en desarrollo, con falta de recursos para enfrentar ese rápido crecimiento y la concentración poblacional en áreas urbanas, estimó Pierre Quiblier, coordinador de la Iniciativa relativa a los vínculos entre la salud y el medio ambiente de la OMS y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
En el Foro, realizado con apoyo de la agencia internacional de noticias IPS (Inter Press Service), el especialista defendió la adopción de un sistema de movilidad sustentable basado en la equidad social, el transporte integrado a corredores, la administración del uso de la tierra, la prioridad para los vehículos no contaminantes y la mejora de la tecnología del transporte.
"Las nuevas tecnologías vehiculares no resolverán por sí mismas el problema. Todo el sistema de transporte debe ser reformulado", dijo Quiblier.
Además de la mortalidad y las crecientes hospitalizaciones, la quema de combustibles fósiles lanza a la atmósfera gases que agravan el efecto invernadero —el principal de los cuales es el carbono— responsables del recalentamiento global, según la mayoría de científicos.
En un planeta más caliente, cambiará el mapa de enfermedades infecciosas como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla y la leishmaniosis.
"El próximo informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), que será divulgado a mediados de 2007, tendrá muchas evidencias de que los cambios climáticos inducen cambios en la salud humana de manera global", dijo el científico Andrei Karanja Githeko, del Instituto de Investigaciones Médicas de Kenia y uno de los que trabajó en el nuevo estudio.
El aumento de casos de enfermedades infecciosas ocurre durante las olas de calor, las inundaciones y las sequías prolongadas. Estos fenómenos climáticos extremos tienden a ser más frecuentes e intensos con el aumento de la temperatura del planeta, que ya subió 0,7 grado desde el siglo XIX.
"La malaria se extenderá de la Amazonia (norte de América del Sur) hasta Argentina (en el sur). Lo mismo ocurre en África. En Europa, donde las condiciones de vida son mejores, la tendencia es contraria a una epidemia de esta enfermedad. Pero hay sorpresas, como ocurre con la fiebre del Río Nilo, que de Nueva York pasó rápidamente a otras zonas de Estados Unidos", dijo Githeko en entrevista con IPS.
Los países en desarrollo deben crear sistemas de vigilancia sanitaria y de control de vectores, como los mosquitos, en todas las regiones, inclusive en aquellas donde actualmente esas enfermedades no se presentan, como forma de prevenir las epidemias, sostuvo.
"Los sistemas de salud de estos países no están preparados para enfrentar las consecuencias de los cambios climáticos. La mayoría están preocupados apenas con los problemas ya existentes y sólo reaccionan ante las crisis", estimó.
Ya han aparecido casos de leishmaniosis en áreas donde no existía este mal, como el norte de Italia, el norte de Croacia, Suiza y Alemania. Antes existían picos en el verano, y ahora también en las demás estaciones, relató Bettina Menne, médica del Centro Europeo Ambiente y Salud de la OMS y una de las autoras del capítulo sanitario del estudio del IPCC.
"Sin reducir las emisiones (de gases invernadero), las medidas de adaptación a un planeta más caliente no serán suficientes", dijo.
Con el calor aumentan las enfermedades intestinales causadas, por ejemplo, por la salmonela.
"La mala alimentación, además, puede ser uno de los peores efectos de los cambios climáticos", alertó. El recalentamiento puede reducir la producción agrícola en gran parte del planeta, principalmente en los países en desarrollo, dijo Menne.