Si el primer ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki se sentía plenamente confiado en la promesa del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de que mantendría sus soldados en Iraq en forma indefinida, debería pensarlo mejor. La ocupación se torna cada vez más difícil de sostener.
Aunque Bush se mantiene firme en su determinación de conservar a las tropas, las circunstancias políticas, sin mencionar el acelerado declive de la situación en Iraq hacia una guerra sectaria generalizada, claramente conspiran contra sus planes.
Hay claras señales de que el apoyo a la estrategia del presidente de "mantener el curso" de sus planes se está erosionando.
Cada vez más líderes del gobernante Partido Republicano, como el presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, John Warner, expresan preocupación por la situación en Iraq y ponen en duda la promesa del mandatario de que ese país se convertirá de alguna forma en un modelo de transformación democrática para Medio Oriente.
Además, el cada vez más probable triunfo del opositor Partido Demócrata en las próximas elecciones legislativas estadounidenses del 7 de noviembre, en las que podría recuperar el control de la Cámara de Representantes, y quizás también del Senado, pone en jaque los planes de Bush.
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La gran mayoría de los demócratas apoyan la idea de fijar el plazo de un año para el repliegue de las tropas. Esa postura les ha permitido ganar un creciente apoyo popular, pese a que han sido calificados de "débiles" en la lucha contra el terrorismo.
Similares señales se ven en Londres, el más estrecho aliado de Washington en la "guerra mundial contra el terrorismo" y el mayor contribuyente de tropas fuera de Estados Unidos en la coalición que ocupa Iraq.
El nuevo jefe del Ejército de Gran Bretaña, Richard Dannatt, en una larga entrevista para el diario Daily Mail, usó los mismos argumentos esgrimidos el año pasado por el más destacado propulsor de la idea del repliegue de tropas entre los demócratas estadounidenses, el congresista John Murtha.
El gobierno británico "debería sacarnos (de Iraq) pronto, porque nuestra presencia exacerba los problemas de seguridad", dijo al periódico, y añadió que lo menos que se podía esperar ahora de ese país de Medio Oriente es que tenga una democracia liberal tal cual pronosticó Bush.
Las declaraciones de Dannat, según una columna del ex instructor en la Real Academia Militar británica y ahora director del Centro para Análisis de Política Exterior, Paul Moorcraft, reflejan el pensamiento de todo el "sistema militar británico".
El hecho de que la columna de Moorcraft haya sido publicada el lunes en el periódico The Washington Times, incondicionalmente partidario de las políticas de Bush, deja la impresión de que incluso los republicanos más conservadores han llegado a un punto de quiebre en relación con la guerra en Iraq.
De hecho, el diario anunciaba en su portada del lunes un artículo que contrastaba las evaluaciones optimistas a inicios de este año hechas por el máximo comandante de Estados Unidos en Iraq, George Casey, con sus más recientes declaraciones, en las que ponía en duda la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes para reemplazar a las estadounidenses, la condición básica de Bush para iniciar un repliegue gradual.
Casey había pronosticado a inicios de este año que Estados Unidos podría reducir el número de soldados en Iraq de los actuales 130.000 a unos 30.000 para diciembre.
Sin embargo, Washington aumentó su contingente a más de 140.000 efectivos en los últimos meses, un nivel que según el jefe del Ejército, Peter Schoomaker, debería mantenerse hasta 2010. Esta estimación provocó verdadero pánico entre los congresistas republicanos, concientes de que la ocupación de Iraq es el mayor escollo para su triunfo en las elecciones de noviembre.
El incremento en el número de soldados se debió sobre todo al agravamiento de la violencia en Bagdad, donde el número de muertes registradas al mes por el Ministerio de Salud iraquí aumentaron de 1.400 en los inicios del verano boreal a más de 2.600 en septiembre.
Incrementando la presencia de tropas en la capital iraquí, Washington espera contener la violencia sectaria, pero eso parece muy lejano.
"Los militares estadounidense tienen un programa de dos fases para la seguridad en Bagdad", explico en una entrevista televisiva el lunes el analista Juan Cole, especialista en Iraq de la Universidad de Michigan.
"Pero la batalla por Bagdad ya se libra desde agosto, y no sólo no hubo una disminución de los ataques, sino que estos aumentaron. Hemos tenido 50, 60, 70 cadáveres apareciendo en la capital todos los días, con disparos detrás de las orejas", señaló Cole, quien propuso un "repliegue paulatino". Pero la violencia no está limitada a Bagdad ni al baluarte insurgente sunita en la provincia de Al Anbar, fronteriza con Jordania.
El fin de semana, una serie de asesinatos en represalia entre sunitas y chiitas dejaron más de 100 muertos en la ciudad de Balad, unos 80 kilómetros al norte de la capital, en un área cuya vigilancia fue cedida a las fuerzas iraquíes por parte de Estados Unidos apenas el mes pasado.
Mientras, las bajas estadounidenses también aumentaron desde agosto, cuando fueron enviados más soldados para pacificar Bagdad.
El número de efectivos caídos aumentó de 63 en agosto a 74 en septiembre, y en lo que va de este mes ya llegó a 60. Octubre así se podría convertir en el mes con más bajas en casi dos años, añadiendo argumentos a favor de los que piden un urgente repliegue.
Todo esto creó pánico entre los partidarios de la ocupación, incluso y especialmente entre los neoconservadores que impulsaron con entusiasmo la invasión en 2003.
En un artículo publicado esta semana en el Weekly Standard, el analista Reuel Marc Gerecht, del centro académico conservador American Enterprise Institute, admitió que "crece un consenso en Washington", en todos los sectores políticos, sobre la necesidad de una "rápida salida" de Iraq.