Una bomba estalló fuera de una escuela de esta central ciudad iraquí, 70 kilómetros al oeste de Bagdad, en el preciso instante en que IPS hablaba con alumnos y maestros en su interior.
El director sonrió y advirtió: "Vas a escuchar muchas de éstas por día si te quedas uno o dos días más. La resistencia no terminará hasta que el último estadounidense se vaya".
Los alumnos tampoco prestaron atención a la explosión que sacudió puertas y ventanas de la escuela medio destruida de esta ciudad cercana a Faluya.
Los niños y niñas crecen en un país ocupado, y también aprenden a apoyar la resistencia a las fuerzas invasoras.
"Los estadounidenses son malos. Mataron a mi familia", dijo Mustafa, de 11 años. Sus parientes murieron en la operación Furia Fantasma contra Faluya en noviembre de 2004, cuando trataban de huir de la ciudad, explicaron maestros.
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En los ataques, lanzados por las fuerzas estadounidenses, murieron miles de personas, y se destruyó gran parte de esa ciudad y de otras cercanas.
"Dios enviará a todos los estadounidenses al infierno", gritó otro niño de la clase.
"¿Cómo vamos a enseñarles a perdonar cuando ven que los estadounidenses matan a sus parientes todos los días?", dijo la maestra Shyamaa. "Las palabras no pueden ocultar el derramamiento de sangre y estas muestras de destrucción. Las palabras tampoco pueden esconder los ataques diarios que ellos ven", añadió.
Para el director, el choque de civilizaciones es una realidad de cada día.
"La brecha entre civilizaciones se amplía por los crímenes contra la humanidad que el gobierno de Estados Unidos perpetra en todo el mundo. Parecen decididos a destrozar el planeta. Sus huellas no pueden borrarse para las generaciones venideras", sostuvo.
Al salir de la escuela, mujeres y ancianos se acercaron a este corresponsal de IPS. Uno de ellos presumió que su hijo combatía con la resistencia. "Estoy orgulloso que sea un héroe, que luche contra estos estadounidenses. Y pensar que nos hablaban de derechos humanos ", afirmó.
Más lejos, en la misma calle, la gente estaba nerviosa. Parecía prestar atención a algo fuera de lo común. Un conductor explicó a IPS que los insurgentes suelen dar algún tipo de alerta codificada antes de lanzar una bomba, para poner en alerta a la población.
Mientras este corresponsal tomaba notas al borde del camino, antes de dejar Khaldiya, un joven que pasaba en bicicleta gritó: "La única salida para los estadounidenses es dejar esta provincia o enfrentar la muerte".
Las fuerzas invasoras están abandonando algunas ciudades. Dhuluiya, Talafar y Faluya, al oeste de Bagdad, se están transformando virtualmente en zonas prohibidas. Los ataques contra las Fuerzas Multinacionales, encabezadas por Estados Unidos, siguen aumentando.
"Nos siguen pidiendo que les entreguemos combatientes", dijo a IPS un agricultor de la zona. "Así los pueden torturar en (la cárcel iraquí de) Abu Ghraib, la base de Falcon, el aeropuerto de Bagdad y otros centros de detención".
Pero los insurgentes tienen cada vez más respaldo, y están lejos de ser entregados.
En los ataques de la resistencia, a menudo interviene un pequeño automóvil que aparece de la nada. El conductor ataca a tanques y camiones estadounidenses que trasladan soldados y desaparece con rapidez. La población local nunca informa de dónde salió el hombre o hacia dónde se fue.
Cada día mueren en promedio tres o cuatro soldados de las fuerzas invasoras en ese tipo de atentados.
Según el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos, por lo menos 2.754 soldados murieron en Iraq y más de 44.000 resultaron heridos o regresaron a su país por enfermedad.
Los efectivos estadounidenses están abandonando las ciudades, pero no el país. El jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, general Peter Schoomaker, dijo el miércoles que se mantendría la cantidad de efectivos en Iraq, unas 15 brigadas, al menos hasta 2010.
"Éste no es un pronóstico de que las cosas estén yendo mal o bien, simplemente tengo que tener suficientes municiones en el cargador para seguir disparando mientras ellos así lo quieran", declaró.