Las autoridades de Serbia comenzaron finalmente a alentar a la población a reciclar los desechos domiciliarios, práctica que deja atrás la vergüenza de la suciedad y produce importantes ahorros al país.
"Durante décadas los serbios pensaron que era tarea exclusiva del Estado hacerse cargo de la basura", dijo a IPS Miroslav Nikcevic, director de la Administración para la Protección del Ambiente.
"Ese fue el remanente de décadas de sistema comunista y de una década, como la del 90, de poca actividad económica, pero la mejora de la situación a partir de 2000 puso el tema en el candelero", apuntó.
En el pasado, los parques, zonas ribereñas y bordes de carreteras fueron ensuciados con botellas de plástico usadas y latas, una imagen que los medios locales e internacionales de comunicación a menudo etiquetaron como "la vergüenza de Serbia".
"Si no se hubiera hecho nada, este país podría haber estado cubierto con entre 130.000 y 200.000 toneladas de desechos plásticos en tres años", advirtió Nikcevic.
"Sin embargo, los nuevos esfuerzos por separar el plástico para el reciclaje y la introducción en los últimos años de varias plantas de procesamiento pequeñas finalmente cambiaron la corriente", añadió.
La falta de cuidado ambiental fue vista como otro remanente de las políticas que guiaron al país hasta 2000, cuando fue derrocado el gobierno de Slobodan Milosevic, que había asumido en 1989.
La década de los 90 trajo consigo sanciones internacionales por el rol de Serbia en las guerras en Croacia y Bosnia. Las sanciones condujeron a una inactividad económica casi completa, excepto en producción de alimentos y electricidad.
La situación no dejó espacio para la conciencia ambiental. Pero la caída del régimen de Milosevic y el constante desarrollo de la economía a través de la inversión extranjera generaron una nueva premisa.
Ahora el ambiente se protege, pero eso tiene un costo. "Serbia importó granulado para envoltorios de plástico a un precio que varía de 1.200 a 1.400 dólares la tonelada", explicó a IPS Gordana Petrovic, directora de la Agencia para el Reciclaje.
"Teniendo en cuenta solamente la producción de agua embotellada, la factura llega a docenas de millones de dólares al año", detalló.
El plástico reciclado en el país cuesta menos de 400 dólares la tonelada. Esto significa un importante ahorro para las plantas de agua y otras empresas manufactureras de productos líquidos.
La Agencia para el Reciclaje presiona a los donantes internacionales para que financien grandes plantas de reciclaje de plástico, a un costo de 6,6 millones de dólares cada una.
"Con varias plantas de esa clase podríamos crear entre 5.000 y 10.000 puestos de trabajo", sostuvo Petrovic.
Hasta ahora, 30 de las 180 municipalidades de Serbia comenzaron a separar desechos, con distintos contenedores para papel, plástico y metal.
"La gente está reaccionando de un modo fantástico; es realmente alentador", expresó Petrovic. "Muchos no sabían que el plástico no es biodegradable. A menudo se sorprenden de descubrir que no puede desintegrarse durante décadas", comentó.
Actualmente también hay más conciencia sobre el reciclaje de metal. Ya existen docenas de pequeñas plantas destinadas a ese fin.
"El metal luce más concreto y más caro, por eso las personas comprenden mejor esta necesidad", señaló Petrovic. El reciclaje de metal para la industria de Serbia ya ahorró millones de dólares, aseguró.
Algunos expertos exigen nuevos incentivos para alentar la adecuada eliminación de productos contaminantes a largo plazo, como el plástico.
Petrovic y Nikcevic destacan que la experiencia en la vecina Croacia fue un ejemplo. Allí se paga una kuna (menos de tres centavos de dólar) por cada botella entregada para su reciclaje y, por ello, docenas de miles de estos recipientes fueron recolectados en los últimos meses en el marco de este programa.
"Incluso turistas extranjeros en la costa adriática de Croacia se unieron al esfuerzo durante el verano, aunque no hay nada que uno pueda comprar por una kuna. Un periódico, por ejemplo, cuesta 15 kunas", dijo Petrovic.
Ahora, 90 por ciento de los desechos plásticos son recogidos para su adecuada eliminación en Croacia, según estimaciones oficiales.
"Los efectos sobre las personas que quieren a Croacia tanto limpia como ahorrativa en lo relativo a la importación de materia prima son para tener en cuenta", evaluó el periódico Vjesnik, de Zagreb.
Serbia tuvo un éxito similar con el reciclaje de vidrio. En los últimos seis años, dos fábricas dedicadas a esta tarea que ofrecían un dinar (seis centavos de dólar) por un vaso hicieron que miles de hogares se vaciaran de botellas y frascos de todas clases.
"Ahora no se verán desechos de vidrio en Serbia", según Petrovic. El vidrio y el plástico constituyen casi 20 por ciento de los residuos en Serbia.