En América, «la única cosa que se puede hacer es emigrar», declama un desencantado Simón Bolívar mientras navega por el río Magdalena, un día de 1830, hacia el puerto caribeño de Santa Marta, donde la muerte en diciembre de ese año le impidió embarcarse rumbo a Europa.
Que sea verdadera o falsa la expresión importa poco "porque, como latinoamericanos, todos tenemos un Bolívar en nuestro corazón", comentó a IPS el actor colombiano Sebastián Ospina, un gigantón cuyos casi dos metros de altura no le impiden encarnar al héroe que, según sus biógrafos, medía apenas entre 1,62 y 1,68 metros.
Ospina mismo adaptó para las tablas, con el título de "Agonía", la novela "La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte", de su compatriota Víctor Paz Otero, y trabaja bajo la dirección de Sandro Romero, representante como el actor de nuevas corrientes teatrales en Colombia.
Paz Otero hizo ficción con 61 cartas supuestamente enviadas por este héroe de la independencia americana a su compañera sentimental, la quiteña Manuela Sáenz (1797-1856), mientras que Ospina le dio forma de monólogo, de una hora de duración, para estrenarla el 2 de agosto en Bogotá. Ahora desembarcó en Venezuela.
No son las grandes proezas o momentos de gloria los que se rememoran sobre el escenario, sino un clamor, lleno de sentimiento y emoción, hasta desnudar a un Bolívar que siente la pérdida del sueño de una América tan unida como libre, así como se siente empujado a la muerte por el desdén o el abandono de los pueblos que ha liberado.
Aplastado por el peso de su gloria, indignado, Bolívar reacciona poético y pasional, en las letras de Paz Otero y la voz de Ospina.
"Si he de morir, Manuela, quiero que sepas que íntima y definitivamente anhelo que la noche inabarcable de la muerte sea como tu misteriosa carne delicada, y quiero suplicarte que cuando tú mueras, te hagas enterrar desnuda junto a mí, para que, exangües cada noche y alegres cada aurora, despertemos a mirar este mundo que ahora nos desprecia", es lo que habría escrito Bolívar camino del sepulcro.
O también que "por ti fui hombre, Manuela. En ti encontré la inédita ternura que nunca habías prodigado a nadie. Te amé y te quise disuelta en mi existencia; te quise mía como mi alma y como mi infatigable anhelo de alcanzar la gloria. Y ahora que estoy muriendo, Manuela, tú eres ese delirio que está en mí y con el que me enterraré".
Bolívar tuvo ciertamente veleidades literarias, como atestigua su pieza titulada "Mi delirio sobre el Chimborazo", escrita en Riobamba (Ecuador) en 1823.
"El tratamiento ficticio de nuestras figuras históricas es tan legítimo como el riguroso de las academias", comentó a IPS, tras presenciar la obra, el embajador de Colombia en Venezuela, Enrique Vargas Ramírez, autor de piezas teatrales sobre su compatriota José Asunción Silva y el español Federico García Lorca, y también con borradores de una obra sobre Bolívar.
Vargas Ramírez vaticinó una buena acogida en Venezuela de la pieza, "debida a la gran cultura histórica del público de este país". Ospina ha mostrado "Agonía" no sólo en Caracas, sino en poblaciones pequeñas como Caripe y Araya, en el noreste, y en el amazónico Puerto Ayacucho, al sur.
"Quizá muchos de esos espectadores nunca habían visto una obra de teatro, y agradecían que esta pieza les hiciese conocer a Bolívar de otra manera. Se sorprendían de que hubiese sido tan mal pagado por la historia", comentó Ospina.
Bolívar, "muy utilizado políticamente en América Latina, tanto por la izquierda como por la derecha, es un hombre que tiene sueños inconmensurables", según el actor que, desdoblado en guionista, se propuso "bajarlo del pedestal, hacerlo más humano" y acercarlo al presente.
De allí que públicos como el colombiano se hayan identificado tanto con parlamentos como en el que el Libertador, reflexionando sobre las desdichas de la vida en estas tierras, comprende las ansias de emigrar de muchos de sus actuales coterráneos.
Ospina, quien defiende el género monólogo como desafío actoral y búsqueda de empatía con el público, quiere llevar "Agonía" por los países conformados en las tierras liberadas en buena medida por la espada de Bolívar, como Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
También, por los pueblos y ciudades que, Magdalena abajo, recorrió Bolívar en su último viaje, en los meses finales de 1830, una travesía que noveló el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez en "El general en su laberinto".