Cuando se habla de pena de muerte, no hay lugar para errores, dudas u omisiones. No existen mecanismos para revisar el fallo de culpabilidad de alguien cuando ya ha sido ejecutado.
Sin embargo, en los últimos años, los análisis de ADN han permitido descubrir en Estados Unidos muchos de estos errores que acabaron con personas inocentes en el patíbulo o, en el mejor de los casos, condenadas de por vida.
Jeffrey Mark Deskovic, de 33 años, pasó casi la mitad de su vida en una prisión de Nueva Cork, condenado por una violación y un asesinato que no cometió. Un estudio de ADN (ácido desoxirribonucleico) demostró que Deskovic no era culpable, y quedó libre el miércoles.
Afortunadamente, su castigo no fue la pena capital. Tenía 17 años cuando fue condenado a cadena perpetua.
"Se suponía que iba terminar mis estudios, comenzar una carrera, casarme, formar una familia, pasar tiempo con ella, compartir los últimos años de vida de mi abuela ", dijo Deskovic a los periodistas cuando abandonaba el tribunal.
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En 2004, Ryan Matthew, convicto por el asesinato de un comerciante del meridional estado de Louisiana, escapó de la pena de muerte cuando los fiscales retiraron todos los cargos en base a resultados de exámenes de ADN.
Hay otras historias de ejecuciones y juicios realizados demasiado rápidamente, y de errores cometidos demasiado fácilmente. Y, aún así, las matanzas aprobadas por el Estado continúan.
Ahora, las pruebas genéticas ayudan a demostrar que personas inocentes siguen siendo asesinadas o llevadas al pabellón de la muerte. Y también dejan expuestas las fallas del sistema judicial de Estados Unidos por las cuales se envía a inocentes a la cárcel e incluso se los somete a la pena de muerte.
El Centro sobre Condenas Equivocadas, de la Escuela de Leyes de la Universidad Noroccidental, documentó por lo menos 38 ejecuciones contra las cuales había contundente evidencia de inocencia o serias dudas sobre la culpabilidad desde que la pena capital fue reinstaurada, a mediados de los años 70.
Según este estudio, aunque la inocencia no fue demostrada en ningún caso específico, no hay dudas razonables de que algunos de los ejecutados eran inocentes.
La Unión para las Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU, por sus siglas en inglés) documentó los casos de 123 prisioneros que esperaban la muerte y que, desde 1973, fueron absueltos y liberados antes de concretarse sus ejecuciones.
Oficialmente, los tribunales no consideran alegatos de inocencia después que una persona fue ejecutada. En el pasado, quienes intentaban demostrar su inocencia tenían que hacerlo reexaminando la evidencia ya presentada y volviendo a entrevistar a testigos e investigadores, pero sin certeza de llegar a un resultado concluyente.
En los últimos 20 años, sin embargo, obtuvieron una nueva herramienta: los análisis de ADN.
Mientras en los años 80 los exámenes genéticos todavía eran vistos con recelo por los fiscales, hoy en día su aplicación y acceso demuestran que son esenciales en muchos juicios, volviéndose cada vez más aceptados.
"El ADN introdujo cambios drásticos en todo el sistema de justicia penal. Ahora, las ejecuciones son vistas con más escepticismo gracias a estas pruebas", dijo a IPS Richard Dieter, director ejecutivo del Centro de Información sobre la Pena de Muerte.
Salvo en el caso de gemelos idénticos, la estructura del ADN de una persona es única. Alrededor de 10 por ciento del ADN contiene cromosomas. El resto es ADN "sin código", parcialmente constituido de secuencias idénticas. Los expertos analizan las "unidades repetidas" para compilar el perfil genético de una persona, que adopta la forma de una serie de números y se vuelve esencial para las investigaciones.
"En los últimos tiempos, debido a las absoluciones de condenados a muerte logradas gracias al ADN, muchos que en principio pueden apoyar el castigo máximo han cuestionado su legitimidad, dado el riesgo de ejecutar a una persona inocente", dijo a IPS Sarah Tofte, investigadora del programa para Estados Unidos de la no gubernamental Human Rights Watch.
Esto llevó a que algunos fiscales, funcionarios dedicados a aplicar la ley, políticos conservadores y otros apoyen moratorias de la pena de muerte, cuando no su abolición directa. El personal del Centro sobre Condenas Equivocadas fue pionero en la investigación y litigio de condenas erróneas, basándose, en buena medida, en análisis de ADN.
Su trabajo, que demostró la inocencia de 11 hombres que aguardaban ser ejecutados en Illinois, fue clave en la decisión del ex gobernador George H. Ryan de suspender las ejecuciones en ese central estado estadounidense en enero de 2001.
El Proyecto Inocencia, que trabajó para liberar a Deskovic, solamente maneja casos donde exámenes genéticos posteriores a las condenas pueden dar como resultado pruebas de inocencia concluyentes. Hasta la fecha, ayudó a sobreseer a 184 personas, dejando al descubierto que las sentencias equivocadas no son raras.
Los análisis de ADN señalan una necesidad mayor: reformar el sistema penal, incluyendo un freno al uso de la pena de muerte, manifestaron expertos en derechos humanos.
"Los sobreseimientos de prisioneros —condenados a muerte o no— representan apenas la punta del iceberg de las fallas de nuestro sistema de justicia penal. Hay un riesgo intolerablemente alto de que muchas personas actualmente encarceladas sean inocentes, incluyendo las que esperan ser ejecutadas", declaró a IPS John Holdridge, director del Proyecto de Pena Capital de la ACLU.
Hasta fines de los años 90, los análisis de ADN eran raramente usados por su elevado costo, de miles de dólares. Pero con la mejora de las nuevas tecnologías, el precio se redujo a unos 1.000 dólares, cifra pequeña comparada con lo que cuesta en promedio un juicio.
Texas, por ejemplo, con unas 300 personas rumbo al cadalso, gasta unos 2,3 millones de dólares por caso, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte.
"Ahora casi todos pueden costear un análisis de ADN. Debería estar disponible de modo gratuito y automático para cada prisionero que espera ser ejecutado y para cada persona acusada de un delito. Además, debería estar disponible gratuitamente para todos los presos con un alegato de inocencia sustantivo", señaló Holdridge.
Las pruebas de ADN jugaron un rol clave a la hora de establecer la inocencia de prisioneros en por lo menos 14 casos de los 123 sobreseimientos registrados desde 1973, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte.
No obstante, el alcance del ADN se limita a los pocos casos en los que hay evidencia biológica disponible. Por cada absolución mediante prueba genética, hay incontables casos donde los exámenes no pueden ayudar, porque no queda material biológico en la escena del delito o la evidencia se perdió o destruyó.
"Los análisis de ADN constituyen una herramienta muy buena para demostrar la inocencia de los acusados, pero desafortunadamente no significa el fin de las ejecuciones equivocadas", opinó Holdridge.
Sin embargo, son buenos para señalar las debilidades del sistema judicial de Estados Unidos: personas inocentes todavía son condenadas a muerte por el gobierno.
"Es de esperar que la población en todo el mundo continúe preocupada e indignada por el asunto de la pena capital. Es esencial para el éxito que la gente la reconozca como una degradación de los valores humanos", concluyó Dieter.