El primer ministro israelí Ehud Olmert debe estar preguntándose desde dónde vendrá el próximo ataque a su cada vez más endeble gobierno.
Olmert enfrenta una batalla en torno al presupuesto estatal 2007 que amenaza con desestabilizar a su conflictiva coalición. También tribulaciones legales sobre designaciones políticas que hizo cuando ocupaba un puesto anterior y las implacables críticas sobre la conducción de la ofensiva militar que lanzó en julio contra el movimiento islámico chiita Hezbolá en el Líbano.
A diferencia de los primeros días de la guerra, cuando su popularidad se disparó a un grado sin precedentes, Olmert ahora se halla luchando por sobrevivir.
El nuevo deporte de los analistas —y de sus enemigos políticos— es predecir cuánto tiempo le queda en el poder. Algunos dicen que apenas meses.
Todos los días, nuevos títulos de prensa describen lo que el primer ministro planea hacer con su tambaleante coalición de gobierno.
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Esto incluye librarse del ministro de Defensa y líder del centroizquierdista Partido Laborista, Amir Peretz, y colocar en su lugar a Avigdor Lieberman, líder del derechista Israel Beiteinu, buena parte de cuyos adeptos son inmigrantes rusos que constituyen alrededor de 20 por ciento del electorado.
Otra opción es establecer un amplio gobierno de unidad nacional que incluya al laborismo y al derechista Likud, el ex partido de Olmert. Y además reorganizar el gabinete e instaurar al ex primer ministro Ehud Barak (1999-2001) como titular de Defensa, para reforzar la débil imagen del gobierno en asuntos militares.
Si las portadas no se refieren a las preocupaciones políticas de Olmert, entonces son sobre las legales. A comienzos de la semana pasada, el controlador del Estado recomendó al fiscal general que iniciara una investigación penal sobre una cadena de designaciones políticas realizadas por Olmert cuando era ministro de Comercio e Industria del gobierno de Ariel Sharon.
También se están investigando denuncias según las cuales el primer ministro compró un departamento en Jerusalén por un precio menor a su valor del mercado, a cambio de favores oficiales.
Por si eso no era suficiente, el fiscal general anunció que descalificaba a dos miembros de un comité establecido por Olmert para investigar el manejo de la campaña militar contra Hezbolá.
Esto perjudicará más la posición del primer ministro, que está bajo una presión cada vez mayor para nombrar una comisión investigadora independiente en lugar del comité designado por él, sin potestad para autorizar medidas contra funcionarios en servicio, como él mismo.
El 9 de este mes, una multitudinaria manifestación en Tel Aviv exigió la instalación de una comisión investigadora independiente sobre la conducción del conflicto contra Líbano.
Pero con todos estos tormentos, el problema más grave de Olmert es que la guerra en Líbano le robó a él y a su gobierno su principal bandera política: la retirada unilateral de la mayor parte de Cisjordania, incluyendo la evacuación de decenas de asentamientos judíos en suelo palestino.
El primer ministro confirmó, en una reunión con miembros del comité parlamentario de Seguridad y Asuntos Exteriores, que su plan de retirada de Cisjordania por ahora está congelado.
La lucha y reocupación del Líbano y de partes de la franja de Gaza aplacaron el entusiasmo del público israelí por más medidas unilaterales.
En mayo de 2000 Israel se retiró unilateralmente de una zona de seguridad que había ocupado durante 18 años en el sur de Líbano, mientras en agosto de 2005 se retiró de Gaza, evacuando todas sus asentamientos judíos.
Pero, pese a la retirada de Gaza, insurgentes palestinos siguieron disparando misiles hacia territorio israelí. Y Hezbolá continuó sus ataques desde el sur libanés a la frontera septentrional de Israel.
De este modo, los israelíes perdieron la fe en el unilateralismo como método de manejo del conflicto con los palestinos y, por lo tanto, en la principal iniciativa política de Olmert.
Esto dejó al primer ministro buscando desesperadamente un nuevo plan para actuar en la región. Tanto el líder laborista Peretz como el ministro de Seguridad Pública Avi Dichter, miembro del gobernante partido Kadima y ex jefe del Shin Bet (servicio de seguridad interna), hablan de la necesidad de comprometer a Siria.
Pero Olmert echó por tierra esa idea. Tras reunirse el jueves en Jerusalén con el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, quien lo urgió a convocar una conferencia internacional de paz, Olmert dijo que, si Siria estaba interesada en moverse "hacia la paz", no albergaría a organizaciones terroristas en Damasco. "Mientras haya terrorismo no puede haber progreso político", aseguró.
Si Siria está fuera de la agenda, entonces Olmert mirará a los palestinos.
La semana pasada, el viceprimer ministro Shimon Peres dijo que Olmert estará pronto para reunirse con el presidente palestino Mahmoud Abbas cuando los insurgentes palestinos liberen a Guilad Shalit, el soldado israelí que secuestraron el 25 de junio de una base militar en Israel y que desde entonces permanece cautivo en Gaza.
Abbas "debería ser invitado a las conversaciones, y creo que el primer ministro así lo hará en los próximos días", dijo Peres en una entrevista emitida en la radio del ejército. "Debe haber negociaciones sobre la 'hoja de ruta'", agregó, refiriéndose al paralizado plan de paz para Medio Oriente diseñado por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas.
Peres hizo estos comentarios el mismo día en que surgieron informes de que Peretz, el líder laborista, también estaba llamando a retomar el diálogo con los palestinos.
Israel ha estado boicoteando a la Autoridad Nacional Palestina, gobernada por el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) tras ganar las elecciones parlamentarias del 25 de enero.
Aunque Olmert dijo que no dialogaría con Hamas mientras esta organización se niegue a reconocer al Estado de Israel, no renuncie a la violencia y no honre todos los acuerdos previos entre israelíes y palestinos, sí está pronto para reunirse con Abbas, cuyo partido, Fatah, más moderado, perdió poder ante Hamas.
Olmert intenta ansiosamente crear una nueva agenda política para su debilitado gobierno, y podría obtener cierta asistencia —y algún consuelo— de un par suyo que tiene sus propias tribulaciones políticas.
El primer ministro británico Tony Blair prevé llegar a Israel el sábado por la noche para una visita durante la cual se espera que coloque el asunto palestino como una prioridad en la agenda.