Mejorar la rentabilidad de la agricultura y la sustentabilidad del manejo de la tierra son algunas de las claves para mejorar la calidad de vida de los pobres radicados en áreas rurales, según Rodney Cooke, del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA).
En la reunión del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), celebrada los días 29 y 30 de agosto en Ciudad del Cabo, la palabra clave fue "asociación". Allí, ese Fondo recibió fondos por 3.000 millones de dólares.
Aunque el propio FMAM es un programa conjunto de los programas de la ONU para el Desarrollo (PNUD) y para el Medio Ambiente (Pnuma) y del Banco Mundial, también depende de la asociación con otras agencias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y bancos de fomento para realizar su trabajo.
Pero, ¿qué significan estas asociaciones en la práctica? ¿Cómo se traducen en beneficios prácticos para los países en desarrollo, en los que el FMAM concentra sus esfuerzos?
Buscando responder estas preguntas, IPS conversó con Rodney Cooke, director del Departamento de Administración de Programa del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), una de las agencias que implementan proyectos para el FMAM.
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IPS: —¿Por qué poner a una organización dedicada al fomento de la agricultura en la misma mesa que el FMAM?
Rodney Cooke: —El FIDA está, básicamente, dedicado a la reducción de la pobreza rural. Como la mayoría de las personas que viven en áreas rurales dependen directa o indirectamente de la agricultura, es clave mejorar la rentabilidad de sus sistemas de cultivo para mejorar su calidad de vida. Eso nos lleva de inmediato a cuestiones ambientales, vinculadas con la pobreza de los suelos y la inestabilidad de las lluvias.
Quienes toman las decisiones ambientales en las áreas rurales son los agricultores. Ellos deciden si van a usar un sistema de cultivo u otro, si van a talar los bosques. La simetría entre el FIDA y el FMAM es que nuestra mira está puesta en los agricultores pobres, habitantes de áreas rurales, aquellos que toman decisiones de alcance local que involucran a preocupaciones ambientales globales.
—¿Podría dar un ejemplo de un proyecto en que el FMAM y el FIDA fueron capaces de trabajar juntos?
—Estos proyectos deben referirse a actividades nacionales sobre las cuales el financiamiento del FMAM pueda lograr beneficios globales.
En Kenia tenemos varios programas comunitarios de administración de recursos naturales, o de mejoramiento de los medios de vida. Uno es en Monte Kenia. La zona en cuestión está al lado de un área montañosa protegida.
Como ese parque nacional es un recurso mundial, en nuestras discusiones con el FMAM hemos diseñado un componente de ese programa para la preservación de la biodiversidad en el Monte Kenia, y también para reducir la degradación de la tierra. En otras palabras, con prácticas sustentables de manejo de la tierra.
—En la reunión del FMAM, usted observó que la principal preocupación de los beneficiarios de proyectos del FIDA es la supervivencia y el mejoramiento de la productividad agrícola, más que el ambiente.
—Si uno vive con un dólar por día en un área de tierra empobrecida, la preocupación principal es la alimentación de la familia. Eso me hace recordar la alternativa que desde su título señalaba una mesa redonda que moderé en Johannesburgo, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable en Johannesburgo: "Supervivencia o una vida mejor".
—No obstante, ¿nota usted una conciencia ambiental mayor de parte de estas comunidades?
—La prioridad de los pobres es cómo producir alimentos suficientes para ellos y para sus familias. Ésa es y tiene que ser su preocupación. Podemos discutir la elección de un cultivo diferente o mecanismos de cultivo diferente.
Pero los pobres del campo saben que si eso solamente funciona una temporada, entonces no funciona.
—¿Los proyectos exitosos se "ponen de moda"? ¿Los miembros de comunidades vecinas toman nota de estas iniciativas e intentan emularlas?
—Sí, lo estamos viendo. Es una medida clave de la efectividad del FIDA. Marruecos es un buen caso a citar.
Ovejas y cabras sobrepastoreaban un área seca de Marruecos. Entonces, lo que hicimos en nuestro programa fue acordar con los habitantes de la zona que formarían cooperativas basadas sobre sus sistemas de clanes y aldeas y que no podrían continuar con el sobrepastoreo.
Nuestro proyecto les suministraría alimentos para que no permitieran pastorear en ciertas áreas de sus campos. Esperarían que esas áreas se regeneraran, porque los animales no estarían pisoteando y comiendo todo lo que estuviera a su alcance.
Entonces, acordaron financiar la fertilización con el dinero de sus propias cooperativas.
Este proyecto funcionó durante seis años en 200 aldeas. La clave del éxito fue tener un enfoque diferente, una organización diferente que diseñaron sus propios integrantes. Ellos eran los interesados en que diera sus frutos.