Cinco años después de los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington, Canadá mantiene sus tropas en Afganistán, en medio de un resurgimiento de la organización islamista Talibán que apañaba entonces a la red terrorista Al Qaeda.
Luego de los atentados, que acabaron con 3.000 vidas en las torres gemelas del World Trade Center neoyorquino y en el Pentágono, sede del Departamento de Defensa en la capital estadounidense, Canadá envió 2.300 soldados a acompañar la operación militar estadounidense en territorio afgano.
Pero luego, el gobierno canadiense, entonces encabezado por el liberal Jean Chrétien, no apoyó automáticamente la intervención estadounidense en Iraq, iniciada el 20 de marzo de 2003 y que acabó a la postre con el régimen de Saddam Hussein.
Como muchos otros países del mundo, Canadá no aceptó uno de los principales argumentos del presidente estadounidense George W. Bush para invadir Iraq, según el cual Saddam Hussein estaba vinculado con los atentados de 2001.
En cambio, el gobierno de Chrétien prefirió continuar apoyando el proceso de reconstrucción de Kabul, la capital afgana, mientras las fuerzas estadounidenses continuaban luchando contra los remanentes de Talibán y Al Qaeda en el país asiático.
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Cinco años después, las milicias de Talibán resurgen en sus bastiones del sur afgano. Los comandantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que sucedieron a los de Estados Unidos en la lucha antiinsurgente comprobaron que el desafío era mayor de lo previsto.
El actual gobierno de Canadá, hoy encabezado por el conservador Stephen Harper, intentó reclutar nuevos soldados para enviar a Afganistán. El diario Globe and Mail reveló un proyecto de aviso de prensa según el cual se trataba de una oportunidad excitante para "combatir el terrorismo".
Pero la creciente impopularidad de la misión de Canadá en Afganistán, evidente en las últimas encuestas al respecto, revela que la invocación al 11 de septiembre carece de la resonancia que tiene en Estados Unidos, según observó el periodista Scott Taylor, editor de Esprit de Corps, una revista dirigida a militares.
El recuerdo de los atentados mantiene a Estados Unidos atado a Afganistán, pero los ciudadanos de los otros países integrantes de la OTAN tienen un compromiso menos emocional con el combate al extremismo islamista de Talibán, según Taylor.
El periodista se preguntó cuánto tiempo más el comando de la alianza occidental podrá mantener su operación, dadas las bajas que sufren sus fuerzas en territorio afgano.
"Un oficial canadiense en Afganistán nos dijo que los insurgentes reclutan a 15 personas cada vez que (la misión extranjera) mata a una, sólo porque esa baja deja sentado un ejemplo. Esos tipos se convierten en mártires", dijo.
Nadie en Canadá quiere que Afganistán se convierta en el equivalente del empantanamiento de Estados Unidos en Iraq, consideró el analista de defensa Steve Staples, del Instituto Polaris, organización académica con sede en Ottawa.
"Parece un ciclo sin sentido de ataques y represalias y reivindicaciones de victorias, respondidas con más ataques suicidas. Los soldados canadienses están en una situación en la cual reciben disparos de adolescentes desde motocicletas, y matan a niños de 10 años porque temen por su propia seguridad", según Staples.
Los canadienses no logran conciliarse con la idea de que sus soldados están involucrados en la contrainsurgencia, agregó.
El gobierno de Canadá ha tratado de convencer a la ciudadanía de que la actual misión militar en Afganistán se compone de "socorristas con armas", sostuvo Staples. "Creen que lograrán el apoyo de la opinión pública a la misión si le dan un aspecto humanitario", explicó.
Pero los equipos de reconstrucción de Afganistán, encabezados por varios ejércitos de la OTAN, tienen dificultades para cumplir con su tarea en el volátil sur de Afganistán mientras se desarrolle una guerra allí, dijo John Watson, director de la organización humanitaria Care Canada.
Las grandes organizaciones humanitarias, como World Vision y Save the Children, se mantienen fuera de Afganistán porque prefieren no ser vistos por la población como asistentes de la operación contrainsurgente de Estados Unidos y la OTAN, explicó el activista.
"Están atrapados en una situación en la que se construye una escuela y la detonan porque la intención real de los constructores es ganar los corazones y las mentes", dijo Watson a IPS.
El resurgimiento de la insurgencia se atribuye, en buena medida, al enfoque de la estadounidense Operación Libertad Duradera, consistente en aniquilar a Talibán, que recibe críticas porque no deja espacio para garantizar la seguridad de la población ni para la reconstrucción.
La atribución de facultades más amplias a la OTAN tiene el propósito de rectificar algunos de esos errores, pero John Siebert, director ejecutivo de la organización Project Ploughshares, cree que "las reglas del combate no cambiarán".
Esa estrategia no funciona, según Sam ZiaZarifi, director de investigaciones de Asia de la organización de derechos humanos Human Rights Watch.
"No se derrota a la insurgencia en ninguna parte sólo matando al enemigo, como dijo el presidente afgano Hamid Karzai: cada asesinado es un afgano que tiene familia, y no se ganan los corazones y las mentes matando a tanta gente", concluyó. ***** +A cinco años del 11/9, el Talibán regresa (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38601) +El bumerán de la guerra contra el terrorismo (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38681) +Decae la fe en intervenciones militares (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38615) +Recuerdos del 11/9 (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=38605) (FIN/IPS/traen-mj/pw/ks/wd 1s ip hd ik mm na/06)