Las fuerzas de la coalición entraron sin dificultad a Afganistán en 2001, pero ahora no pueden salir del pantano que crearon con sus pésimas políticas de desarrollo y ante el resurgimiento del movimiento islamista Talibán, que se afianza día a día.
Efectivos de la coalición dirigida por Estados Unidos, y cada vez más por Gran Bretaña, sufren crecientes ataques. Uno de los más audaces fue perpetrado la semana pasada cerca de la embajada estadounidense en Kabul, en el que murieron varios soldados y civiles, a pesar de que se trata de una de las zonas más seguras de la capital.
En las últimas semanas, el ejército británico sufrió un gran número de bajas en su contingente desplegado en el sur del país tras un acuerdo con Estados Unidos, que insistió en compartir las posiciones más peligrosas.
La coalición internacional que lleva adelante la Operación Libertad Duradera en Afganistán cuenta además con el respaldo de 27 países, y está integrada por 19.000 efectivos, principalmente estadounidenses y británicos, pero también de Canadá, Dinamarca y Francia.
Además, se reunieron efectivos de 36 países que conforman la Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad (ISAF), que ahora asumió el control del sur. El contingente quedará pronto compuesto por 17.000 efectivos.
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Afganistán sufre hoy una gran oleada de violencia, sobre todo en las meridionales provincias de Helmand y Kandahar.
El centro académico independiente Senlis Council, que analiza el impacto de las políticas de drogas, en especial en Afganistán, informó la semana pasada que el Talibán controla hoy la mitad del sur del país.
El informe critica a los programas de erradicación forzada de adormidera, materia prima del opio, la morfina y la heroína, porque dejan sin sustento a la población, volcándola hacia los talibanes.
El trabajo también indica que las malas políticas de desarrollo fortalecen al movimiento islamista en el sur, ya que se concentran principalmente en Kabul, en gasto en defensa y en medidas de seguridad.
La creciente inestabilidad plantea grandes dificultades para los efectivos de la coalición y para los gobiernos que decidieron enviarlos allí. La duda que surge ahora es hasta cuándo podrán soportar la escalada de violencia.
"La respuesta a esa pregunta depende de que la comunidad internacional tenga o no resistencia, y del compromiso a seguir apoyando al gobierno afgano en sus esfuerzos por garantizar la seguridad y la reconstrucción", dijo a IPS Christopher Langton, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.
"Si resiste, y esperamos que lo haga, entonces habrá posibilidades de que la insurgencia muera a medida que la población afgana vea los beneficios de la reciente prosperidad", añadió.
¿Reciente prosperidad? Lo que la mayoría de los afganos ven es pobreza.
El director ejecutivo del Council Senlis, Emmanual Reinert, dijo a IPS que se pueden ver "casi todos los días niños muriendo por desnutrición" en los campamentos de desplazados en torno a la ciudad de Kandahar.
El movimiento Talibán se aprovechó de la situación, indicó Reinert.
"Los talibanes utilizaron todo esto para decir: 'Cuando estábamos allí, quizá éramos más duros y crueles, pero ustedes podían alimentar a su familia. Ahora miren lo que les pasa'. El movimiento da cada vez más respaldo y servicios sociales a la población local", agregó.
Las fuerzas de la coalición están concentradas en la opción militar para lidiar con lo que principalmente es un problema de desarrollo.
La mano dura no logró reducir el cultivo de opio. De hecho, éste se incrementó de forma alarmante. Varias versiones sugieren que los talibanes estarían promoviendo su plantación, mientras los agricultores pobres sufren.
Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) revela un aumento de 59 por ciento en las plantaciones de opio, alcanzando este año las 165.000 hectáreas.
"Las armas del Talibán son financiadas con dinero ensangrentado, y por insurgentes que participan activamente en el comercio", señaló el martes en Bruselas el director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio María Costa.
La ONU teme que la enorme cosecha esté contribuyendo a impulsar la insurgencia talibán en el sur.
"Le pido a las fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) que destruyan los laboratorios de heroína, cierren los mercados de opio, ataquen los convoy que transportan el producto y entreguen a los grandes traficantes a la justicia. Invito a las naciones de la coalición a dar el mandato y los recursos necesarios a esa organización", señaló Costa.
La erradicación forzada de adormidera impuesta a los agricultores tiene como objetivo cortar la fuente de heroína a Occidente. El Senlis Council sostiene que es una medida demasiado precipitada y que podría permitirse el cultivo pero de forma controlada. Además, las cosechas podrían utilizarse para la producción de morfina y codeína, que escasean en el mundo.
"Los talibanes utilizan esto para decirle a los agricultores, podemos protegerlos si se unen a nosotros, y por lo tanto proteger su sustento", señaló Langton.
"Y éste es el asunto. ¿Cómo reemplazas su medio de vida? Se reemplaza el cultivo, pero es muy difícil de desarrollar, o se reemplaza por una actividad de otro tipo, podrían diversificarse las actividades de las comunidades agrícolas en Afganistán", agregó.
Si las fuerzas de la coalición y el gobierno de Afganistán quieren tener éxito, necesitarán desarrollar nuevas formas de sustento para los agricultores.
"Los talibán cuentan con el apoyo de la población, aldeanos, ancianos, etc. Si se van, no los van a apoyar" más, sostuvo Langton.
Pero casi no se han presentado alternativas para los agricultores afectados, ni son una prioridad. Los efectivos de la coalición que hace más de cuatro años expulsaron a los talibanes trol sólo fomentaron su renacimiento.
"Creo que 'renacer' no es la palabra más adecuada, porque los talibanes nunca se fueron en 2001", señaló Langton.
"Se retiraron a sus refugios. Así que no revivieron. Yo diría que resurgieron en ciertas zonas estratégicas", sostuvo.