Un creciente debate originado en Israel sobre si las políticas de Estados Unidos en Medio Oriente verdaderamente sirven a los intereses del Estado judío se trasladó ahora a Washington.
Ahora también influyentes voces dentro de la comunidad judía en Estados Unidos comienzan a cuestionar las posturas de línea dura de la administración del presidente George W. Bush.
El debate, que se inició poco antes de la guerra este mes entre Israel y el movimiento chiita libanés Hezbolá (Partido de Dios), en la que Washington dio un respaldo incondicional a Tel Aviv, se centró en principio en los esfuerzos de Bush para aislar a Siria, vínculo indispensable para el apoyo en armas de Irán a las milicias chiitas.
La controversia podría marcar el inicio de un cuestionamiento más amplio a la dependencia de Washington del unilateralismo, el poder militar, y los planes de "cambio de régimen" en Medio Oriente, políticas defendidas fervientemente por los neoconservadores y los líderes derechistas del llamado "lobby israelí".
"Bush ha sido persuadido por autoproclamados portavoces de Israel y de la comunidad judía (en Estados Unidos) de que una guerra sin fin está dentro de los intereses israelíes", señaló en su editorial el periódico judío estadounidense Forward.
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Pero el presidente "necesita escuchar claramente que Israel está dispuesto al diálogo como una alternativa. Una 'jihad' (guerra santa islámica) eterna es algo impensable", añadió el diario poco después de que entrara en vigor el 14 de este mes un alto al fuego entre Israel y el Hezbolá, auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La publicación defendió la idea de que Israel inicie un diálogo regional con los países árabes para lograr un completo acuerdo de paz. "Es tiempo de cambiar de tono", señaló.
Aunque parece poco probable que esa idea sea aceptada por Washington o por el primer ministro israelí Ehud Olmert en el corto plazo, gana cada vez más fuerza en ambos gobiernos.
Ministros israelíes apoyaron la idea, así como algunos de los llamados "realistas" en Washington, que criticaron a Bush por no negociar con Siria.
"No puedo entender por qué no hablamos con Siria", afirmó el analista James Dobbins, del instituto independiente RAND Corporation, y quien se desempeñó como funcionario del Departamento de Estado (cancillería) ayudando a definir la diplomacia de la administración de Bush después de la guerra en Afganistán, en 2001.
"Yo creo que esta idea de no hablar con nuestros enemigos sencillamente debe ser desechada", dijo durante un foro organizado por la New America Foundation la semana pasada.
Las críticas de Dobbins son también esgrimidas por prominentes figuras de la colectividad judía, como Thomas Friedman, columnista del periódico The New York Times, Richard Holbrooke, ex embajador de Estados Unidos en la ONU, y Dennis Ross, el principal negociador estadounidense en asuntos palestinos e israelíes durante el gobierno de George Bush (1989-1993), padre del actual mandatario.
El desafío más directo a las políticas de Bush en Medio Oriente fue hecho el martes, cuando el grupo sionista Americans for Peace Now (Estadounidenses por la Paz Ahora) envió una carta al presidente pidiéndole explicaciones por su obstinada oposición a que Israel negocie con Siria.
"Lamentablemente, muchos en Israel y en Estados Unidos creen que su administración apoya los contactos sirios-israelíes", dice la misiva, que también exhorta al mandatario a "rechazar el pensamiento de aquellos que ven al régimen sirio como algo irremediable".
"Lo instamos a clarificar pública y prestamente que ése no es el caso", añade.
La determinación de Washington a aislar a Siria, sobre todo después del asesinato en 2005 del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, nunca estuvo en duda.
De hecho, cuando estalló el conflicto entre el Hezbolá e Israel, la Casa Blanca no sólo desairó una solicitud de Olmert para que Washington tuviera un acercamiento con Damasco y le pidiera que presionara al grupo chiita, sino que instó al primer ministro israelí a que atacara a Siria directamente, según informó el diario The Jerusalem Post.
"En una reunión con altos funcionarios israelíes, (el viceconsejero nacional de seguridad estadounidense Elliot) Abrams afirmó que Washington no tendría objeciones si Israel decidía extender su guerra más al norte, dejando en claro a su interlocutor que se refería a Siria", dijo a IPS una fuente bien informada, que escuchó un relato de ese encuentro de parte de uno de los participantes.
La negativa de Bush a dialogar con Damasco es lo que ha despertado las dudas en Israel si las políticas de Washington son favorables para el Estado judío.
Desde que entró en vigor el cese del fuego en Líbano, cada vez más integrantes del gabinete de Olmert proponen iniciar un diálogo con Damasco y, aunque el primer ministro rechaza la idea por ahora, parece haber abandonado su previa condición: que Washington saque a Siria de su lista de terroristas.
Mientras, prominentes israelíes intentan conocer en detalle la estrategia de Bush en Medio Oriente y sus posibles consecuencias para Israel.
En una columna publicada por el diario israelí Ha'aretz la semana pasada, el ex canciller Shlomo Ben-Ami sostuvo que la guerra en Líbano demostró "los límites del poder" militar israelí, y afirmó que un acuerdo de paz con Siria y con la Autoridad Nacional Palestina se había convertido en algo "esencial", sobre todo considerando "el preocupante declive del prestigio del aliado de Israel en esta parte del mundo".