La alarma aumenta en Estados Unidos, y no sólo porque la policía británica detuvo esta semana a 24 personas acusadas de participar en un frustrado plan para hacer explotar 10 aviones de pasajeros en vuelo hacia ciudades estadounidenses.
Se trata más bien de una sensación cada vez más fuerte de que las crisis vinculadas con el "nuevo Medio Oriente" que promete la administración de George W. Bush se están yendo de control, con potenciales consecuencias catastróficas para toda la región y el mundo.
La actual guerra entre Israel y el movimiento islamista chiita Hezbolá (Partido de Dios) ha inflamado y radicalizado al mundo musulmán, e hizo más probable una gran conflagración regional.
Al mismo tiempo, la divulgación el miércoles de la noticia de que la morgue de Bagdad recibió solo el mes pasado 1.815 cadáveres, y que 90 por ciento de estas muertes fueron causadas por la violencia reinante en Iraq, superando al récord de junio por 250 cadáveres, confirmó la propagada percepción de que ese país de Medio Oriente avanza rápido hacia una guerra civil, si no es que ya está inmerso en ella, como han asegurado varios expertos en la región.
"Las dos crisis ya desarrolladas, en Líbano y en Iraq, se combinan en una sola emergencia", escribió Richard Holbrooke, ex embajador estadounidense en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en una alarmante columna para el periódico The Washington Post.
[related_articles]
El título del artículo, "Las armas de agosto", hacía referencia a un libro sobre los caprichos diplomáticos y las batallas que arrastraron a Europa a la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
"Se podría desatar una reacción en cadena rápidamente casi en cualquier lugar entre El Cairo y (la occidental ciudad india de) Mumbai. La combinación de elementos combustibles supone una gran amenaza a la estabilidad global desde la crisis de los misiles en 1962", indicó Holbrooke
El experto aludía al momento en que Estados Unidos y la ahora desaparecida Unión Soviética estuvieron más cerca de una confrontación directa en el marco de la Guerra Fría, luego de que Moscú instalara misiles en Cuba.
Holbrooke, quien seguramente se habría convertido en el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos si el opositor Partido Demócrata hubiera ganado las elecciones de 2000 o de 2004, detalló varios de esos "elementos combustibles" que podrían desatar una gran crisis regional y hasta mundial.
Entre otras cosas, alertó sobre las amenazas de Turquía con invadir Iraq, las enormes manifestaciones antiisraelíes en Bagdad, la posibilidad de que Siria sea arrastrada a la guerra en Líbano, el resurgimiento del movimiento islamista Talibán en Afganistán y las advertencias de India con castigar a Pakistán por su supuesta participación en los atentados terroristas de julio en Mumbai.
Particularmente alarmante para Holbrooke, así como para un creciente número de los llamados "realistas" del gobernante Partido Republicano, es la aparente indiferencia de la administración Bush a esta situación.
Los "realistas" son aquellos en el gobierno que prefieren la acción multilateral y dan prioridad al fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En cambio, los neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la ONU en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales.
Desde que estalló la crisis en Líbano el 12 de julio, varios ex funcionarios de pasados gobiernos republicanos llamaron públicamente a una gran revisión de la política de Washington hacia Medio Oriente y de su conducta en la "guerra mundial contra el terrorismo".
Su mensaje común era la necesidad de presionar a Israel para un inmediato cese del fuego en Líbano, de entablar un diálogo directo con Siria e Irán tanto sobre Líbano como sobre Iraq, y de reiniciar el proceso de paz palestino-israelí.
La exhortación fue también hecha por destacados demócratas, como el ex presidente Jimmy Carter (1977-1981), su ex consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, los ex secretarios de Estado Warren Christopher y Madeleine Albright, y el propio Holbrooke.
Pero estos llamados, así como el agravamiento de la situación en Líbano y en Iraq, parecen ser ignorados por la administración de Bush.
"No hay indicios de que el presidente y sus principales consejeros sean concientes de cuán cerca estamos de esa reacción en cadena, ni de que tengan una estrategia más grande más allá de las acciones tácticas", indicó Holbrooke.
La única excepción en Washington ha sido la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, cuya oficina, bastión del realismo, ha estado bajo constante ataque desde el inicio de la guerra en Líbano por la misma coalición de neoconservadores, nacionalistas y cristianos de derecha, liderados por el vicepresidente Dick Cheney, que impulsaron la invasión a Iraq.
Rice, la única funcionaria de Washington que ha estado en constante comunicación con líderes árabes y europeos en los últimos meses, siempre subrayó la importancia de que Israel moderada sus ataques y no destruyera infraestructura civil libanesa.
Según trascendió, la secretaria de Estado se enfureció cuando el primer ministro Ehud Olmert incumplió su promesa el mes pasado de suspender los bombardeos contra Líbano por dos días.
Rice ha promovido la idea de dialogar con Siria y, según informó esta semana la revista derechista Insight, también con Irán.
Aparentemente, antes de que estallara la crisis en Líbano, Rice había logrado inclinar la política estadounidense hacia una postura más realista, sobre todo en lo referente a Irán. Pero encontró una muralla en el propio Bush, de acuerdo con Insight.
"En los últimos 18 meses, 'Condi' tenía prácticamente carta blanca para fijar el rumbo de la política exterior. Pero, de pronto, el presidente cambió de opinión y quiso tener la última palabra", dijo a la revista una "alta fuente del gobierno".