En su guerra contra Hezbolá, Israel apunta, más que a defenderse de las amenazas del partido chiita libanés, a eliminar los elementos que disuaden a Estados Unidos de atacar las centrales nucleares de Irán, según diversas evidencias.
Al planificar la destrucción de la mayor parte del arsenal de Hezbolá e impedir su aprovisionamiento desde Irán, Israel parece haber actuado con la esperanza de borrar los argumentos del gobierno de George W. Bush para archivar la opción militar contra el programa nuclear iraní.
Y esa razón fue evitar una lluvia de cohetes de Hezbolá sobre Israel.
El experto en defensa nacional israelí Edward Luttwak, del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, cree que el gobierno de Ehud Olmert lanzó sus bombardeos para que Bush cambiara de idea respecto del ataque a Irán.
Luttwak aseguró que, según funcionarios del gobierno estadounidense que mantuvieron con él contactos reservados, el ataque contra las instalaciones nucleares iraníes se descartó en el pasado por la previsión de que una represalia de Hezbolá mataría a miles de personas en el norte de Israel.
Pero funcionarios israelíes percibieron en una guerra en Líbano para destruir el arsenal de Hezbolá e impedir su reaprovisionamiento futuro un modo para eliminar esas objeciones a la opción militar, dijo Luttwak.
El experto consideró que, según el cálculo israelí, sería posible degradar la fuerza misilística de Hezbolá sin sufrir demasiadas bajas, a través de un ataque preventivo.
"Sabían que un ataque con cohetes de Hezbolá cuidadosamente preparado y coordinado sería mucho más catastrófico que otro efectuado bajo ataque israelí", explicó.
El experto israelí en seguridad Gerald M. Steinberg, de la Universidad Bar Ilón —y quien suele reflejar las posiciones del gobierno de Ehud Olmert—, evitó vincular la destrucción del arsenal de Hezbolá con un posible ataque a Irán, en una entrevista que le realizó el centro académico estadounidense Consejo de Relaciones Exteriores.
Pero acotó que en Israel hay "cierta expectativa" de que, después de las elecciones legislativas que se realizarán en Estados Unidos en noviembre, Bush "decida hacer lo que tiene que hacer".
Steimberg dijo que Israel pretendía "una toma de posición" estadounidense según la cual "un ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes es la única opción". De lo contrario, sugirió, Israel consideraría sus propias opciones.
Expertos en cuestiones iraníes y de Hezbolá creen que el régimen islámico en Teherán suministró cohetes al movimiento chiita libanés para disuadir a Israel de atacar sus centrales nucleares.
Ephraim Kam, experto en asuntos iraníes del Centro de Estudios Estratégicos Jaffe en Israel, escribió en diciembre de 2004 que la amenaza de Hezbolá contra el norte de Israel era un elemento clave de los mecanismos de disuasión de un ataque estadounidense.
Alí Ansari, profesor de la escocesa Universidad de St. Andrews, dijo a fines de julio al diario canadiense Toronto Star que "Hezbolá siempre fue la fuerza disuasiva de Irán contra Israel".
Irán también amenazó con tomar represalias directas desde su propio territorio contra Israel con misiles Shahab-3. Pero al régimen iraní debe preocuparle que el sistema de defensa israelí Arrow intercepte la mayor parte de los proyectiles, como observó Kam.
Ese detalle de la defensa israelí eleva la importancia de Hezbolá como punta de lanza iraní desde Líbano. El partido chiita recibió algunos cohetes Katyusha, de la era soviética, con un rango de apenas cinco millas, y cientos de misiles de mayor alcance cuando Israel se retiró del sur de Líbano en 2000.
Pero el diario israelí Haaretz informó que Hezbolá tenía en 2004 más de 12.000 cohetes y misiles.
Fue entonces que el gobierno iraní percibió que el gobierno de Bush consideraba seriamente un ataque contra sus instalaciones nucleares, pues sabía que el régimen islámico pretendía enriquecer uranio.
También advirtió que Hezbolá tomaría represalias en caso de un ataque contra Irán, aunque nunca lo afirmó explícitamente.
La primera pista de la preocupación iraní por las intenciones de la campaña israelí contra Hezbolá quedó al descubierto en un informe del periodista Michael Slackman, del diario estadounidense The New York Times, el 25 de julio.
El informe indicaba que, según Mohsen Rezai, ex jefe de la Guardia Revolucionaria iraní, "Israel y Estados Unidos sabían que mientras Hamas (el partido islamista en el gobierno palestino) y Hezbolá estuvieran allí, enfrentar a Irán tendría un alto costo".
Esa era una referencia obvia al valor disuasivo de los misiles en Líbano. "Por eso, para negociar con Irán, primero deberían eliminar fuerzas cercanas a Irán en Líbano y en Palestina", agregó Rezai.
Esa noción se refuerza con el informe publicado por el diario San Francisco Chronicle, enviado por el periodista Matthew Kalman desde Tel Aviv el 21 de julio, según el cual la campaña contra el arsenal de Hezbolá lleva meses de preparación, a pesar de que el casus belli fue el secuestro de soldados israelíes por parte de la milicia libanesa.
"Hace más de un año, un alto oficial del ejército israelí comenzó a informar con mucho detalle sobre la operación hoy en curso a diplomáticos, periodistas y expertos estadounidenses y de otros países, apoyado con una presentación de PowerPoint", el conocido programa informático para ilustrar con gráficos exposiciones públicas, escribió Kalman.
El principal objetivo de la visita de Olmert a Bush el 25 de mayo era presionar a Estados Unidos para que usara la fuerza contra el programa de enriquecimiento de uranio de Irán.
Cuatro días después de la reunión, Olmert dijo a la CNN que el "umbral tecnológico" de Irán estaba "muy próximo" a la utilización de uranio enriquecido para fabricar armas nucleares.
"Preferiría tomar las medidas necesarias para detenerlos, antes que descubrir luego que mi indiferencia encerraba tal peligro", añadió.
Parece probable que Olmert hubiera discutido con Bush en mayo el plan de degradar la capacidad misilística de Hezbolá para reducir el riesgo de represalias ante una campaña aérea contra instalaciones nucleares iraníes. Y Bush habría dado entonces su aval al plan.
Luego de la entrevista, Olmert dijo a la prensa israelí, pero no a la estadounidense: "Estoy muy, muy, muy satisfecho."
La negativa de Bush a coartar la operación israelí en Líbano luego sugiere que, en realidad, alentó al estado judío a aprovechar cualquier pretexto para lanzar la ofensiva.
El plan israelí habría dado al vicepresidente Dick Cheney y al secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld nuevos argumentos para defender un golpe contra las centrales nucleares iraníes.
(*) Gareth Porter es un historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.