Los tambores que retumbaron en la calle central de Tarma, un poblado del litoral caribeño de Venezuela próximo a la capital, «convirtieron un jueves de julio en otra fiesta de San Juan», según los vecinos que festejaron con los músicos del patio y otros llegados desde muy lejos.
Es que los visitantes llegaron de India y se trató del sexteto Paban das Baul & Mother India Drums, que trajo una muestra de la percusión de esa región para alternar con los cueros templados sobre agujeros en troncos de madera, propios del Caribe hispano.
Episodios como el de Tarma se vivieron con grupos foráneos y locales en San Fernando de Atabapo, extremo sur junto a la Amazonía venezolana, en Palmira, recodo montañoso en el sudoeste fronterizo con Colombia, en las llanuras occidentales de Barinas o en el moderno Teatro Teresa Carreño, de Caracas.
Se trató de la tercera edición del festival "Todos los tambores del Mundo", destinado a "presentar una oportunidad para que los venezolanos se tomen de las manos con su ascendencia afroamericana", dijo a IPS Jannaky Tsioros, del organizador Instituto de Artes Escénicas y Musicales.
Más que eso —no alcanzó a llegar el grupo invitado Les Go Koteba, de Costa de Marfil— se trató de un encuentro de jóvenes venezolanos, que desbordaron los escenarios, con su regusto por el tambor.
Cueros, maderas, metales y semillas del mundo sonaron durante esta semana tamborera, del 12 al 17 de este mes, a través de agrupaciones de Australia, Colombia, Cuba, España, India, República Dominicana y Venezuela.
El grupo que abrió los fuegos en el Teresa Carreño, con capacidad para 2.500 espectadores y que resultó absolutamente desbordado por la afluencia de público, fue "Muñequitos de Matanzas", de Cuba, con una descarga de rumba y música ritual yoruba y abakuá.
Los cubanos mostraron porqué obtuvieron un Grammy Latino, en 2002, por su álbum "La rumba soy yo", y fueron aplaudidos a rabiar cuando hicieron retumbar las congas y sus tambores batá.
Les siguieron los australianos de Drum Drum, presentándose seis percusionistas y danzarines nativos de Papúa-Nueva Guinea y residenciados en Darwin, en el norte de ese país.
Su repertorio, creado sobre la base del sonido que genera el tambor de tronco, incorpora recursos electrónicos y agrega danzas con coloridos vestuario y pintura corporal. Deleitó a públicos de Caracas y Maracaibo, capital del occidental y petrolero estado de Zulia.
Por República Dominicana intervino "Tambor Voz del Ancestro", un grupo de 10 músicos y bailarines con ensamblajes de ritmos como salve, congo, sarandunga y merengue, con sus tambores darbuca y djembé o palo mayor.
De Colombia acudió el grupo "Mapalé", que tomó su nombre de esa danza, frenética y cargada de erotismo, llevada a la zona de Cartagena por esclavos oriundos de Guinea hace cuatro siglos.
Pero Mapalé no acudió a grandes escenarios sino actuó en Guasdualito, población llanera en el extremo sudoeste del país, fronterizo con Colombia.
"Son y Sabana", otro grupo colombiano, actuó en Palmira, también una población del arco de frontera sudoeste de Venezuela, pero enclavada en las montañas andinas.
Los indios de "Paban das Baul… "viajaron hasta la Casa de Cultura en San Fernando de Atabapo, 700 kilómetros al sur de Caracas, y los australianos de "Drum Drum" estuvieron en Altagracia de Orituco, en las llanuras centrales, 150 kilómetros al suroeste de la capital.
"Romero y Compaz Flamenco", una agrupación de bateristas españoles, se presentó en una plaza caraqueña, mientras que Tambor Voz del Ancestro visitó Palmira y la ciudad de Mérida, también en los Andes venezolanos.
Por Venezuela se explayaron 25 grupos, encabezados por "Fiesta de Tambores", con un potpurrí de percusión latinoamericana y, en la principal de sus piezas, "Tierra y fuego", una presentación de mensajes conservacionistas junto al solaz de la música producto de la madera y el cuero. (
