El ataque contra el poblado de Qana, en el sur de Líbano, fue el más grave del actual conflicto armado, pero es apenas una entre numerosas operaciones letales de Israel contra civiles en esa región
El clamor internacional que desató la masacre de al menos 34 niños y 20 adultos en Qaná no logró arrancar del gobierno israelí una orden de tregua. El primer ministro Ehud Olmert descartó el lunes una interrupción de los ataques, que continuaron en la jornada.
Olmert desactivaba así las señales emitidas el domingo por su gobierno, según el cual se dispondría una tregua de 48 horas para dar tiempo a la evacuación de los civiles del área bombardeada.
Grandes cantidades de libaneses abandonaron el sur del país. Otros muchos no han logrado hacerlo, con frecuencia porque carecen de medios para hacerlos.
El ministro de Justicia israelí Haim Ramon anunció el jueves 27 que "todos" los que viven "en el sur de Líbano son terroristas que están vinculados de algún modo a Hezbolá", el Partido de Dios de tendencia islamista, chiita y prosiria.
Al justificar el castigo colectivo de la población del área, Ramon agregó: "Para impedir bajas entre los soldados israelíes que combaten contra Hezbolá en el sur de Líbano, las aldeas deben ser arrasadas por la fuerza aérea antes del ingreso de tropas de infantería."
Esta política explica la gran cantidad de heridos que llegaron a los hospitales de Sidón.
Los sobrevivientes dan cuenta de numerosos episodios de ataques indiscriminados de las fuerzas israelíes.
Khuder Gazali, conductor de ambulancias de 36 años que perdió un brazo por el impacto de un cohete israelí, dijo a IPS que su vehículo fue alcanzado cuando trataba de rescatar a civiles cuya casa acababa de ser bombardeada.
"El domingo (23) nos pidieron ayuda. Encontramos a uno de los moradores de esas casas, sin sus piernas, echado en un jardín, e intentamos llevarlo al hospital más cercano", recordó Gazali.
En el camino al centro médico, un cohete disparado desde un helicóptero israelí Apache alcanzó la ambulancia. El conductor y los cinco pasajeros sufrieron graves heridas, dijo.
"La ambulancia que intentó rescatarnos también fue bombardeada por un Apache. Todos los que estaban adentro murieron. Una tercera ambulancia pudo rescatarnos."
Gazali sufrió heridas de metralla en todo el cuerpo. "Esto es un crimen. Quiero que el público de Occidente sepa que los israelíes no diferencian entre inocentes y combatientes. Cometen actos perversos. Atacan a los civiles. Son criminales."
Ibrahim al-Hama, de 16 años, fue alcanzado por una bomba israelí cuando nadaba con sus amigos en un río, cerca de un poblado al norte de Tiro.
"Mataron a dos de mis amigos y a una mujer. ¿Por qué apuntaron contra nosotros", dijo a IPS Al-Hama, hoy reponiéndose de sus heridas en el Centro Médico Labib, de Sidón.
En la habitación de al lado, un hombre cuya esposa y dos hijos se recuperaban de las heridas sufridas en un bombardeo israelí dijo a IPS que su familia dejó el poblado donde vivían, cerca de la frontera, aterrados por la dureza de los ataques y alertados por los volantes.
"Nos quedamos sin comida y los niños tenían hambre, así que se nos subimos con mi esposa y su hermana en un automóvil que seguía a una ambulancia de la Cruz Roja mientras otro llevaba a mis otras dos cuñadas. Llegaron a Kafra, donde un avión F-16 atacó el automóvil. Mis dos cuñadas murieron", dijo.
Estas operaciones israelíes con comunes en todo el sur.
El 23 de julio, una familia dejó su poblado después de que la fuerza aérea de Israel arrojó volantes para ordenar la evacuación. El vehículo llevaba una bandera blanca, pero aun así recibió los disparos de un avión israelí. Tres de los pasajeros del automóvil murieron.
El mismo día, tres de los 19 pasajeros de una gran camioneta que abandonaba la meridional aldea de Tiri murieron tras ser bombardeados por un avión israelí.
Un hombre de 43 años del poblado de Durish Zhair, al sur de Tiro, descansa en una cama del Centro Médico Labib con múltiples heridas de metralla y la mitad de su cuerpo paralizado.
"Por favor, díganles que dejen de usar fósforo blanco", urgió. "Los israelíes deben poner fin a estos ataques. No permitan que los israelíes continúen asesinándonos", dijo Zhair.
Zhair dijo que sus familiares están repartidos entre hospitales y centros de refugiados de Sidón y Beirut. Pero en el pasillo del hospital, la jefa de enfermeras, Gemma Sayer, admitió: "Toda su familia está muerta. Nos se lo podemos decir porque está muy malherido."
Las fuerzas de Naciones Unidas fueron otra vez blanco de ataque israelí. Dos soldados de la fuerza de paz en el sur de Líbano resultaron heridos en un ataque a su puesto de observación, atacado desde el aire.
La semana pasada, un misil israelí mató a cuatro observadores de la ONU. El secretario general del foro mundial, Kofi Annan, describió el operativo como "aparentemente deliberado".
Miles de manifestantes se aglomeraron frente al edificio de la ONU en Beirut el sábado luego de que al menos 34 niños y 20 adultos murieron en un refugio alcanzado por el bombardeo israelí en el poblado meridional libanés de Qana.
Los esfuerzos para evacuar a los heridos en Qana abortaron porque las carreteras alrededor del poblado habían sido previamente destruidas por los aviones israelíes.
Las fuerzas armadas de Israel se negaron a responsabilizarse por las muertes en Qana, porque, aseguraron, Hezbola usó el poblado para lanzar cohetes.
El presidente de Líbano, Emile Lahoud, dijo a la prensa el domingo que el ataque contra Qana fue una "desgracia", y advirtió que no habría posibilidad de conversaciones de paz hasta que las autoridades israelíes no dispusieran un inmediato cese del fuego.
"Los líderes israelíes no piensan en nada más que en destrucción. No piensan en la paz", se lamentó Laohud.
Por su parte, el primer ministro libanés Fuad Siniora calificó el ataque contra Qana de "crimen de guerra". Al menos 600 libaneses, la mayoría civiles, y 51 israelíes murieron desde el inicio del conflicto. (FIN/IPS/traen-mj/mm ip pi hd/06)