El primer ministro de Israel, Ehud Olmert, apoyado por Estados Unidos, pretende más con su actual ofensiva militar en Líbano que el rescate de los dos soldados secuestrados por el movimiento islámico prosirio de origen chiita Hezbolá (Partido de Dios).
El objetivo real de los bombardeos sobre Beirut parece ser la consolidación de una nueva zona disuasiva en el sur de Líbano, controlado actualmente por ese grupo islámico y en la que el gobierno libanés se resiste a desplegar sus fuerzas de seguridad.
De hecho, el viernes, Olmert le aclaró al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que Israel no detendría su operación en Líbano a menos que se implementara plenamente la resolución 1559 del Consejo de Seguridad, que llama al Hezbolá a desarmarse y al ejército libanés a tomar el control en el sur del país..
Un día antes, el ministro de Defensa israelí Amir Peretz ya había explicado el propósito del bombardeo en el sur de Líbano: impedir que el Hezbolá regrese a las posiciones que tenía a lo largo de la frontera antes del ataque del miércoles, en el que secuestró a los dos soldados y mató a otros ocho.
"Si el gobierno de Líbano no despliega sus fuerzas, como se espera de un gobierno soberano, no permitiremos que el Hezbolá permanezca en la frontera con el Estado de Israel", subrayó Peretz, y añadió que su gobierno estaba "cambiando las reglas de todo el juego".
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Más de 80 civiles libaneses han muerto desde el miércoles, cuando Israel lanzó su ofensiva.
Si Olmert en verdad pretende limitarse a las demandas que planteó a Annan, entonces su éxito dependerá en gran medida de la capacidad del público israelí para resistir a los ataques en represalia con misiles del Hezbolá y de su habilidad para contener la presión internacional para que detenga los bombardeos, que han obligado la huida de miles de libaneses a Siria.
Por el momento, el primer ministro cuenta con un gran apoyo público. Luego de que Israel retiró sus tropas en 2000 de una zona de contención que había ocupado durante 18 años en el sur libanés, muchos israelíes vieron al ataque del Hezbolá como una violación a su soberanía que debía ser severamente castigada.
Pero Olmert no podrá mantener a los habitantes del norte israelí en sus refugios antibombas por mucho tiempo. El Hezbolá lanza constantemente misiles contra las ciudades septentrionales, donde han muerto hasta ahora cuatro personas.
Hasta la tarde del viernes, el Hezbolá había disparado unos 200 cohetes contra 30 localidades e hiriendo a decenas de personas. El conflicto detuvo todo turismo en el norte israelí y, de continuar, es seguro que los residentes comenzarán a trasladarse a otras zonas.
La estrategia de Olmert parece haberse fortalecido luego de que un misil del Hezbolá golpeó Haifa, la tercera ciudad más importante de Israel.
En respuesta, aviones israelíes lanzaron panfletos sobre Beirut aconsejando a los residentes abandonar las áreas donde vivían y operaban miembros del Hezbolá. Varias horas después, fue bombardeado el baluarte del movimiento islámico en el sur de la capital.
El viernes por la noche, Israel también atacó la residencia del jefe del grupo armado, Hassan Nasrallah, quien sin embargo salió ileso y declaró una "guerra abierta" a Israel.
Nasrallah amenazó con atacar "más allá de Haifa" y señaló que su grupo había disparado contra un barco israelí en la costa libanesa, y que se hundiría con "cientos de soldados sionistas". La cadena de televisión panárabe Al Jazeera informó que cuatro marinos israelíes estaban desaparecidos, en tanto el ejército de Israel confirmó que uno de sus barcos había sido atacado.
Mientras, crecen las críticas internacionales a la ofensiva de Olmert. El presidente de Francia, Jacques Chirac, afirmó el viernes que se trataba de una respuesta "completamente desproporcionada" al ataque del Hezbolá, y se preguntó si no había "un deseo de destruir Líbano".
La Unión Europea condenó "la pérdida de vidas civiles y la destrucción de infraestructura civil" en Líbano.
Pero Olmert cuenta con el fuerte respaldo del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, quien sostuvo que el ataque del Hezbolá fue un intento "patético" de descarrilar el proceso de paz en Medio Oriente.
El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, dijo el viernes que Bush no presionaría a Olmert para que detuviera su ofensiva en Líbano. "El presidente no va a tomar decisiones militares por Israel", subrayó.
No obstante, la administración Bush teme que la operación israelí en Líbano acabe con la posibilidad de establecer un nuevo gobierno prooccidental en Beirut, sobre todo tras el fin de la presencia militar siria del territorio libanés después de casi 30 años.
Es probable que Israel pida la creación de una zona de contención en el sur de Líbano a cambio de detener su ataque, pero no de iguales características a la ocupación que mantuvo de esa zona hasta 2000.
Funcionarios de Israel son reticentes a repetir experiencia, en la que el Hezbolá causó bajas constantes en sus fuerzas militares. Hasta ahora, los ataques israelíes en Líbano han sido realizados casi por completo desde el aire, y algunos desde mar.
Es poco probable que el gobierno libanés se comprometa a desarmar al Hezbolá y a enviar sus fuerzas al sur del país. La historia no está de lado de Olmert. Beirut hasta ahora ha sido débil e incapaz de imponer su voluntad al movimiento islámico.
Además, los ataques israelíes sólo han incrementado la popularidad del grupo armado entre la población libanesa.