Los neoconservadores de Estados Unidos hallaron en la actual crisis de Medio Oriente la oportunidad de recuperar su influencia, menguante en el segundo periodo del gobierno de George W. Bush.
El ala neoconservadora del gobernante Partido Republicano, que en el primer periodo presidencial de Bush (2001-2005) dominó la política exterior estadounidense, reclama un apoyo incondicional a la ofensiva de Israel en Gaza y en Líbano, y un cambio de régimen en Siria e Irán.
Ese sector también especula con la opción de ataques de Estados Unidos contra instalaciones nucleares de Irán en represalia al apoyo de ese país a las milicias del Partido de Dios libanés, organización de tendencia chiita cuyo bastión está en el sur de ese país.
El editor del semanario neoconservador Weekly Standard, William Kristol, consideró este domingo a Irán «el principal jugador detrás de los grupos terroristas que iniciaron» lo que el periodista denominó, ya desde el título de su columna, «nuestra guerra».
El actual conflicto debería ubicarse en el centro de de «la lucha mundial contra el islamismo radical», anotó Kristol, uno de los principales ideólogos del movimiento derechista.
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El editor lamentó que Washington hubiera realizado «un mal trabajo en la resistencia frente a Siria e Irán y en su debilitamiento», y propuso a Bush volar directamente a Jerusalén desde la cumbre del «tonto» Grupo de los Ocho países más poderosos del mundo en San Petersburgo, Rusia.
Jerusalén es «la capital de una nación que está con nosotros y que está dispuesta a luchar junto con nosotros contra nuestros enemigos comunes», observó Kristol. Esa ciudad es reivindicada como capital tanto por Israel como por los palestinos, pero el periodista se refería, obviamente, a aquel país.
«Ésta también es nuestra guerra», según Kristol, también fundador y copresidente del hoy en vías de disolución Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC).
[pullquote]1[/pullquote]»Todos nosotros en el mundo libre debemos a Israel un enorme agradecimiento por su defensa de la libertad, la democracia y la seguridad contra sus subsidiarias terroristas Hezbolá y Hamas», coincidió Larry Kudlow, columnista de The National Review, semanario que compite por el público neoconservador con el Weekly Standard.
«Ellos están defendiendo su propia patria y su mera existencia, pero también defienden la patria estadounidense en su carácter de nuestro aliado democrática en el frente de Medio Oriente», sostuvo Kudlow, quien, al igual que Kristol, postuló un ataque contra Siria.
Estas dos columnas son apenas dos ejemplos entre muchos comentarios emitidos en medios de comunicación estadounidenses desde que Israel lanzó sus bombardeos contra Líbano, en represalia por el ataque mortal del miércoles pasado contra tropas israelíes a manos de Hezbolá.
La publicación de estos análisis parece parte de una campaña deliberada de los neoconservadores y de algunos de sus aliados de derecha para describir el conflicto en curso como parte de una guerra mundial.
Así, se presenta a Israel como la vanguardia de la civilización occidental y a sus rivales como extremistas islamistas organizados y dirigidos por Irán y su socio menor, Siria.
Esta tesitura ha sido expresada con cabalidad el domingo por el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, en el programa Meet the Press, de la cadena televisiva NBC, cuando describió el conflicto como «las fases iniciales de la tercera guerra mundial».
El esfuerzo por enmarcar la actual ronda de violencia dentro de una lucha mucho más amplia, y el papel de Israel como aliado de Estados Unidos en el frente más caliente de ese conflicto, recuerda las primeras reacciones de los neoconservadores ante los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington.
[pullquote]2[/pullquote]Nueve días después de esa operación, Kristol y el PNAC —en cuyas filas revistan el vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld y media docena de otros funcionarios del gobierno— pidieron en una carta abierta a Bush que no limitara sus represalias a los supuestos responsables, la red terrorista Al Qaeda y el régimen islamista de Talibán en Afganistán.
Para el PNAC, Washington también debía apuntar contra otros enemigos en Medio Oriente, como el presidente iraquí Saddam Hussein, el palestino Yasser Arafat, Hezbolá, Irán y Siria.
«Israel ha sido y sigue siendo el mayor aliado de Estados Unidos contra el terrorismo internacional, especialmente en Medio Oriente», según la carta. «Estados Unidos debería apoyar plenamente a esta democracia amiga en su lucha contra el terrorismo.»
Los componentes iraquíes y palestinos de la agenda del PNAC fueron adoptados pronto como política oficial. Pero las medidas contra Hezbolá, Sira e Irán formuladas por los neoconservadores quedaron en el borrador por el costo económico y en vidas de la guerra contrainsurgente en Iraq.
La influencia neoconservadora en el gobierno, mientras, se diluía a medida que la situación empeoraba para las tropas estadounidenses en Iraq.
Los «realistas» en materia de política exterior del gobierno, que recuperaron sus posiciones, postulaban una política menos agresiva, dirigida a asegurar la cooperación de Irán y Siria en la estabilización de Iraq y en la consolidación del gobierno democráticamente electo de Líbano, que cuenta con dos ministros de Hezbolá.
En ese contexto, el conflicto actual representa una oportunidad dorada para que los neoconservadores reafirmen su influencia y su agenda, concentrada en la defensa de Israel y en el menoscabo de Hezbolá y los dos países que lo patrocinan.