El circo despierta sueños y fantasías en el público infantil, pero en el caso de Upsala también lo hace en su propio cuerpo artístico, nutrido de niños, niñas y jóvenes de las calles de San Petersburgo, la segunda ciudad en importancia de Rusia.
El circo Upsala, que llegó a Alemania para presentarse hasta el próximo domingo en la centroccidental ciudad de Dusseldorf, está integrado por 50 artistas con edades que van desde los siete a los 18 años y que proceden de los estratos más desfavorecidos de San Petersburgo.
Son menores portadores en su mayoría de historias relacionadas con la violencia, el maltrato, el delito, las adicciones a drogas, las penurias económicas y la ausencia de perspectivas de vida.
"Nuestro objetivo es ofrecerles a estos niños de grupos sociales en riesgo una alternativa a la vida en la calle, posibilitarles su reinserción social y brindarles las condiciones favorables para su desarrollo y crecimiento", afirman en sus principios los responsables del emprendimiento.
"Se trata de la vida, no del escenario", dijo a IPS Larisa Afanaseva, directora artística del proyecto. "Cada niño tiene un talento, no para el circo sino para su propia vida. El circo es la oportunidad para descubrir ese talento", agregó.
La propuesta, única en Rusia, se basa en el método denominado socio-pedagógico-circense, en el que confluyen las tareas de profesionales de diferentes disciplinas: arte-terapeutas, directores de teatro, entrenadores acrobáticos, pedagogos, médicos, psicólogos y sociólogos.
La idea original fue concebida en 2000 por la joven alemana Astrid Schorn, al encontrarse en la noroccidental ciudad rusa de San Petersburgo realizando una práctica profesional, conmovida por los pequeños que veía deambular a diario por las calles.
El proyecto motivó luego que Schorn decidiera quedarse a vivir en la ciudad rusa para abocarse de lleno a la tarea emprendida.
Los integrantes de Upsala son contactados originalmente en calles, plazas, estaciones de trenes subterráneo y hogares de menores, e invitados a sumarse a esta propuesta de puertas abiertas, es decir, en la que nadie es obligado a permanecer.
"Al comienzo no es fácil. Desconfían, piensan que no van a poder. Incluso algunas veces sus familiares nos dicen que no creen que el circo sea para sus chicos, (que son) malos y desobedientes", relató Afanaseva.
Con todo, los resultados son positivos. Varios de los menores, tras algunos meses en el proyecto, han retomado contacto con sus familias de origen, y la mayoría de ellos ha vuelto a asistir a la escuela.
"Desde que estoy en el circo veo la vida diferente", dijo a IPS Sergei Muravlev, de 18 años y desde hace cinco en Upsala. Escueto al contestar, prefirió no adentrarse en recuerdos dolorosos, pero sí compartir en voz alta su sueño: "llegar a la Universidad y ser abogado".
Seregha Zabrodskii tiene 11 años y forma parte del grupo desde hace cuatro años. Menudo y algo tímido, con un hilo de voz dijo a IPS tras la función: "el circo significa casi todo para mí". "Cuando no estoy en el circo, voy a la calle. Además, (aquí) están mis mejores amigos, y también mi hermano Misha, que tiene un año más que yo", añadió.
Según cifras oficiales, 16.000 niños y niñas viven en la calle en San Petersburgo. Se calcula, sin embargo, que su número es aun mayor, en esta ciudad de más de cinco millones de habitantes, 40 por ciento de los cuales viven bajo el nivel de pobreza.
En este contexto y por sobre técnicas circenses, el acento de Upsala está puesto en la posibilidad de ofrecer a estos pequeños un marco adecuado de contención.
Se les brinda acompañamiento psicológico, control médico, apoyo escolar, clases de idiomas y se organizan visitas conjuntas a museos, teatros y exposiciones. Además, en los casos en que es posible y que los menores así lo desean, se los ayuda a reestablecer el contacto con sus familiares.
La iniciativa es sostenida financieramente con el aporte de fundaciones, empresas y donantes particulares de Alemania y Rusia, así como con el apoyo de múltiples organizaciones no gubernamentales de ambos países.
El circo, además, mantiene a lo largo del año un nutrido calendario de presentaciones, que durante el período de receso escolar se extiende también a ciudades de Inglaterra y Alemania, donde suelen presentarse con localidades agotadas.
"Cuento redondo" lleva por título el espectáculo actual, en el que relatan las aventuras de un niño que debe dejar su casa y lanzarse a vivir en el gran mundo que lo rodea.
"Me pareció muy corta…" se lamenta el pequeño Joachim ante su mamá, luego de presenciar la obra y sus varios bises incluidos.
"Me encantó, lo disfruté como cuando era chica", confió a IPS Ursula, una jubilada alemana de 72 años. "Además, cuando pienso que estos chicos han vivido en la calle, han pasado frío, la verdad es que no lo puedo creer…", agregó.
Sobre el escenario, el grupo se autodefine citando su propio nombre: "Upsala", la onomatopeya usada tanto en Alemania como en Rusia para levantar algo o a alguien cuando se ha caído.