TIMOR ORIENTAL: Una crisis que huele a petróleo

Pocos se aventuraron a vaticinar a fines de abril que las protestas surgidas en Timor Oriental podrían derivar en una orgía imparable de ajustes de cuenta étnicas y personales, otro condimento para añadir al desánimo de la llamada generación perdida del país más joven del planeta.

Sin embargo, analistas indican que el sello inconfundible del petróleo está detrás de la inestabilidad en esa pequeña ex colonia portuguesa del archipiélago de Java, con 880.000 habitantes, 15.007 kilómetros cuadrados de territorio y rica en combustibles fósiles no renovables. Las presuntas discriminaciones en las Fuerzas Armadas y policía ya cobraron unas 40 vidas.

Reunido en Lisboa el domingo, el Consejo de Ministros de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), decidió enviar una misión a Timor para analizar la situación, pese a que las escaramuzas entre bandos rivales que provocaron la fuga de 130.000 desplazados se van diluyendo en las calles de Dili, capital de la joven república.

Los enviados deberán estudiar las medidas de estabilidad con que pueden contribuir Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Portugal, Santo Tomé y Príncipe, que junto a Timor Oriental forman la CPLP, con 224 millones de habitantes en un espacio de 11 millones de kilómetros cuadrados en cuatro continentes.

El canciller de Santo Tomé y Príncipe, Carlos Gustavo dos Anjos, presidente de turno de la CPLP, dijo al término de la reunión en la sede de la organización en Lisboa, que la misión, a enviarse a la brevedad, incluirá, además de los ministros, a técnicos en diversas áreas que podrán contribuir para definir futuras contribuciones de la Comunidad.

La ministra de Administración Estatal de Timor Oriental, Ana Pessoa, destacó la importancia de la misión de solidariedad en este "momento oportuno", mientras el canciller portugués, Diogo Freitas do Amaral, realzó que la CPLP deberá actuar en conjunto ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y "deshacer la idea de que Timor es un Estado fracasado".

El comunicado final de la cumbre lusófona de Lisboa apela a la presencia de una fuerza militar y policial de la ONU en el territorio, un exhorto apoyado desde Dili por el canciller de Timor, José Ramos-Horta, ganador del premio Nobel de la Paz en 1996.

Ramos-Horta acaba de asumir también la cartera de Defensa, en un intento del presidente José Alexandre Xanana Gusmão por calmar los ánimos, debido al prestigio con que el jefe de la diplomacia cuenta entre los uniformados.

Consultado telefónicamente por IPS, Ramos-Horta confirmó que el mandato de la ONU —finalizado el 19 de mayo, pero que mantenido debido a la violencia— será prorrogado por otros dos años y que las fuerzas australianas, hoy de unos 1.200 hombres, podrán duplicar su número.

También señaló que Portugal mantendrá en el territorio un batallón de soldados de la Guardia Nacional Republicana (GNR), enviado hace dos semanas.

Todo se inició el 27 de abril, al desatarse una intensa crisis político-militar, alimentada por la desintegración de la Policía Nacional y en fuertes divisiones en el seno de las incipientes Fuerzas Armadas, creadas en base a los antiguos guerrilleros que combatieron al ejército indonesio.

La protesta se debió a una presunta discriminación étnica contra los Loromunus (del Oeste), por parte de los Lorosae (del Este), que según los primeros, son subyugados por la jerarquía que controlan en las Fuerzas Armadas y en la Policía Nacional.

Al extenderse a las calles de la ciudad, las disputas que hasta fines de abril se habían circunscrito a los cuarteles, causaron pánico generalizado. La policía desapareció de la ciudad y nadie logró detener a los loromunus civiles que incendiaron casas de lorosaes, los que en gran número abandonaron Dili y se refugiaron en las montañas vecinas.

A pesar de que jamás fueron más de 200 hombres, los guerrilleros comandados desde 1975 por Nicolau Lobato y desde 1979 por Xanana Gusmão, mantuvieron la lucha contra los invasores soldados de Indonesia, que eliminaron a un tercio de los 660.000 habitantes de Timor Oriental en la época, en lo que constituyó el mayor genocidio del siglo XX en relación proporcional a la población de un país.

Muchos de estos ex guerrilleros pasaron ser oficiales de un ejército regular asesorado por Portugal, el ex colonizador donde vivió y estudió la mayor parte de la diáspora timorense entre 1975 y 1999 y que contó con el apoyo de los vecinos Australia, Malasia y Nueva Zelanda.

La cara rebelde la muestra el mayor Alfredo Reinado, pese a lo cual, el presidente Xanana Gusmão aseveró el domingo en la isla indonesa de Bali que ese militar "el que provocó el problema", garantizando que "no es un rebelde, a pesar de haber levantado las armas contra fuerzas gubernamentales". Esa afirmación dio pie a diversas interpretaciones de los analistas.

El mayor Reinado abandonó la cadena de comando de las Fuerzas Armadas el 3 de mayo, junto con 20 hombres entre militares y policías, trabándose en combates con efectivos leales al primer ministro Mari Alkatiri, presidente del Frente Timorense de Liberación Nacional (Fretilin), quien asumió el poder tras la independencia en mayo de 2002 al obtener 71 por ciento de los votos.

La crisis se había iniciado días antes, cuando una manifestación patrocinada por unos 600 militares obligados a renunciar por el gobierno fue reprimida en Dili, ante lo cual Reinado, responsabilizó a Alkatiri por la violencia y exigió su dimisión. Pero el líder del Fretilin respondió que se mantenía en el gobierno hasta las elecciones legislativas de 2007.

En reiteradas oportunidades en estas últimas tres semanas, el primer ministro ha recordado que unos 200.000 de sus partidarios han permanecido en sus casas a su pedido, con el fin de evitar la guerra civil que desean provocar algunos "intereses extranjeros" presentes en Timor Oriental.

En una reciente entrevista al diario lisboeta Público, Alkatiri declinó identificar esos intereses extranjeros, porque "aun es muy temprano para explicar", pero no se prohibió de lanzar un insinuación. "¿Será que se desea evitar la presencia multilateral de la ONU para que haya presencias bilaterales?", preguntó.

La respuesta a la interrogante del jefe del gobierno timorense conduce inevitablemente a Australia, omnipresente en Dili con sus blindados que patrullan las calles junto a sus 1.300 soldados y sus helicópteros artillados Blackhawk que surcan los cielos de la isla.

Ya antes de que Timor Oriental se independizara finalmente, durante el período de protectorado de la ONU (1999-2002), comenzó la sorda lucha por influencias entre Canberra y Lisboa.

Portugal tiene a su favor los lazos afectivos, históricos y lingüísticos, pero a la vez es conciente de la distancia geográfica hacia la que fue la posesión lusitana más lejana de la metrópoli, así como del poderío económico y militar de Australia y de su capacidad técnica para explotar el petróleo y el gas natural del mar de Timor.

Por este motivo, Portugal defiende la cooperación internacional con Timor Oriental a través de la ONU, mientras Australia, si bien no cuestiona esta vía, aparece más inclinada a la relación bilateral con el pequeño vecino.

Los incidentes diplomáticos, aunque leves, entre Lisboa y Canberra no han faltado. El 4 de junio, Freitas do Amaral advirtió que "Portugal no aceptó ni aceptará nunca que la GNR se subordine al comando operacional de un militar extranjero", léase australiano, porque durante su permanencia en el sur de Iraq, una compañía de esta fuerza de policías militares actuó bajo comando italiano.

Una semana antes, el canciller luso había exhortado a no interferir en los asuntos internos de otro país al primer ministro de Australia, John Howard, cuando éste dijo que Timor tenía "serios problemas de gobernanza".

Empero, las voces que se levantan contra Howard no sólo se originan en Lisboa. En su página en Internet, el World Socialist Web Site (WSWS), se pregunta por qué raramente aparecen las palabras "petróleo" y "gas" en esta crisis.

"Alkatiri fue siempre un negociador nato, que logró disminuir ampliamente los daños de la actitud leonina de los australianos sobre los recursos del mar de Timor", afirma la publicación, para luego añadir que el primer ministro "estaba todavía buscando un socio en la poderosa China, sediento de petróleo y de gas para asegurar los niveles de su crecimiento, cuando explotó la crisis".

La opinión unánime de los analistas es que la situación política en Timor Oriental es sumamente compleja, al existir una intrincada red de complicidades y silencios que podría poner en riesgo la investigación internacional sobre la violencia a cargo de la ONU, a pesar de haber sido públicamente reclamada por todas las partes: presidente, primer ministro, oposición, rebeldes, policías y militares.

Hasta ahora, el cerco de los investigadores internacionales sólo se ha comenzado a cerrar en torno a Rogério Lobato, ex ministro del Interior, como el principal sospechoso de un intento de golpe de Estado y de tráfico de armas.

Pero acusar a Lobato no será tarea fácil ni siquiera para la ONU. Su apellido tiene un peso enorme en el país, ya que es el de una familia histórica de la lucha por la independencia desde 1975.

Su hermano, Nicolau Lobato, fue el líder guerrillero que antecedió a Xanana Gusmão en las montañas y su muerte tras 12 horas de combate contra los indonesios, el último día de 1978, pasó a ser mítica, convirtiéndole en el más celebre mártir de Timor.

Las últimas informaciones procedentes de Timor Oriental indican que, cumpliendo órdenes del gobierno, Reinado, quien tras la independencia se formó en la Universidad de Defensa de Canberra, comenzó el viernes a entregar las armas a los militares australianos que le protegen en Maubisse, 70 kilómetros al sur de Dili.

Sin embargo, este lunes, al ser visitado por Ramos-Horta, Reinado, el teniente Gastão Salsinha, que le secunda y el grupo de veteranos de la residencia que le acompañan, se mostraron reacios a seguir consignando el armamento hasta que Alkatiri no renuncie.

En declaraciones al enviado especial de la Radio Televisión Portuguesa (RTP), un grupo de rebeldes comandados por el célebre ex guerrillero Vicente Railos da Conceição, aseguraron que fueron armados por el ex ministro Lobato, en un esquema de "escuadrón de la muerte", cumpliendo órdenes de Alkatiri y cuyo propósito sería eliminar adversarios políticos.

Alkatiri negó las acusaciones, asegurando que se trata de un nuevo intento para desprestigiarle. "Están intentando endiablar mi imagen" y recordó que fue él quien dio luz verde a la ONU para iniciar ya durante el fin de semana una investigación sobre los actos de violencia, incluyendo la actividad de grupos armados para así descubrir quien distribuyó las armas.

La esperanza de pacificación reside en que estos últimos reportes parecen indicar una notoria voluntad de los tres principales dirigentes, Xanana Gusmão, Alkatiri y Ramos-Horta, para hacer primar el principio de la reconciliación nacional sobre el de justicia y responsabilidad criminal, lo que explica la tolerancia del jefe del Estado hacia el mayor Reinado y sus rebeldes. (

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