METAS DEL MILENIO: Desastres naturales obstruyen el camino

Si los países de América Latina y el Caribe no trabajan en la reducción del riesgo de desastres naturales incumplirán los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, alertaron expertos internacionales en el VII Congreso Internacional sobre Desastres, en La Habana.

"Hemos avanzado en la reducción de la mortalidad, pero el número de personas afectadas y las pérdidas económicas asociadas a cataclismos crece", dijo Francisco Arias, coordinador en funciones del sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Cuba, ante especialistas de 27 países que se dieron cita del 13 al 16 de junio.

Entre 1970 y 1999 se produjeron unos 900 desastres en el continente americano, con un costo anual promedio de entre 700 y tres mil millones de dólares, 148 millones de damnificados y ocho millones de viviendas destruidas, entre otras pérdidas.

En 2005, el impacto directo o indirecto sobre Cuba de los huracanes Dennis, Wilma y Rita costó al país más de dos mil 300 millones de dólares, según estimaciones oficiales. Un año antes, el paso de Iván causó a la pequeña isla de Granada daños por 889 millones de dólares, más del doble de su producto interno bruto (PIB) de 2003.

"Se destruyen los progresos del desarrollo, cae la economía y aumenta la pobreza. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera que si no tomamos en cuenta la reducción de riesgos de desastres no alcanzaremos los objetivos de desarrollo propuestos para 2015", agregó Arias.
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Los ocho objetivos, aprobados en Nueva York en el año 2000, son: reducir a la mitad (respecto de 1990) la proporción de personas que viven en la indigencia y padecen hambre, lograr la educación primaria universal, promover la igualdad de género, reducir la mortalidad infantil en dos tercios y la materna en tres cuartos, combatir la propagación del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), la malaria y otras enfermedades, asegurar la sustentabilidad ambiental y crear una sociedad global para el desarrollo entre el Norte y el Sur.

"El impacto de los desastres retrasa. Lo que se podría invertir en educación y salud, hay que gastarlo en reconstrucción", dijo a Tierramérica Linda Zilbert, especialista del Buró de Prevención de Crisis y Recuperación del PNUD.

Estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) indican que el aumento en la degradación ambiental y la pobreza urbana durante las últimas décadas agravó la vulnerabilidad de la población latinoamericana y caribeña, expuesta a sufrir con mayor rigor el impacto de huracanes, terremotos o inundaciones.

De ahí la necesidad de incorporar la prevención de riesgos al desarrollo sostenible con participación local y comunitaria, involucrando a las organizaciones no gubernamentales y a grupos de ciudadanos.

El "desarrollo debe disminuir el riesgo mediante una reducción de la vulnerabilidad social, económica y ambiental de las poblaciones y territorios amenazados", subrayó el Pnuma en un informe de 2003.

Para Zilbert existe una relación directa entre los peligros de desastre y el desarrollo. "Si ocurren desastres es porque existen condiciones de riesgo y hay que reducirlas", indicó la experta, quien expuso un proyecto del PNUD para recopilar experiencias en esa materia que comenzó con países andinos y luego se extendió al Caribe.

Al respecto, Zilbert y otros funcionarios de la ONU que asistieron al congreso coincidieron en que la "intervención del hombre" puede aumentar el peligro de catástrofe..

"Hay países con zonas que se inundan todos los años, pero se sigue construyendo en ellas", ejemplificó Arias, representante en Cuba de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Al respecto, Zilbert alertó que resulta más fácil pensar que "el enemigo" es la naturaleza, en vez de criticar los modelos de desarrollo. "Los desastres tienen un elemento natural, pero también hay otro vinculado a las condiciones en que vivimos", insistió.

Desde hace un par de años el PNUD trabaja en una red intercultural entre los países del Caribe para sistematizar, intercambiar y difundir iniciativas sobre cómo hacer sistemas de alerta temprana, capacitación en desastres y preparativos y reconstrucción de viviendas, entre otras prácticas.

"El reto es convertir todo eso en herramientas útiles para la región", dijo la experta. A la vez, recordó que gestionar el riesgo y generar medidas de adaptación implica un compromiso por transformar las condiciones que conducen a los desastres y el trabajo compartido en el área.

"Si no trabajamos de manera integrada no se van a reducir las condiciones de riesgo. Si las buenas prácticas y lecciones aprendidas no sirven para mejorar la capacidad y generar conocimientos, no hemos adelantado nada", concluyó.

* Corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 19 de junio por la red latinoamericana de Tierramérica.

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