En cada declaración sobre Irán, los funcionarios del gobierno de Estados Unidos repiten que el presidente George W. Bush «no descarta ninguna opción», dejando la puerta abierta a un posible ataque militar.
Sin embargo, una poco destacada sección del documento oficial sobre la estrategia de seguridad nacional estadounidense sugiere que el presidente ya habría decidido no usar la fuerza militar para obligar al gobierno iraní a que suspenda su controvertido programa de desarrollo atómico.
En cambio, Washington prevé concentrar sus esfuerzos en presionar transformaciones políticas internas en Teherán, convencido de que eso derivará en un cambio en su política nuclear.
La cobertura periodística de la presentación el 16 de marzo de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos se detuvo particularmente en la doctrina de política exterior preventiva.
Pero una lectura cuidadosa del documento revela que su mensaje verdadero, ignorado por la prensa, es que Washington se ha convencido de que Irán no cederá en su plan nuclear, y la única salida es propiciar un "cambio de régimen".
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El documento coloca en un segundo plano la inquietud sobre el programa nuclear iraní.
Teherán asegura que el plan tiene fines pacíficos, pero las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, sospechan que el objetivo es fabricar armas de destrucción masiva.
"Estados Unidos tiene mayores preocupaciones sobre Irán. El régimen de ese país patrocina el terrorismo, amenaza a Israel, busca frustrar la paz en Medio Oriente, socava la democracia en Iraq y niega las aspiraciones de su pueblo por la libertad", indica el documento.
"El tema nuclear y nuestras otras preocupaciones, en última instancia, solo podrán resolverse si el régimen iraní toma la decisión estratégica de cambiar sus políticas, abrirse y darle libertad a su pueblo. Este es el objetivo final de la política estadounidense", subraya.
Esta cuidadosamente elaborada declaración reconoce al "cambio de régimen" como la principal meta de Washington.
El consejero de Seguridad de la Casa Blanca, Stephen J. Hadley, al hablar en el Instituto de Paz el mismo día en que fue presentado el documento, dijo que la estrategia consiste en "mantener unida a la comunidad internacional y hacer que Irán cambie su política sobre el tema nuclear, sobre su respaldo al terrorismo y sobre el trato dado a su pueblo".
"Lo que yo he dicho y lo que dice este documento es que necesitamos que los regímenes cambien sus políticas", añadió.
Lo que sugiere tanto el documento de Washington como las declaraciones de Hadley es evidente: si el objetivo es lograr un cambio interno en Irán, que a su vez derive en un cambio de la política nuclear, entonces no hay necesidad de una ofensiva militar, que por el contrario pondría obstáculos a la transformación política.
Un informe del periodista David Sanger publicado por el diario The New York Times el 19 de marzo, citando a un funcionario de Washington, también dio indicios de que la administración Bush no usará la fuerza contra Irán.
"La realidad es que la mayoría de nosotros piensa que los iraníes van a fabricar un arma o desarrollar la tecnología para hacerlo, tarde o temprano", dijo el funcionario, y añadió que los más optimistas consideran que a Teherán le costará "10 o 20" años conseguirlo.
La larga e infructífera campaña de la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice, para que los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) —China, Francia, Gran Bretaña y Rusia— apoyen sanciones contra Teherán, abriendo así la puerta a un ataque, tiene solo el fin de hacer más creíble la amenaza.
Pero la administración de Bush no hecho nada para indicar que de verdad prevé usar una resolución del Consejo de Seguridad como plataforma para un ataque preventivo.
El 30 de abril, tras una reunión sobre el tema iraní entre los cancilleres de la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el jefe de la diplomacia del bloque europeo, Javier Solana, dijo que "nadie" había "considerado la posibilidad de una solución militar" o de formar una "coalición de dispuestos" como ocurrió en Iraq en 2003.
Las únicas sanciones multilaterales contra Irán mencionadas por funcionarios de Bush se refieren a "aislar" a ese país cortando las relaciones diplomáticas y comerciales. Aun así, esa medida dependerá de las otras potencias en la ONU.
Estados Unidos no puede hacer nada más por sí solo para aislar a Irán, pues no tiene relaciones diplomáticas con su gobierno desde hace 27 años y adoptó sanciones económicas en 1995.
De todas formas, aun cuando las potencias apoyaran su iniciativa, pasarían meses antes de que las sanciones entraran en vigor y mucho más antes de que se vean resultados, si es que los hay. Mientras, los científicos iraníes seguirían adelante con el enriquecimiento de uranio.
A pesar de la evidencia del éxito iraní en la primera etapa de su programa nuclear, Rice sigue expresando confianza en que la amenaza de aislamiento económico y diplomático tendrá efectos devastadores en Teherán.
"No creo que los iraníes puedan tolerar el grado de aislamiento que sufrirán si no toman la elección correcta", dijo el 31 de mayo en una entrevista televisiva.
* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005