China no logró clasificarse para la fase final de la Copa Mundial de la FIFA Alemania 2006, pero fue invadida por tal fiebre futbolística que revirtió las inveteradas restricciones gubernamentales al alboroto en la vía pública y a las concentraciones masivas.
La manifestación de jóvenes prodemocráticos de 1989 en la plaza Tiananmen de Beijing, cuya brutal represión acabó con una cantidad nunca determinada de vidas, llevó al régimen comunista a prohibir las concentraciones "ilegales" y mostrar enfado ante las celebraciones espontáneas.
Pero este año Beijing parece haber cedido a la emoción del acontecimiento más televisado del mundo, lo que le condujo a aliviar sus rígidas normas.
El mejor lugar de Beijing para estar en las noches de verano, cuando se transmiten los partidos de fútbol desde Alemania, es el Templo de Verano, en el parque Ritan, donde hace siglos los emperadores chinos celebraban rituales religiosos, incluso sacrificios al dios del sol.
Hoy, en lugar del altar imperial de las ofrendas se ubica una pantalla gigante. Alrededor, en un espacio circular, un bar abierto donde se vende cerveza.
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Miles de fanáticos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, se reúnen ahí para compartir mesas, aplausos, abucheos y risas. Hacen suyo cada tiro, cada cabezazo y cada gol. La muchedumbre se multiplica cuando le toca jugar a las selecciones favoritas del público chino.
"¡Es tan divertido! Me encanta la sensación de compartir el entusiasmo con otra gente", comentó Li Junxia, una joven de Beijing de 26 años, quien se enteró de la reunión futbolera en el Templo del Sol por un mensaje de texto que recibió en su celular.
"El mensaje decía: no te quedes solo en casa mirando los partidos, ven con nosotros e hinchemos juntos", recordó Li, quien quedó encantada con la emisión del Templo del Sol. "Estaba muy emocionada de ver los partidos en un templo imperial."
Al ser el fútbol el deporte colectivo más popular del país, las empresas organizadoras de acontecimientos deportivos vieron la oportunidad de convertir todo espacio público posible en un sitio para exhibir los partidos.
Restaurantes y bares de la capital china se abalanzaron ante la oportunidad de atraer más clientes poniendo una televisión y abriendo hasta tarde.
Las seis horas de diferencia entre China y Alemania hacen que en China los partidos se transmitan tarde en la noche, lo que transforma la experiencia compartida de disfrutar un choque entre selecciones en una fiesta de trasnoche.
"La Copa Mundial significa diversión y esto es algo que los chinos no han tenido por largos periodos de su historia", indicó el investigador He Jiahong, de la Facultad de Derecho de la Universidad Popular de China en Beijing.
"Durante años, los chinos han vivido muy austeramente, sintiendo el granve peso de la historia. La Copa Mundial es una oportunidad de puro esparcimiento y de alivio. La población lo está disfrutando."
El hecho de que la selección de China no se haya clasificado para participar en la fase final del torneo es decepcionante, pero tranquilizó a la policía. Tradicionalmente, los partidos de fútbol en los que juegan equipos chinos suelen alborotarse.
En la final de la Copa Asiática entre China y Japón, hace dos años, la multitud se salió de madre tras la derrota por tres goles a uno. Los hinchas chinos arrojaron botellas, gritaron obscenidades y quemaron banderas japonesas, lo que abrió paso a una violenta respuesta policial.
Si bien el sentimiento antijaponés es común en China, la frustración de los hinchas se atribuyó a la falta de desarrollo del fútbol japonés, en comparación con el de de Corea del Sur y Japón, lo cual le priva de victorias deportivas.
El país más grande del mundo no pudo cumplir con su sueño de participar en una Copa Mundial de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), a pesar de haber gastado miles de millones de dólares para convertirse en una potencia futbolística, tener jugadores de gran nivel y fervientes fanáticos.
"Esta vez hay menos nervios", señaló Gao Ran, propietario de un bar. "Miramos los partidos porque nos encanta el deporte y nos gusta apostar, pero nunca nos alteramos ni enojamos tanto como cuando China perdió en 2002 en Corea del Sur."
La presencia de China en la Copa Mundial 2002, que se celebró en Japón y en Corea del Sur, se logró tras cinco intentos consecutivos frustrados, y se lo consideró el legítimo ingreso de una nación a la gloria deportiva.
Miles de personas viajaron a Corea del Sur para presenciar los partidos en vivo. Millones más permanecieron en sus hogares pegados al televisor, con un sentimiento de orgullo nacional creciente que pronto se volvió angustia.
El equipo chino perdió los tres partidos de la primera ronda, contra Brasil, Costa Rica y Turquía, los otros integrantes de su grupo. Desde entonces, China ha luchado por alcanzar cualquier victoria futbolística significativa.
Por otra parte, una serie de escándalos protagonizados por los organizadores del torneo nacional socavó la confianza del público.
Los fanáticos se enojaron con la ineptitud de la gestión gubernamental y con los jueces pocos confiables, y comenzaron a prestar atención a los equipos de fútbol europeo y sudamericano a cuyo juego consideran más atractivo.
"Muchas personas en China no se han despertado aún del sueño de convertirse en la nueva potencia futbolística mundial", se lamentó el analista Xu Tao, del periódico China Economic Times.
"Pero tenemos que estar contentos de que la Copa Mundial se esté transformando en lo que debe ser: una competencia que favorece el esparcimiento, el ocio y el respeto mutuo."