Malos recuerdos reprimen el entusiasmo de los brasileños por la selección nacional de fútbol y hacen crecer la desconfianza, pese al reconocimiento internacional de que es la favorita para ganar la Copa Mundial de la FIFA, cuya disputa comenzará este viernes en Alemania.
El temor a una nueva gran frustración sofoca y confunde. La llamada "tragedia de Sarriá", el estadio español donde en 1982 se estrelló contra Italia la gloria de otra generación de brillantes futbolistas, frena al sueño de la mayoría aún traumatizada por los tres goles de Paolo Rossi, al que apodaron "el mafioso" para recordar que fue suspendido dos años por fraude en el torneo de su país.
Pero los más veteranos o conocedores de la historia agregan otros llamados al "realismo", como el desastre de 1966 en Inglaterra y la tragedia mayor para el deporte de este país que fue perder la Copa Mundial de 1950, cuando el favoritismo total de los brasileños cayó frente a Uruguay en el partido final y ante 200.000 espectadores en el estadio de Maracaná, de Río de Janeiro.
Los favoritos nunca ganan la Copa Mundial, dijo Pelé, eterno rey del fútbol para los hinchas brasileños, alimentando el "pesimismo que nace del optimismo", en la expresión de un intelectual convertido en comentarista de fútbol en estos días.
De hecho, muchas veces los mejores equipos fracasaron. Así ocurrió con la habilidosa Hungría en 1954 y con Holanda en 1974, cuando su selección fascinó al mundo con el llamado "fútbol total", la táctica de intensa movilidad de jugadores sin posiciones fijas.
En ambas finales ganó Alemania, con equipos menos aplaudidos que los vicecampeones por los verdaderos amantes del fútbol.
Los brasileños, hinchas de exigencias estéticas que desdeñan el triunfo de 1994 en Estados Unidos por considerar que se mostró un "fútbol feo", lloran las derrotas de sus selecciones favoritas.
En 1950, Brasil era considerado imbatible, después de las goleadas de 7 a 1 contra Suecia y 6 a 1 contra España y contaba con el estímulo de la multitud de hinchas locales que dejaron chico a Maracaná, entonces el estadio con mayor capacidad del mundo. Pero se dio el "maracanazo", como se conoce en el mundo el inesperado triunfo de Uruguay en esa final.
También los brasileños eran favoritos naturales en 1966, por ser bicampeones tras los logros de 1958 y 1962 y por contar con Pelé, cuyo verdadero nombre es Edson Arante do Nascimento, entonces con 25 años y por tanto en la plenitud de su carrera deportiva.
Para esa ocasión se convocaron 45 jugadores, con el argumento de que el país poseía talentos para armar dos o tres selecciones capaces de llevarse la Copa Jules Rimet, el trofeo que la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) ponía en juego en esos años y que Brasil conquistó de forma definitiva en 1970 por haber ganado tres campeonatos mundiales.
Brasil cayó en la primera fase del mundial de Inglaterra, derrotado por Hungría y el excelente equipo de Portugal.
Pero es el torneo de 1982 que está mas vivo en la memoria. Brasil tenía entonces una brillante generación de futbolistas, con Zico, actual director técnico de la selección japonesa, Falcao, que ganó el apodo de "Rey de Roma" jugando en Italia, y Sócrates, llamado "el doctor" por su talento futbolístico y por haberse recibido de médico.
Aquella selección también encantó a los hinchas de todas banderas y convirtió a su director técnico, Telé Santana, en un ícono nacional del "fútbol-arte".
Sin embargo, la derrota de 1982, ante un equipo italiano que hizo una campaña mediocre, y un nuevo fracaso en 1986 produjeron una revisión de conceptos que, según muchos comentaristas de este deporte, derivó en tácticas defensivas, nada brillantes, que empero lo llevaron al triunfo en 1994 en Estados Unidos sin entusiasmar a los aficionados.
En las copas mundiales conquistadas, Brasil en general empezó bajo cierto descrédito y sus selecciones más alabadas, las de 1958 y de 1970, construyeron su favoritismo en el propio torneo. En cambio ahora, esa condición se conquistó con antelación, por reunir a jugadores campeones en 2002 en Corea del Sur-Japón y a los mejores que juegan en destacados equipos de Europa.
Está todo demasiado perfecto. Por primera vez la selección tiene titulares definidos y sin controversias desde antes, sospecha Tostao, uno de los campeones del mundo en 1970 y también médico.
"Las grandes selecciones de la historia se consagraron durante las Copas, en la adversidad y en la solución de problemas", escribió en uno de sus comentarios publicados en grandes diarios locales.
El fútbol es el deporte colectivo "más sujeto a lluvias y tronadas", suele decir Armando Nogueira, un veterano reportero y cronista deportivo escarmentado desde el "maracanazo" de 1950.
Las incertidumbres y la mala suerte impiden asegurar un campeón anticipado. El favoritismo es un factor negativo, reconocen los directores técnicos y los hinchas más realistas, agobiando a los mas pesimistas.
La superioridad afloja la atención y reduce energías en momentos en que la garra es decisiva, como ya se comprobó con Uruguay en 1950 y en todas las Copas ganadas por Alemania.
Así, el mixto de ansiedad y temores torturará a los brasileños hasta el debut de su selección el martes próximo y proseguirá hasta el triunfo final o una nueva "tragedia". La frustración del favorito es infinitamente más fuerte que la derrota de los que "nada tienen que perder".
La presencia en el acto inaugural de esta Copa Mundial de la FIFA, en Alemania, de Alcides Edgardo Ghiggia, el verdugo responsable de anotar el segundo gol uruguayo que hizo llorar a toda la nación brasileña en 1950, suena como un mal agüero adicional, por más que los coterráneos de Pelé sean el grupo mayoritario entre los 169 campeones mundiales invitados.