El dibujo muestra una madre que sujeta un bebé contra su pecho. Se titula «Abrazo», y exhibe un recuerdo que ha perseguido al artista, un ex niño soldado de la guerra civil en el sur de Sudán que se da a conocer como Commander Spoon (comandante Cuchara).
"La mujer cargaba al bebé. También llevaba a dos niños, uno de cada mano. Mientras huía del combate, me vio a mí y a mi camarada. Lloraba, nos pedía que no les disparáramos, pero mi colega los mató a ella y a los niños", recordó Spoon. Eso ocurrió en 1997.
"Lloré y apunté a mi camarada. Quería matarlo. Él me apuntó a mí, pero intervino nuestro comandante y arrojamos los rifles. Desde entonces, la imagen de esa mujer sigue viva en mi mente."
Esa imagen se imprimirá también en otras mentes, este martes, Día Mundial del Refugiado. El dibujo de Spoon aparece en la camiseta de quienes participan en las conmemoraciones en Kenia, donde este artista adolescente vive como refugiado.
Su obra figuró en segundo lugar en un concurso de arte para niños refugiados que asisten a la escuela en Nairobi, convocado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El extravertido ex combatiente recordó que la mujer estaba vestida de naranja y su bebé de púrpura. Los colores aparecen en el dibujo, en que las figuras resaltan sobre un fondo negro. El rojo de la sangre también mana de las imágenes humanas.
Spoon dijo a IPS que quería mostrar al mundo lo que sucedió en los 21 años de guerra entre el gobierno islámico sudanés, de hegemonía árabe, y el rebelde Movimiento-Ejército para la Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM/A), representante de la población del sur, negra y cristiana o animista.
Unos dos millones de personas murieron durante el conflicto, en que también unos cuatro millones debieron abandonar sus hogares, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El episodio mostrado en "Abrazo" fue apenas uno de los que Spoon fue testigo mientras revistaba en filas del SPLM/A. Finalmente huyó a la vecina Uganda, y en 2004 a Kenia.
Hoy, asiste a clases en la escuela primaria Riruta Satellite, en Nairobi. Podría volver a casa, tras el acuerdo alcanzado el año pasado para poner fin a la lucha en el sur de Sudán, pero prefiere pensarlo antes.
Muchos comparten sus temores, pues las perspectivas de retorno son limitadas.
Un ejercicio de repatriación lanzado por el ACNUR en diciembre permitió el regreso de apenas 1.500 refugiados sudaneses en Kenia. Un solo campamento de refugiados, el de Kakuma, en el noroeste del país, alberga a 90.000, la mayoría sudaneses.
En Sudán "no hay infraestructura, no hay escuelas, y la comunidad internacional debe involucrarse en estos proyectos de desarrollo", dijo a la prensa el domingo en Nairobi el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, António Guterres.
"Hemos observado que la cantidad de retornos al sur de Sudán aumenta con el fin del año escolar. Cuando comienza, se reduce, pues allí no hay escuelas. Los refugiados vuelven a los países donde están asilados, donde sí las hay, incluso en los campamentos", agregó Guterres.
A las escuelas de Kakuma asisten unos 30.000 niños y adolescentes, según la oficina en Nairobi de ACNUR.
Pero la vida para los niños y niñas en los campamentos de refugiados es, a menudo, peligrosa, en especial para aquellos que no cuentan con adultos que los protejan.
"Incluso aquellos al cuidado de una familia sustituta una vez que llegan al campamento sufren abusos, tanto sexual como en términos de trabajo infantil", dijo Eva Ayera, del no gubernamental Consorcio para los Refugiados de Kenia.
La consigna del Día Mundial del Refugiado en esta ocasión es "mantener viva la llama de la esperanza", en reconocimiento a los esfuerzos para sobrevivir que han demostrado los desplazados en todo el mundo.
"Si hay una característica común entre las decenas de millones de refugiados a los que esta agencia ha ayudado a lo largo de 55 años es que, a pesar de perderlo todo, nunca renuncian a la esperanza", dijo Guterres en su declaración para este martes.
A fines de 2005, según ACNUR, había en el mundo 8,4 millones de refugiados, y cinco millones entre ellos estaban fuera de sus países de origen desde hacía cinco años o más, según Guterres.
"A menudo nos preguntan cómo podemos afrontar la triste realidad de nuestra labor, año tras año, sin desalentarnos", dijo el comisionado en su declaración.
"Nuestra respuesta es muy sencilla: si los propios refugiados no renuncian a la esperanza, ¿cómo podríamos nosotros?"