Esta década está marcada por la reducción de la desigualdad en Brasil, así como los años 90 conocieron la estabilización de la moneda y la universalización de la enseñanza primaria, según Marcelo Neri, jefe del Centro de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas.
La brecha económica en Brasil, conocida históricamente por su amplitud y "rigidez", se achica de modo acelerado desde 2001, gracias al ingreso por persona de los más pobres en alza a " ritmo chino", por la comparación con los buenos indicadores del gigante país asiático, explicó a IPS el experto de este instituto de investigaciones con sede en Río de Janeiro.
El estudio titulado "Crecimiento pro-pobre, la paradoja brasileña", que Neri encabezó en asociación con el Centro Internacional de Pobreza, vinculado al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, reveló que la mitad más pobre de la población obtuvo en 2004 un incremento de 14,11 por ciento en su ingreso por persona, cuatro veces que el promedio del país.
En tanto que la contribución del mercado de trabajo llegó a 10 por ciento, es decir que se crearon más puestos laborales y se registraron aumentos salariales, y el resto se debió a mejoras en la previsión social y a programas, como la llamada Beca-familia, una ayuda financiera para los más pobres que beneficia actualmente a 9,2 millones de familias.
La paradoja es que el ingreso de los pobres creció 0,73 por ciento al año, entre 1995 y 2004, en medio del estancamiento de la economía brasileña, que redujo 0,63 por ciento al año el promedio general del ingreso por personas.
En ese decenio, el producto interno bruto sólo registró expansión importante en 2000, cuando creció 4,4 por ciento, y en 2004, con 4,9 por ciento. En general se redistribuye el ingreso cuando hay crecimiento económico.
La diferencia entre ricos y pobres se redujo más acentuadamente de 2001 a 2004.
El proceso permitió a los más desfavorecidos, que corresponden a la mitad de los brasileños, ampliar su participación en el ingreso nacional de 9,79 por ciento en marzo de 2002 a 12,24 por ciento en octubre pasado, mientras que el décimo de la población con mayor riqueza retrocedió de 49,47 a 46,31 por ciento.
El estudio se basa en datos oficiales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, que realiza censos nacionales cada final de década y produce estadísticas anuales por muestreo.
La tendencia de reducción de la desigualdad volverá a acentuarse este año, porque el mercado de trabajo registra más empleos formales que el buen año de 2004, el salario mínimo aumentó 13 por ciento en abril y la Beca-familia en expansión deberá alcanzar a 11,1 millones de familias al finalizar el año, explicó Neri.
Además, se concertarán las elecciones presidenciales, parlamentarias y estaduales en octubre. Los datos históricos muestran que en los años de comicios, que coinciden con los campeonatos mundiales de fútbol, el ingreso promedio por persona crece 12,1 por ciento en Brasil, volviendo al nivel anterior al año siguiente, con pérdida de 11,9 por ciento, observó el investigador.
De esa forma Brasil, que ocupó el tercer lugar entre los países de mayor desigualdad por muchos años, pasó ahora al décimo lugar y podrá confirmar esta década como la del vuelco, al reducir de forma "impresionante" esa desigualdad, dependiendo de las orientaciones del próximo gobierno, evaluó.
La estabilidad monetaria y la enseñanza primaria universal, las dos principales conquistas de los años 90, fueron "precondiciones necesarias" para finalmente lograr reducir una desigualdad que se reveló "rígida" y resistente a los intentos de combatirla durante las tres últimas décadas, sostuvo el experto.
Sus conclusiones favorecen la reelección del presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, que puede reivindicar una gran contribución a ese proceso.
Pero el estudio no tiene intenciones políticas, sino que revela "lo que dicen los números", arguyó Neri, al recordar que la Fundación Getulio Vargas ya divulgó también conclusiones negativas para este gobierno, como el aumento de la pobreza en 2003.
Los resultados alcanzados son prometedores en un país "campeón de desigualdades", pero queda mucho por hacer aún, exigiendo seguir con políticas de inclusión social por parte del gobierno y de la sociedad civil, comentó Dulce Pandolfi, directora del no gubernamental Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicas en entrevista a la estatal Radio Nacional.
En su evaluación, el estudio aún no recoge la mayor parte del efecto positivo del programa Beca-familia, cuya gran expansión desde el año pasado sólo aparecerá con sus resultados en investigaciones futuras.
Ese programa, que ofrece hasta 95 reales (41 dólares) al mes principalmente a familias que mantienen sus hijos en la escuela, es considerado por analistas políticos como uno de los principales factores de la popularidad del presidente Lula entre las capas más pobres de Brasil.
Otro estudio, de la Universidad Federal Fluminense, con sede en Niterói, ciudad cercana a Río de Janeiro, comprobó que 94,2 por ciento de los niños y niñas beneficiados por la Beca-familia comen tres veces al día. El programa amplió el consumo de leche, frutas y otros alimentos en las familias atendidas por el plan.
Eliminar el hambre, asegurando a todos los brasileños tres comidas diarias, fue una de las banderas de Lula en la campaña electoral de 2002.
También está en línea con los Objetivos de Desarrollo para el Milenio aprobados por la Organización de las Naciones Unidas en 2000 para ser cumplidos antes de 2015, que son encabezados con el compromiso de reducir a la mitad, respecto de 1990, la proporción de personas en la indigencia y con hambre.
También los gobierno se proponen lograr la educación primaria universal, reducir la mortalidad infantil en dos tercios y la materna en tres cuartos, promover la igualdad de género, combatir la propagación del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, la malaria y otros males, asegurar la sustentabilidad ambiental y crear una sociedad global para el desarrollo entre el Norte y el Sur.