La mayoría de los casos de maltrato y de agresiones contra ancianos son perpetrados por la propia familia, según las denuncias presentadas en la Central del Ciudadano, instalada en Natal, capital del nororiental estado brasileño de Río Grande del Norte.
"Yo recibo hasta unas cinco quejas en los días más agitados", dijo a IPS Ana Cristina de Oliveira, representante de la Fiscalía de Defensa del Anciano en la Central, que brinda servicios públicos como gestión de documentos, protección al consumidor y ayuda a personas discapacitadas.
De Oliveira señaló que "todos los casos son graves" y que algunas víctimas han debido ser hospitalizadas. La última fue un hombre "quemado con agua caliente, que era encerrado por una empleada encargada de cuidarlo", contó.
También hay muchos casos de jubilados privados de sus ingresos por los familiares, como el de una anciana que presentaba señales de desnutrición a pesar de que recibía una pensión de 320 dólares mensuales, acotó la fiscal Naide Pinheiro.
Centros similares, comisarías especializadas en delitos contra ancianos y otras oficinas que los atienden incluso en el área psicológica y social constituyen una red de protección que fue tema central en la primera Conferencia Nacional sobre los Derechos de la Persona de Avanzada Edad, realizada entre el martes y el viernes en Brasilia.
El encuentro, igual que otros promovidos por el gobierno brasileño para definir políticas públicas en distintas áreas, culminó un proceso de discusiones locales y estaduales para elegir a los más de 400 delegados que concurrieron a Brasilia, a los cuales se sumaron invitados y observadores.
Cerca de 500 propuestas fueron aprobadas con el objetivo de poner en práctica efectiva el Estatuto del Anciano, aprobado en 2003, informó Pinheiro, quien participó del encuentro.
Se trata de una buena legislación, "lo que hace falta es que el poder público y la sociedad la cumplan", dijo a IPS.
El Programa de Salud de la Familia, por ejemplo, sería el mejor para atender a la población en la tercera edad, para una adecuada asistencia en el hogar, en lugar de las "deshumanas colas" en hospitales y clínicas, pero aún son pocos los municipios brasileños que adoptaron los médicos de familia, lamentó.
Con las bajas jubilaciones en Brasil, la falta de dinero para adquirir medicamentos necesarios es otro serio problema de la vejez.
Estadísticas oficiales de 2003 revelaron que 29,9 por ciento de los 174 millones de brasileños sufren alguna enfermedad crónica, como diabetes, cáncer, reumatismo o cardiopatías. Entre los de más de 65 años, el índice llega a 77,6 por ciento.
Brasil deja rápidamente de ser un país joven. En 2004 ya tenía 17,6 millones de habitantes con más de 60 años, o sea 9,8 por ciento de la población total. En 1993, estos correspondían a sólo ocho por ciento.
Hace 25 años había 48 ancianos para cada 100 niños con menos de cinco años. Ahora hay 120, en su mayoría mujeres. Estas tienen una expectativa de vida de 75,2 años, contra 67,6 de los hombres, según estadísticas de 2003.
Entre las propuestas aprobadas en la Conferencia, Pinheiro destacó una que obliga a las escuelas de todos los niveles tratar los asuntos vinculados con la vejez, para que los alumnos tengan "ôotra mirada" sobre la ancianidad.
Pese a la violencia y discriminación que sufren muchos ancianos, su situación ha mejorado mucho en Brasil, con la vigencia del Estatuto, y ello se refleja en el gran aumento de las quejas en la Fiscalía y comisarías, y también en la conciencia de la población en general, evaluó la fiscal.
El Estatuto define delitos como abandono, discriminación y maltratos, fijando penas de hasta 12 años de cárcel. En general, los jueces imponen penas alternativas, como prestación de servicios comunitarios, pero la reincidencia va agravando los castigos, explicó Pinheiro.
Es necesario "modificar la cultura y movilizar a la sociedad" para combatir la violencia contra el anciano, que se practica principalmente dentro del hogar, dificultando la intervención de las autoridades, observó Perly Cipriano, presidente del Consejo Nacional del Anciano, que recomienda políticas sectoriales y acompaña su ejecución.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva anunció, al clausurar la Conferencia, algunas medidas a favor de los ancianos. Prometió reducir las largas colas para gestionar jubilaciones u otros beneficios en el Instituto Nacional de Seguridad Social y bajar las tasas de interés en los créditos especiales para jubilados, que en algunos bancos alcanzan hasta cuatro por ciento al mes.
Tres cuartos de los ancianos brasileños son pobres, destacó Cecilia Minayo, coordinadora científica del Centro Latinoamericano de Estudios de Violencia y Salud, que presentó datos trágicos de la vejez en Brasil.
Casi 15.000 ancianos murieron por causas violentas en 2002, la mayoría en accidentes de tránsito en vías inadecuadas para sus necesidades.
Pero 10 por ciento de esas muertes son homicidios, y casi la misma cantidad son suicidios motivados por la "desesperanza", según Minayo.