MUJERES-CHILE: Consumo de la generosidad

Las desigualdades de género presentes en la sociedad se expresan en particular en el consumo de bienes y tiempo, según expertas de Chile, quienes también criticaron el papel asumido por el Estado y las empresas privadas al respecto, que agravan la situación de la mujer.

"En el consumo se manifiestan muchas desigualdades. Hay diferencias en el acceso, uso y significación de los bienes entre hombres y mujeres", dijo a IPS la antropóloga Paula Alcaíno, una de las autoras del libro "Santas o Mundanas. Paradojas y coerciones en el consumo de las mujeres", que explora por primera vez este asunto en Chile.

Al interrelacionar consumo y género quedan al descubierto situaciones consideradas normales por la sociedad, pero que en la práctica entorpecen el desarrollo de las mujeres en numerosos ámbitos, plantean Alcaíno y la socióloga Paulina Gutiérrez en esta investigación publicada por la Fundación Instituto de la Mujer.

Las especialistas utilizan el concepto "economía de la generosidad" para describir el consumo femenino, el cual se caracteriza por su desprendimiento y altruismo en beneficio del entorno familiar.

"Las mujeres, especialmente las madres que cuentan con un cierto nivel de ingreso, ya sea porque trabajan o porque reciben dinero de sus esposos, dan prioridad al consumo de los otros miembros de su familia en desmedro de sus necesidades personales", explica Alcaíno.

En otras palabras, la mujer no siempre usa lo que compra ni compra para sí misma, transformándose en una especie de "consumidora dual": el marido, los hijos u otros parientes son frecuentemente los destinatarios de los bienes que ella adquiere.

Lo mismo ocurre con el tiempo, pues "las mujeres lo consumen para que otros puedan consumir bienes", apuntó.

"Por ejemplo, la mujer destina parte de su tiempo para que su hijo pueda ir al médico. Esto no quiere decir que el hombre no lo haga, pero hay estudios que muestran que lo hace en mucho menos cantidad", añadió la antropóloga.

De hecho, el trabajo doméstico sigue estando asociado a la población femenina. "Aún cuando la mujer entra al trabajo remunerado, estudios de uso del tiempo muestran que no hay una repartición igualitaria de las labores y que ella tiene que recurrir a la empleada doméstica o a la abuela, pero siempre es ella quien desarrolla las estrategias".

"Un tercer elemento de esta 'economía de la generosidad' es que, además, la sociedad le adjudica a las mujeres todas estas cualidades de sacrificio, postergación y olvido de sus necesidades y, ante el primer descuido, muchas de ellas experimentan cierta culpa por ser 'malas' madres o 'malas' esposas. Se les recrimina socialmente y ellas mismas lo hacen", arguyó Alcaíno.

Irma Arraigada, de la División de Asuntos Sociales de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe, coincide con las autoras del libro "Santas o Mundanas", ya que a su juicio "la sociedad cree que las mujeres son las únicas responsables de la familia".

"Las mujeres están trabajando en el mercado y en sus casas, lo que ha ampliado enormemente su tiempo laboral. Por eso es necesario estimular la participación masculina en las tareas del hogar", comentó a IPS.

"Algunas políticas del Estado, buscando una aparente neutralidad, han ignorado la situación de las mujeres, en especial en lo que respecta a la división sexual del trabajo y con ello han contribuido a que ellas sigan siendo las principales responsables del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos y otros miembros del grupo familiar (enfermos, ancianos)", se lee en este libro publicado en abril.

Un ejemplo concreto se daría en la reforma de salud chilena, que privilegia las operaciones ambulatorias por ahorrar insumos y recursos humanos en los hospitales, pero que no consideran que la persona que va a asumir el cuidado del enfermo en el hogar probablemente será una mujer.

De esta forma, tanto las políticas públicas como las campañas publicitarias y estrategias bancarias "dan por sentado y (deseable) que los recursos, ahorro, y el consumo gestionado por las mujeres dé prioridad a las personas que están bajo su protección y cuidado, y, a la vez, sean capaces de prever el futuro y sus necesidades".

"Las mujeres son el blanco del mercado y la publicidad, considerando su forma de consumo, pero no son blanco de la protección social y los beneficios del Estado", considerando el trabajo subsidiario que realizan, comentó a IPS Lezak Shallat, representante de la no gubernamental organización Consumers International.

A pesar de que el consumo de las mujeres jóvenes, profesionales e independientes tendería más a la satisfacción personal que al altruismo, una vez que éstas forman una familia ingresan indefectiblemente a la "economía de la generosidad", puntualizó Alcaíno.

Shallat también resaltó la escasez de tiempo que tienen las mujeres actualmente, citando a la autora brasileña Rosiska Darcy de Oliveira, quien en 2003 publicó el libro "Reingeniería del Tiempo", definido como "un intento por repensar la cotidianidad de hombres y mujeres".

"Ella (Darcy de Oliveira) señala que, cuando esta reingeniería del tiempo se realice, impactará a la sociedad con la misma fuerza que provocó el fin de la esclavitud", apuntó la periodista experta en consumo.

La propuesta de la investigadora brasileña incluye medidas prácticas como cambiar los horarios de los servicios públicos y las escuelas, flexibilizar el tiempo laboral dentro de las empresas y posibilitar el trabajo en los hogares, además del indispensable cambio cultural.

Según Alcaíno, "hay estudios que muestran que las mujeres tienen el mismo tiempo libre que los hombres, pero el uso que ambos les dan es totalmente distinto, pues ellas lo circunscriben a la casa, a la televisión y la radio, lo que limita su sociabilidad, su participación en organizaciones políticas y su acceso al poder".

De igual forma, la mayoría de las empresas no ofrece las condiciones necesarias para que las mujeres puedan desarrollarse en los diversos ámbitos de su vida.

En la publicación del Instituto de la Mujer se consigna que los trabajos esporádicos e informales, la ubicación en los lugares más desvalorizados de la jerarquía corporativa, la extensión de las jornadas laborales y los bajos sueldos perpetúan los roles de género tradicionalmente asignados y agudizan la desigualdad en el uso del tiempo.

A esto se agrega que Chile tiene una de las tasas más bajas de América Latina de población femenina económicamente activa. Mientras 70 por ciento de los varones mayores de 15 años tiene empleo remunerado, sólo 35 por ciento de las mujeres está en esa situación, porcentaje que disminuye en los sectores pobres y rurales.

Al percibir un menor salario, las mujeres tienen mayores dificultades para acceder a los créditos bancarios, mermando sus posibilidades de consumo, especialmente de bienes más onerosos como una vivienda o un automóvil.

Además, la doble carga de trabajo, la responsabilidad sobre la labor hogareña y el cuidado de los hijos, la menor autonomía económica y el escaso tiempo libre para el descanso, las actividades de recreación y la participación en la vida pública pueden incidir en su deterioro físico y mental.

Estudios del Ministerio de Salud indican que entre las chilenas hay mayor tendencia a la obesidad, a síntomas depresivos, a la incidencia de consumo y abuso de drogas de uso médico, al consumo, abuso y dependencia a las benzodiazepinas (tranquilizantes), sedativos y analgésicos, aunque no hay mayor tendencia al uso de drogas ilícitas.

"Hoy el consumo es el principal mecanismo integrador de la sociedad, un ámbito que permite incluir, excluir, generar identidades. El objetivo de este trabajo era ver cómo desde este lugar las mujeres pueden cambiar la situación en que se encuentran y ejercer un nuevo tipo de ciudadanía", indicó Alcaíno.

En un nuevo trabajo, pretenden "relacionar el movimiento de consumidores con el de mujeres y constatar que no son dos ámbitos separados, que convergen y que hay demandas que son comunes. Por lo mismo, deben organizarse y hacerse ver".

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