Más de 3.000 personas murieron este sábado a causa de un fuerte terremoto en la isla indonesia de Java, el peor desastre natural de este país desde el maremoto en el océano Índico de 2004.
"El número de muertos y heridos crece hora a hora. Necesitamos más medicamentos, sangre y equipamiento para cirugía", dijo a IPS el médico Budi Mulyono, director del Hospital Sardjito, en la antigua ciudad Yogyakarta, la más afectada.
"Por la forma en que se desarrollan los acontecimientos, necesitaremos suministros médicos para por lo menos 15.000 personas", añadió.
El terremoto, de magnitud 6,2 en la escala Richter, sacudió en especial a Yogyakarta, ubicada unos 400 kilómetros al este de la capital, Yakarta, y causó de inmediato conmoción internacional. El número oficial de muertes aumenta rápidamente.
Es sin duda el peor desastre natural sufrido por Indonesia desde el maremoto del 26 de diciembre de 2004, en el que murieron por lo menos 131.000 personas en la septentrional provincia de Aceh. La catástrofe se originó con un terremoto submarino de magnitud 9,1 que provocó olas gigantescas y mató a otras 100.000 personas en una decena de países asiáticos.
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"Estamos viendo a muchas víctimas con serias heridas en la cabeza y huesos rotos, y no tenemos suficientes camas para ellos. Realmente no sé cómo vamos a enfrentar esto", dijo desesperado Mulyono.
El epicentro del sismo parece haber sido la localidad de Bantul, unos 30 kilómetros al sur de Yogyakarta.
Cuando se sintieron los primeros temblores, la población temió que se avecinaba un nuevo tsunami, por lo que miles de personas salieron en busca de refugios.
"Realmente no sé cómo tantas personas quedaron atrapadas en los escombros de los edificios colapsados aquí en Bantul. Hay muchas mujeres, niños y niñas muertos", dijo a IPS un trabajador del Hospital Sardjito.
"También hay muchos que murieron, pero sus cadáveres no han sido traídos al hospital. Por eso no podemos determinar cuál es el número real de muertes", agregó.
Yogyakarta está ubicada cerca del volcán Monte Merapi, que estuvo a punto de entrar en erupción este mes, obligando la evacuación de miles de personas. El terremoto de este sábado no tendría relación con el volcán, pero hay informes de actividad sísmica en sus alrededores.
Los palacios reales en Yogyakarta y el cercano complejo de templos de Borobudur son las principales atracciones de los turistas locales y extranjeros.
Según empleados de hoteles, el antiguo complejo budista, considerado patrimonio cultural de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), está intacto y sin señales de daño, a pesar de que varias estructuras cercanas colapsaron.
Un cansado y conmocionado presidente indonesio Susilo Bambang Yudhoyono, al visitar el área afectada por el sismo, prometió que el gobierno haría "todo lo posible para aliviar el sufrimiento" de las víctimas.
"También optimizaremos nuestros esfuerzos para encontrar a aquellos que quedaron debajo de los escombros y a los que aún están desaparecidos", dijo a periodistas en Bantul. Yudhoyono también ordenó a los militares colaborar con las tareas de rescate.
Por su parte, el ministro de Salud, Siti Fadillah Supari, dijo que equipos médicos han sido enviados a las zonas más sacudidas y donde hay una mayor escasez de suministros y de trabajadores de la salud.
Mientras, el gobierno de Malasia anunció este sábado que enviaría equipos médicos y de rescate a Indonesia.
El viceprimer ministro malasio Najib Razak prometió enviar una delegación de 56 miembros, con cinco médicos y varios paramédicos, a Yogyakarta en un avión militar este mismo sábado.
"El equipo médico llevará una tonelada de medicamentos y otros suministros esenciales, como mantas, para distribuir entre las víctimas", dijo a la agencia nacional de noticias malasia Bernama.
Por su parte, la organización humanitaria para la infancia Plan International, con sede en Gran Bretaña, anunció una operación de ayuda a gran escala.
"El terremoto fue terrible, tan grande que los habitantes aseguran que es el peor que han sentido en toda su vida", señaló en un comunicado Brook Weissman-Ross, de Plan International.
"Me sacudió cuando estaba en mi cama. Se cayeron los muebles y pedazos de concreto comenzaron a desprenderse del cuarto de mi hotel. La gente comenzó a correr aterrorizada en ropa interior", contó.
Weisman-Ross lidera un equipo de 20 trabajadores de rescate. "Aún tenemos mantas y unidades de higiene, pero no muchas", afirmó con preocupación.