La designación del general Michael Hayden al frente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) marca otro avance del jefe máximo del espionaje estadounidense, John Negroponte, en su puja con el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld.
El presidente George W. Bush nominó el lunes a Hayden, prestigioso general de la Fuerza Aérea, en sustitución de Porter Goss, quien presentó renuncia "por razones personales" la semana pasada.
La mayoría de los analistas en Washington interpretan estos cambios como la campanada inicial del round definitivo entre Rumsfeld y Negroponte por el control del sistema de inteligencia estadounidense, en permanente expansión y con un presupuesto de 40.000 millones de dólares al año.
Pero las opiniones no están muy divididas respecto de cual de éstos titanes burocráticos resultará triunfador en este último asalto.
Pocos dudan que la renuncia de Goss el viernes fue, en realidad, una brusca destitución. El funcionario abandonó el cargo que ocupó menos de 20 meses a pesar de que Bush suele amparar a sus más leales servidores aun cuando las evidencias de incompetencia son abrumadoras.
Goss, quien presidió el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, pasó a la CIA con el objetivo de implementar una reforma que resucitó las acciones encubiertas y la capacidad del personal para recopilar información tras la desastrosa invasión a Iraq.
Goss llegó consigo a agentes políticos del gobernante Partido Republicano desde la Cámara de Representantes, para purgar la CIA de funcionarios veteranos cuyas prioridades no coincidían, al parecer, con las del gobierno de Bush, en especial respecto de Medio Oriente.
Durante su ejercicio, unos 16 altos funcionarios de la CIA que sumaban más de 300 años de experiencia en inteligencia, incluidos un director y dos subdirectores, abandonaron la agencia dejándola en "caída libre", según la diputada Jane Harman, del opositor Partido Demócrata y ex compañera de Goss en el Comité de Inteligencia de la Cámara.
A principios de este año, tanto Negroponte como el Consejo Asesor de Inteligencia Externa de Bush, concluyeron que Goss y sus allegados debían marcharse de la agencia.
El factor desencadenante parece haber sido un sonado escándalo de soborno en el Congreso legislativo protagonizado por el número tres de la CIA, Kyle "Dusty" (Polvoriento, en ingles) Fogo, atrapado por el mismo Goss.
Ahora que Goss no está, las miradas naturalmente se dirigen a Hayden, el segundo de Negroponte y ex jefe de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), que comanda desde el Pentágono el aparato de inteligencia del Departamento (Ministerio) de Defensa.
Hayden, quien aguarda la confirmación de su designación —ahora en manos del Senado—, se ha desempeñado siempre en tareas de inteligencia, aunque más bien en el uso de tecnología, espionaje por satélite, escuchas ilegales y otras formas de vigilancia electrónica, que son competencia de la NSA, y no tanto en operaciones encubiertas, como señaló el propio Bush.
"Conoce la comunidad de inteligencia perfectamente", declaró el presidente.
A pesar de ser admirado hasta por sus críticos en el Congreso, que valoran su franqueza, no queda clara su inclinación política e institucional, lo que ha desatado especulaciones sobre las causas políticas y burocráticas detrás de su designación.
Hayden, también reconocido como tecnócrata y administrador en su desempeño en la NSA en el pasaje de la guerra fría a la "guerra contra el terrorismo", fue confirmado el año pasado por la unanimidad en el Senado como segundo de Negroponte, jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia.
Pero su imagen apolítica se vio empañada —entre los civiles liberales tanto del Partido Republicano como del Demócrata— por su agresiva e inesperada defensa pública del programa de la NSA para el espionaje de ciudadanos estadounidenses implementado tras los atentado del 11 de septiembre de 2001. Además, se negó a responder detalles sobre el asunto.
El presidente del Comité de Asuntos Judiciales del Senado, Arlen Specter, advirtió el domingo que aprovechará la sesión en que se confirmará a Hayden en el cargo para tratar de obtener información sobre las actividades de vigilancia interna que hasta ahora el gobierno se ha negado a compartir con el Congreso.
Algunos críticos, ya preocupados por las interpretaciones de Hayden acerca de las garantías constitucionales de los investigados, consideran que el general retirado se ha convertido en el favorito del vicepresidente Dick Cheney, el más duro defensor de la temible concepción de un ejecutivo todopoderoso en tiempos de guerra.
"Tenemos que afrontar la escalofriante posibilidad de que el nuevo director de la CIA considere plausible vigilar al pueblo estadounidense sin las garantías necesarias", dijo al diario The New York times el director del Centro Privado de Información Electrónica, Marc Rotenberg.
Otro asunto que preocupa tanto a republicanos como a demócratas es que un militar como Hayden esté a cargo de la CIA, ya que esta era la única gran agencia de inteligencia, aparte de la Dirección Nacional a cargo de Negroponte, en ser presidida por un civil.
"Colocar a un militar en el cargo es simplemente una mala idea", sostuvo el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Peter Hoekstra, un republicano del ala más conservadora.
También declaró que Hayden era "el hombre incorrecto, en el peor lugar en un mal momento".
Algunos demócratas críticos de lo que han llamado "sobre-militarización" de la política exterior se hicieron eco de este punto de vista.
Pero el panorama puede ser bastante más complicado, especialmente en el marco de una lucha más amplia entre el Pentágono y las agencias civiles, especialmente la Dirección Nacional de Inteligencia, respecto del control de ese sector clave del Poder Ejecutivo.
Es sabido que Hayden no se lleva especialmente bien con Rumsfeld, quien, al igual que su jefe de inteligencia, Stephen Cambone, rechazan que un militar detente una autoridad sin precedentes en la conducción de operaciones encubiertas.
Para gran frustración de sus jefes civiles, este general prestó testimonio ante el Congreso en favor de la transferencia del control de varias agencias de inteligencia del Pentágono a la Dirección Nacional de Inteligencia.
"¿Cómo va Hayden a lidiar con la monopolización de actividades del Pentágono? Esto va a ser una verdadera lucha", dijo al diario The Washington Post un funcionario que se identificó como "ex jefe de departamento de la CIA".
Negroponte alentó el cese de Goss y el ingreso de Hayden a la CIA como parte de una lucha más amplia que lo enfrenta a Rumsfeld y Cambone, en especial en lo que se refiere a las operaciones encubiertas.
Pero neoconservadores y otros belicistas del Partido Republicano perciben la puja de los últimos días como una amenaza a su agenda política. Los "halcones" ven a la CIA y a Negroponte como demasiado "liberales" y, por lo tanto, desleales a Bush.
"Negroponte forzó la retirada de Goss y pudo elegir a su sucesor, prueba del momento de debilidad por el que pasa un gobierno cada vez más susceptible ante estas circunstancias", sostuvo la revista neoconservadora Weekly Standard este fin de semana.
El también neoconservador National Review manifestó su preocupación de que la partida de Goss represente un "golpe de Estado dado por insurgentes de la CIA" para frenar la limpieza de funcionarios traidores que, según se dice, debilitaban al gobierno.
Para el experto en inteligencia John Prados, es demasiado pronto para realizar pronósticos. La puja "siempre ha sido Rurmsfeld versus Negroponte, y Negroponte no ha demostrado hasta ahora capacidad para detener a Rumsfeld", dijo Prados a IPS.
"Esto puede ser una victoria para Negroponte. Un nuevo director puede dar un respiro a la agonizante agencia y recrearía un elemento de resistencia contra la expansión del Pentágono, lo que mejoraría su posición respecto de Rumsfled", explicó
Al mismo tiempo, los últimos acontecimientos pueden acelerar la desintegración de la CIA al apresurar el traspaso de sus recursos analíticos a la Dirección Nacional de Inteligencia y su creciente control nominal sobre las operaciones del Pentágono.
"Podríamos estar viendo el comienzo del fin de la CIA y el creciente peligro de fragmentación de la comunidad de inteligencia estadounidense", subrayó. (