DESARROLLO-ARGENTINA: Artesanías justas

«Con esta compra usted contribuye a que el artesano alimente a su familia, eduque a sus hijos y permanezca en su tierra», indica en sus productos la entidad argentina de comercio justo Silataj («lo mejor», en lengua de la etnia wichí), que celebra su vigésimo aniversario.

Crédito: Fundación Silataj
Crédito: Fundación Silataj
La Fundación Silataj, sin fines de lucro, tiene por objetivo mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas del norte del país creando fuentes de trabajo a través de la comercialización de sus artesanías.

En la actualidad, viven en Argentina casi 400.000 integrantes de comunidades indígenas, es decir, cerca de uno por ciento de la población total.

"Una artesanía no es lo mismo que cualquier producto que uno compra en una tienda o en un supermercado, (sino que) tiene detrás todo un valor simbólico, que expresa años de cultura, de sabiduría y de formas de ser de las comunidades", dijo a IPS Dolores Bulit, voluntaria de Silataj.

La dimensión cultural de la iniciativa es especialmente atendida. "La promoción de la cultura aborigen y el rescate de sus valores" figuran expresamente en las metas de la organización.
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"Trabajamos en la actualidad con 28 comunidades, pertenecientes a siete etnias diferentes: wichís, chorotes, chiriguanos chané, tobas, pilagás, collas y guaraníes", señaló a IPS Noel Ros, directora y cofundadora de Silataj.

"Cada comunidad se especializa en un tipo de artesanía, que tiene que ver con los materiales que tiene disponibles: en algunos lugares es la lana de oveja, en otros, la madera de árboles caídos de palo borracho y palo santo", puntualizó Bulit.

Tapices, tejidos, collares, pulseras, trabajos en madera y alfarería integran la gama de productos. Para su confección, además, Silataj alienta el empleo de técnicas ancestrales y de motivos, diseños y colores tradicionales de la región.

Miembros de la Fundación viajan cada dos o tres meses a los lugares de producción, ubicados en las septentrionales provincias de Salta, Formosa, Jujuy y Misiones. "Salvo en invierno, en que los caminos quedan cortados", explicó Ros.

"Son comunidades que están muy aisladas, alejadas de los grandes centros urbanos, de los caminos y de los mercados. Entonces, somos el nexo entre ellas y el consumidor de la ciudad de Buenos Aires o de otros puntos del país", graficó Bulit.

En el terreno, y en un contacto sin intermediarios, echan a andar los principios que caracterizan a la entidad. "Nos sentamos con cada artesano y acordamos con él el precio del producto", subrayó la directora de Silataj, quien de manera personal se encarga de la cuestión.

El desafío consiste luego en que ese precio convenido sea también aceptado al otro extremo de la cadena de comercialización. Es decir, en el local de venta al público, ubicado en el barrio residencial de Belgrano de la capital argentina.

Allí se sabe poco sobre los principios del comercio justo.

"En general, aquí no hay un consumidor responsable, que se preocupa por saber qué hay detrás, cómo se elabora cada producto, si hay explotación infantil, si las mujeres reciben el mismo pago que los hombres, si se daña el ambiente, si el precio que recibió el productor no es un precio de miseria", indicó Bulit.

"Hay más bien una cultura predominante de defender el bolsillo, de pagar un precio bajo a toda costa", completó.

Por tanto, a los compradores "tratamos de explicarles lo que es el trabajo, porque si la gente no entiende cómo se hace una yica (tipo de bolso), será muy difícil que la valore", apuntó Ros.

"Confeccionar una yica significa ir a buscar el chaguar (planta espinosa que crece en lugares áridos) a varios kilómetros de distancia, hacer el hilado, secarlo y teñirlo. No es sólo tejer la cartera", afirmó.

Con todo, el emprendimiento no ha dejado de crecer en sus 20 años de existencia.

Los ingresos generados con las ventas son destinados a cubrir los gastos y a ser reinvertidos en las comunidades en proyectos como reforestación de especies, construcción de pozos de agua, becas escolares para niños y jóvenes y capacitación de maestros.

Y, antes que eso, los recursos se destinan a la cobertura de las necesidades básicas de las comunidades.

Aún hoy Ros recuerda cuando una mujer wichí de la provincia de Salta le confió: "Desde que ustedes nos compran, nos acostumbramos a comer todos los días".

Precio justo, consumo responsable, uso sustentable del ambiente, apoyo técnico y financiero a los productores y respeto a la identidad cultural, constituyen las pautas internacionales básicas del comercio justo.

En el país, Silataj y otras 20 organizaciones dieron a luz hace dos años la Red Argentina de Comercio Justo, que nuclea a las entidades inscriptas en estos principios de economía solidaria.

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