El muro de seguridad que construye Israel alrededor de Cisjordania atraviesa el patio de la escuela secundaria palestina de Anata, al norte de Jerusalén. Ex combatientes israelíes y palestinos aprovecharon sus paredes para escribir mensajes de paz.
Durante mucho tiempo, el muro de concreto gris estaba adornado por grafitos palestinos, entre ellos dos ojos que lloraban lágrimas de sangre. Ahora, aparecen en él nuevos símbolos, entre ellos dos hombres que se extienden los brazos al tiempo que se desembarazan de sus armas.
El dibujo fue realizado por miembros de Combatientes para la Paz, organización no gubernamental integrada por 129 soldados retirados israelíes y ex combatientes palestinos que hoy descreen de la violencia como medio para solucionar el conflicto entre las dos naciones.
Esta asociación se presentó en público el lunes en esta escuela, luego de mantener reuniones en secreto durante un año durante el cual consideraron mecanismos para dejar atrás los enfrentamientos del pasado y abrazar el activismo pacifista.
Combatientes para la Paz se propone, además, poner fin a la ocupación israelí del territorio palestino de Cisjordania, anexado en la guerra de los Seis Días de 1967, que enfrentó a Israel con Egipto, Jordania y Siria.
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Entre sus miembros, la mayoría hombres, figuran ex presos palestinos y soldados de elite israelíes.
El inicio de sus actividades coincide con las primeras semanas de gobierno en Palestina del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), considerado terrorista por buena parte de Occidente. Hamas no reconoce la legitimidad el estado de Israel.
En este periodo cundieron especulaciones sobre el recrudecimiento de la intifada, levantamiento popular contra la ocupación israelí.
Los rumores se alimentaron con ataques de mortero contra asentamientos judíos desde el territorio palestino de Gaza, del que Israel se replegó el año pasado, y duras represalias militares israelíes.
El muro que Israel construye con el objetivo de minimizar los ataques se compone de concreto y cercas con cadenas. El tramo que separa Jerusalén de Cisjordania está prácticamente concluido.
La barrera de 694 kilómetros comenzó a construirse en 2002, a un costo de 2,25 millones de dólares por kilómetro, y tiene en numerosos tramos 50 metros de ancho entre muros y otras vallas de seguridad.
De cada lado, el muro tiene dos hileras de alambre de púas, y sólo del lado cisjordano, un foso para detener a los palestinos que pretendan inmolarse a bordo de coches-bomba dirigidos contra la muralla.
También hay a lo largo de la valla un sendero de patrullaje militar y una franja de tierra blanda para registrar huellas de calzado. El muro principal cuenta con sensores electrónicos conectados con salas de control. También se están construyendo atalayas e instalando cámaras de vídeo en áreas delicadas.
La Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya y la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indicaron que la fortificación es ilegal y que debe demolerse, así como compensarse a los palestinos afectados por su construcción.
A pesar del clima de violencia y desesperación que origina el muro y las incursiones militares israelíes en Cisjordania, Combatientes para la Paz está determinado a continuar con sus actividades.
"Estamos aquí, y no dejaremos que estas barreras nos detengan", dijo a IPS el soldado retirado israelí Avichay Sharon. "Esto es solo el comienzo."
El triunfo electoral de Hamas en enero "nos motivó aun más", pues dejó en evidencia "la importancia de la lucha no violenta en estos tiempos", dijo Sharon, a pocos pasos de un acto público al que asisten palestinos e israelíes frente a la escuela de Anata.
"Nuestro método es totalmente novedoso", aseguró, mientras se escuchaban discursos y canciones pacifistas.
Otras organizaciones trataron en el pasado de integrar a representantes de ambos bandos en pugna pero que, según Avichai Sharon, no conocían la batalla desde dentro.
Combatientes para la Paz intenta, además, demoler el mito de que Israel no tiene "socios" para construir la paz dentro de Palestina. Para Sharon, el mensaje que la organización envía a los dos gobiernos es: "Hemos dejado de jugar sus juegos violentos."
Este soldado retirado de 24 años pasó tres en el ejército, y se le ordenó en muchas ocasiones ingresar en hogares palestinos en medio de la noche. Mientras vistió el uniforme, fue sacudido por el sinsentido de la ocupación, afirmó.
Al mismo tiempo, el palestino Ryad Halees, de 26 años, veía cómo Israel azuzaba la ira y la frustración de su pueblo. Al ver "el primer soldado israelí dentro de mi casa, dentro de mi barrio, dentro de mi ciudad", Halees sintió que había llegado el momento de combatir.
Este joven se recuerda con 10 años de edad arrojando piedras a vehículos acorazados israelíes a punto de ingresar en la ciudad cisjordana de Hebrón, frecuente escenario de combates entre colonos judíos y residentes palestinos.
Una vez, soldados israelíes destrozaron los muebles de su casa cuando irrumpieron en ella para arrestar a su padre y su hermano.
En la primera intifada (1987-1993), el arma preferida de Halees era el cóctel Molotov. Sus ataques daban origen inevitablemente a represalias israelíes. Tras recibir un disparo en la pierna derecha, hace cuatro años, sufre dificultades para caminar.
Su manera de percibir el conflicto cambió de la noche al día hace un año, cuando vio en televisión un informe sobre soldados israelíes que se negaban a realizar operaciones militares en territorio palestino. Al apreciar el rostro pacífico de esos uniformados, pensó: "Hay otro camino mejor que la violencia."
Pero Combatientes para la Paz afrontará grandes dificultades "en ambas sociedades, donde muchos ven a la otra como enemiga" no sólo en lo político, sino también en lo personal, dijo a IPS Christiane Gerstetter, del Programa de Acompañamiento Ecuménico Palestino-Israelí, surgido en Alemania y dependiente del Consejo Mundial de Iglesias.
El hecho de que tanto el gobierno israelí como el palestino hayan asumido como política "combatir y no hablarse" no ayuda a Combatientes para la Paz a desarrollar sus planes, advirtió Gerstetter.
La organización aspira a que los dos gobiernos atiendan sus argumentos. Pero, en primera instancia, apuntará a estudiantes universitarios y cualquiera que quiera escucharlos.
Al finalizar el acto frente a la escuela de Anata, se materializan las dificultades que toda prédica no violenta debe afrontar en un contexto tan conflictivo como el palestino-israelí.
Cuando la pequeña muchedumbre se retiraba, agentes de la policía militar israelí se dejaron ver a lo lejos, desde donde vigilaban sus movimientos, como suele suceder cuando se celebran reuniones de tendencia izquierdista en territorio ocupado.
Algunos palestinos ajenos a la reunión comenzaron a arrojarle piedras a los uniformados, que, a su vez, amenazaron con disparar gases lacrimógenos.
Una vez más, el bando de la paz quedó atrapado entre los que pugnan por la violencia. (