La mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos considera que la seguridad interna y la imagen del país mejorarán si aumentan los montos destinados a la asistencia externa, afirma una nueva encuesta. Mientras, el gobierno considera interrumpir la ayuda a Palestina y el Congreso legislativo se apresta a recortar otros pedidos.
Según una encuesta realizada por la firma Zogby International, 83 por ciento de los ciudadanos entrevistados apoyan la asistencia humanitaria y al desarrollo a la vez que consideran que ésta se debe confiar a organizaciones independientes.
La publicación de la encuesta coincidió con la reunión anual de la entidad InterAction, el 10 de este mes en Washington, en la que participaron cientos de organizaciones humanitarias, activistas, funcionarios y ex funcionarios, como el ex presidente Bill Clinton (1993-2001) y Randall Tobias, el recién nombrado administrador de la gubernamental Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid).
InterAction es una coalición de 165 organizaciones no gubernamentales estadounidenses activas en países del Sur en desarrollo, la mitad de las cuales son financiadas por Usaid y el Departamento de Estado (cancillería).
La asistencia extranjera es un tema candente en Washington desde que la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice anunció en enero planes para revisar los programas vigentes. El debate giró en torno al monto y al destino de la asistencia, su efectividad y el creciente vínculo entre la ayuda humanitaria y militar.
Según la encuesta de Zogby casi nueve de cada 10 personas entrevistadas (87 por ciento) consideran que su país debe ofrecer asistencia ante emergencias como sequías, hambrunas, inundaciones y otros desastres naturales. Alrededor de 69 por ciento estiman que el gobierno debe contribuir a reducir la pobreza y a ampliar el acceso a la educación, entre otros objetivos humanitarios.
Una mayoría prefiere que el dinero sea distribuido por organizaciones sin fines de lucro con sede en Estados Unidos. Sólo 13 por ciento está de acuerdo con que se entreguen los recursos a empresas nacionales operando en los países beneficiarios.
Por un margen de más de cinco a uno, los encuestados consideraron que una asistencia efectiva podría mejorar la imagen de este país en el extranjero y la seguridad interna. Alrededor de 46 por ciento se manifestaron muy de acuerdo con esta afirmación.
Estos resultados pueden ser particularmente relevantes a la luz del anuncio de Rice sobre una iniciativa de "diplomacia transformadora" que vincularía aún más la asistencia monetaria con la seguridad interna de Estados Unidos, la democracia y el desarrollo de los países beneficiarios.
La canciller sostuvo que la reestructura de la asistencia formará parte de la iniciativa de destinar más diplomáticos a los países pobres y las zonas de crisis, enseñar más idiomas hablados en los países en desarrollo y asegurar una evolución del Departamento de Estado para afrontar amenazas a la seguridad en el mundo de la posguerra fría.
Pero esta agenda despierta preocupaciones de activistas pues la ayuda obedecerá, más que nunca, a las prioridades políticas y militares y no a las necesidades de combatir la pobreza y el hambre.
Las últimas estadísticas de Usaid justifican estas preocupaciones, pues exponen los fuertes vínculos entre la asistencia al desarrollo y el despliegue militar estadounidense en muchas partes del mundo, especialmente después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington.
El año pasado la asistencia al desarrollo alcanzó su punto máximo con 27.500 millones de dólares, muy superior a los 19.700 millones de dólares de 2004 y a los 11.400 millones de dólares gastados en 2001, según Usaid.
Sin embargo, los aumentos se concentraron en unos pocos países, como Iraq, donde la ayuda se triplicó a más de 10.000 millones de dólares, y Afganistán, donde casi se duplicó a 1.500 millones de dólares, dos naciones ocupadas militarmente por Estados Unidos.
Mientras, la asistencia al resto del mundo permaneció igual, exceptuando la dirigida a África, que aumentó en unos 500 millones de dólares.
En febrero, el gobierno de George W. Bush pidió al Congreso legislativo 23.700 millones de dólares para el presupuesto de asistencia internacional 2007, un aumento de 14,25 por ciento respecto del año fiscal 2006, que terminará en septiembre. Esto no incluye las partidas suplementarias. Pero en total equivale a lo que Washington gasta en menos de cinco meses sólo en Iraq.
Para complicar más el panorama, los legisladores, que se enfrentan a un presupuesto reducido y a un déficit creciente, hicieron saber su intención de rechazar la solicitud del gobierno, mencionando planes para recortar 56.000 millones de dólares en programas nacionales de educación, agricultura, ciencia y atención a la salud durante los próximos cinco años.
El gobierno de Bush planifica otros recortes en su asistencia. El 7 de este mes, el Poder Ejecutivo anunció que disminuiría o congelaría los 306 millones de dólares de fondos destinados a la Autoridad Nacional Palestina en protesta por la victoria del (Movimiento de Resistencia Islámica) Hamas en las elecciones del 25 de enero.
"Como principales interesados en la asistencia internacional brindada por Estados Unidos, nos preocupa enormemente que los intereses de los más pobres del mundo sigan siendo primordiales en el proceso de planificación", declaró el presidente y director de InterAction, Mohammad Akhter.
La coalición InterAction respaldó un aumento de 5.000 millones de dólares para 2007 por encima del monto aprobado en 2006. Esos recursos se destinarán a programas de asistencia humanitaria como supervivencia y salud infantil, asistencia al desarrollo, ayuda por desastres naturales y refugiados y a organizaciones internacionales.
Empero, un creciente número de expertos piden que se reconsidere la utilidad de este tipo de asistencia, argumentando que el incremento de fondos no siempre es la mejor respuesta a la pobreza global y al hambre, como sostienen muchas organizaciones no gubernamentales.
Lo que se necesita es una evaluación independiente y no necesariamente más fondos, indicó a fines del mes pasado un ex funcionario del Banco Mundial, William Easterly, actualmente profesor en la Universidad de Nueva York.
Después de cinco décadas en que la asistencia internacional se llevó miles de millones de dólares a las ex colonias occidentales, cientos de miles de niños siguen muriendo, aun en países como Ghana, exhibidos como historias de éxito, dijo Easterly.