El noveno Plan Malasia, un proyecto quinquenal de desarrollo elaborado por el gobierno, intentará beneficiar a los pobres de las áreas rurales, mayoritariamente de la etnia malaya, olvidados durante casi tres décadas.
Durante el régimen del ex primer ministro Mahathir Mohamad (1981-2003), el objetivo fue ponerse a tono con los éxitos de Corea del Sur y Japón. En el proceso, se produjo un auge de los centros urbanos y nació un nuevo rico, pero los pobres de las zonas rurales fueron olvidados. Sus ingresos cayeron y la brecha social dentro de la mayoría malaya se amplió.
A fines de marzo, el primer ministro Abdullah Badawi presentó el noveno Plan Malasia, un proyecto quinquenal de 54 millones de dólares que intenta revertir la tendencia y poner más alimentos sobre la mesa de los pobres y más dinero en sus bolsillos. Se aspira a impulsar la economía, eliminar la pobreza y mejorar la calidad de vida y la gobernanza.
"El gobierno cree fuertemente en la erradicación de la pobreza, generando un crecimiento más equilibrado y asegurándose de que los beneficios sean disfrutados por el pueblo malasio de manera justa", dijo Abdullah al presentar el plan en el parlamento.
Los cambios no podrían aparecer en un momento más oportuno, porque la creciente brecha entre ricos y pobres es percibida como resultado de un costoso ejercicio de ingeniería social establecido, irónicamente, para favorecer a la comunidad bumiputera (hijos del suelo, la etnia malaya aborigen).
Malasia tiene la mayor disparidad de ingresos de Asia sudoriental, según el Informe de Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para 2004. El 10 por ciento más rico de Malasia gana 22 veces más que el 10 por ciento más pobre.
Para algunos críticos de Abdullah, se trata de un paso atrás. Pero para muchos expertos económicos y sociales, el viraje hacia un desarrollo más equilibrado, enfatizando en el bienestar de las personas pobres, es bienvenido.
"El noveno Plan Malasia es un quiebre respecto de los errores del pasado. Los beneficios para pocos afortunados serán reemplazados con un cambio estructural y la igualdad de oportunidades basada en el mérito y en la necesidad", escribió Khairy Jamaluddin, un banquero e influyente líder del gobernante partido de la Organización Nacional Malaya Unida.
"Si había alguna duda de que el primer ministro daría su aprobación al documento económico más fértil de los próximos cinco años, ésta fue enfáticamente eliminada en el parlamento en la tarde del viernes", señaló en un comentario publicado el 1 de abril en el periódico News Straits Times.
"En vez de quedar preso de pensamientos y estrategias anticuadas de la burocracia económica, Abdullah Badawi utilizó el noveno Plan Malasia para darle dientes a sus reformas", dijo.
"En vez de depender de manera desproporcionada de las exportaciones de bienes electrónicos para impulsar la economía, tuvo la osadía de fortalecer a varios sectores, incluso a los que algunos desestiman como industrias decadentes, y asegurarse de que el crecimiento tenga una base más amplia y robusta", escribió Khairy.
"Su convicción en una revolución agrícola está más allá de las palabras. La asignación presupuestal para la agropecuaria y la agroindustria es 70 por ciento mayor que en el último plan", afirmó.
El plan aspira a erradicar totalmente la pobreza extrema en Malasia, abordando la situación crítica de unos 300.000 ciudadanos o 1,2 por ciento de la población de 26 millones, que sobreviven con menos de 100 dólares por mes.
Una idea clave del paquete es combatir la disparidad de ingresos, así como promover la transparencia y la responsabilidad para atraer a los inversores extranjeros. El plan busca reducir a la mitad la pobreza total, dejándola en 2,8 por ciento para 2010.
Los planes quinquenales fueron herramientas importantes para la ingeniería social y para reestructurar la economía post-colonial, con el objetivo de reducir la dependencia del caucho y la hojalata y diversificarse hacia las manufacturas y el comercio.
El primer plan quinquenal fue lanzado en las postrimerías de los disturbios raciales de 1962 entre los malayos, políticamente dominantes pero económicamente atrasados, y la minoría china, económicamente poderosa.
La agricultura se expandirá cinco por ciento al año, dado que el gobierno quiere promover una actividad comercial a gran escala con un presupuesto de 3.000 millones de dólares.
Alrededor de 40 por ciento de los malasios vive en áreas rurales. Abdullah dijo que el énfasis en la agricultura elevaría los ingresos rurales, reduciría la desigualdad y erradicaría la pobreza.
Sin embargo, es probable que continuar dando ventajas a los malayos eleve el descontento de la minoría china, y también entre los indios que esperaban de Abdullah algunas medidas específicas.
"No hubo ninguna", dijo S. Arulchelvam, un representante prominente de la comunidad de origen indio y secretario general del Partido Socialista de Malasia.
Una política de acción afirmativa a favor de los malayos lanzada en 1971 se propuso entregarles 30 por ciento de la riqueza corporativa, pero luego de 35 años, su acceso a las corporaciones está estancado en 19 por ciento, mientras que el de los indios se redujo de 1,5 a 1,2 por ciento. La comunidad china pasó a controlar aproximadamente 40 por ciento de las acciones corporativas.
Lo que es peor, la pobreza entre los malayos todavía afectaba a 8,3 por ciento en 2004, seguidos por los indios, con 2,9 por ciento, y los chinos, con 0,6 por ciento.
Los malayos constituyen 60 por ciento de la población de Malasia, seguidos por los chinos, que son alrededor de 26 por ciento. Los indios y las tribus indígenas conforman el resto.
La solución gubernamental habitual, dar más ventajas a los malayos, fue condenada por Anwar Ibrahim, prestigioso líder opositor para quien esa política no es sólo obsoleta y corrupta, sino que también beneficia a unos pocos de la etnia con buenos contactos a expensas de la gran mayoría de malayos, chinos e indios pobres.
"Esto genera mediocridad. Debilitará la base económica de nuestro tejido (social). Es tiempo de abandonar estas políticas basadas en la raza y lanzar una nueva agenda económica que dé asistencia a todos los pobres, sin importar su raza", dijo Anwar a IPS. "Abdullah prometió un gobierno limpio, eficiente y transparente. Hasta ahora, fue todo palabras y poca acción". (