Analistas celebraron la detención del ex hombre fuerte de Liberia, Charles Taylor, como un golpe a la impunidad y a los crímenes de guerra, pero criticaron el papel de Estados Unidos en el caso.
Taylor, ex "señor de la guerra" y ex presidente de Liberia entre 1997 y 2003, se presentará ahora ante un tribunal internacional auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tres años después de recibir 17 acusaciones de crímenes de guerra y contra la humanidad, por su papel en masacres en ese país de África occidental.
Observadores afirman que la detención de Taylor podría contribuir a la paz y estabilidad de Liberia, azotada por más de dos décadas de guerra civil.
Sin embargo, otros lamentaron la forma en que se produjo el arresto, denunciando que Washington intimidó al gobierno de la nueva presidenta Ellen Johnson-Sirleaf para que presionara a Nigeria, país que había acogido a Taylor, con el fin de obtener su extradición.
Esos críticos también dijeron que Washington puso de rehén al pueblo de Liberia al amenazar con suspender la ayuda económica a ese país si Johnson-Sirleaf no accedía.
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La presidenta, en el poder desde enero, estaba decidida a llevar a Taylor a la justicia, pero luego de encarar otros problemas más acuciantes para el país, como los moribundos servicios públicos, el desempleo de 85 por ciento y la epidemia del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Presionarla para que resolviera el caso Taylor antes de dedicarse a los otros asuntos pudo haber acabado con la frágil paz del país, señalaron.
Taylor pasó casi tres años exiliado en Nigeria y se convirtió en el fugitivo internacional de más alto perfil el lunes por la noche, cuando desapareció de su mansión. Autoridades nigerianas dijeron que guardias fronterizos lo detuvieron en la noche del martes cuando pretendía huir a Camerún.
El ex presidente fue repatriado el miércoles y luego trasladado al Tribunal Especial para Sierra Leona, en Freetown, según fuentes de la ONU.
"El muro de la impunidad ha sido borrado", dijo David Crane quien, como fiscal general del tribunal, redactó la acusación contra Taylor en 2003.
Crane, ahora profesor de derecho en la Universidad de Syracuse, en el noreste de Estados Unidos, descartó que la extradición de Taylor pudiera socavar la capacidad del exilio como incentivo para que dictadores renuncien al poder.
Taylor aceptó abandonar Liberia en 2003 tras recibir una oferta de refugio seguro en Nigeria. Pero, desde que fue acusado de crímenes de guerra, el presidente nigeriano Olusegun Obasanjo quedó obligado por el derecho internacional a entregarlo, sostuvo Crane.
Otros indicaron que la detención de Taylor evitó una nueva crisis en Liberia, pues el ex presidente habría realizado esfuerzos para desestabilizar el país, desacreditar a Johnson-Sirleaf y establecer una nueva base de operaciones.
Taylor mantenía un pequeño ejército de combatientes en Liberia y simpatizantes en oficinas públicas clave, incluyendo a su esposa, quien es legisladora.
El ex mandatario y algunos de esos partidarios admitieron haber estado en contacto frecuente. Por tanto, Taylor mantenía una influencia en la política liberiana aun desde el exilio, señaló Suliman Baldo, director del programa para África del no gubernamental Grupo Internacional de Crisis.
Con su "encierro, su capacidad de manipular y agitar se verá drásticamente reducida", dijo Baldo.
Sin embargo, analistas subrayaron que la extradición se logró gracias a una injustificada y perjudicial presión de Washington sobre Monrovia.
"Claramente, se usó un martillo sobre el gobierno liberiano", dijo Emira Woods, codirectora del programa Enfoque en Política Exterior del Instituto de Estudios Políticos, centro académico con sede en Washington.
"Hubo un claro vínculo entre la asistencia al desarrollo para el pueblo de Liberia y la extradición", señaló.
Analistas políticos y de la prensa señalaron que la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, estaba resuelta a arrestar a Taylor, y algunos legisladores también lo tenían entre ceja y ceja.
La impaciencia estadounidense parece motivada en parte por un gran malestar ante su mala reputación internacional, pero también por las denuncias de que habría otorgado refugio a integrantes de la red terrorista Al Qaeda, a la que Washington acusa de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Pero, sobre todo, el gobierno de George W. Bush deseaba ver a un criminal de guerra llevado a un tribunal que no fuera la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, a la que se opone firmemente, dijo Ayesha Kajee, del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales, al diario Christian Science Monitor.
Ante la lentitud de Obasanjo, y sobre todo después de que Taylor desapareció el lunes, el gobierno de Bush presionó con dureza a Abuja, incluso amenazando con cancelar la largamente esperada visita del presidente nigeriano a Washington.
La extradición de Taylor abrió el camino para el viaje de Obasanjo, que finalmente se produjo el miércoles, y el presidente nigeriano pudo esquivar así una bala política que lo pudo haber herido seriamente en medio de una gran oposición interna a sus planes de reformar la Constitución para permanecer un tercer período en el gobierno.
Obasanjo además necesita el apoyo de Washington para combatir un movimiento insurgente que ha bloqueado un cuarto de la producción petrolera en la región del delta del Níger, importante proveedora de Estados Unidos.
Por su parte, Johnson-Sirleaf, la muy celebrada primera presidenta de Liberia, parece no haber resultado tan afortunada con el arresto de Taylor.
Su gobierno ganó las elecciones de noviembre sobre la base de promesas de mejorar la economía, los servicios de salud y la educación antes de ir por el ex mandatario fugitivo.
Al poner a Taylor al tope de la lista, Washington no le dio tiempo a Johnson-Sirleaf para mostrar su intención de cumplir sus promesas de campaña.
En vez de permitir al nuevo gobierno liberiano resolver sus problemas y consolidar la paz en sus términos, "la administración Bush, como un toro en un bazar de porcelanas, le dijo: 'Haz esto y hazlo según nuestros tiempos'", dijo Woods.
Sin embargo, Bush aseguró a Obasanjo el miércoles, ante periodistas en la Casa Blanca, que "el hecho de que Charles Taylor sea llevado a la justicia ayudará a Liberia".