En la prensa mundial predominan la alarma sobre el desarrollo de una guerra civil en Iraq. Pero los iraquíes hacen oídos sordos. Muchos sienten que no es apropiado emplear ese término para describir el conflicto interno que azota al país.
Tras el atentado con bomba en la Mezquita Dorada o Al-Askariya, principal templo chiita de la ciudad de Samarra, el 22 de febrero, la Asociación de Eruditos Musulmanes y representantes de grupos chiitas liderados por Muqtada al-Sadr y el jeque Jawad al-Khalisi se reunieron en Bagdad para negociar una respuesta.
De la deliberación en la mezquita de Abu Hanifa, en el barrio de Adhamiya, surgió un plan de 10 puntos para responder a la violencia y construir un futuro para Iraq. Ese plan está hoy en proceso de implementación, con variado éxito.
Uno de los propósitos fundamentales del plan es "condenar a las organizaciones de prensa que intentaron hacer que este problema entre sunitas y chiitas creciera más y más, y tenemos todo el derecho de llevarlos a juicio en el futuro".
En la reunión, los líderes chiitas tomaron decisiones simples, como mecanismos para condenar el atentado en Samarra, todos los que ocurrieran luego contra mezquitas sunitas y todas las operaciones terroristas.
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Fue significativo que representantes chiitas fueran invitados al templo de Abu Hanifa, famoso sitio sunita en Bagdad y blanco recurrente de operaciones contrainsurgentes.
"Los invitamos para ver qué podemos hacer para poner fin a este problema y parar la matanza entre iraquíes", dijo el dirigente sunita Salam al-Kubaisi.
La reunión fue convocada "también para detener los ataques contra mezquitas sunitas y terminar con el derramamiento de sangre iraquí", agregó. "Esta sangre es muy cara para nosotros y en un futuro podremos reconstruir todo, excepto la vida humana", agregó.
Los líderes acordaron compensar a todos los damnificados por la violencia sectaria tras el atentado de Samarra.
Los representantes chiitas que acudieron a la mezquita de Abu Hanifa aseguraron que sus congregaciones y organizaciones de feligreses no estaban involucradas directamente en la violencia.
"Acusamos a las fuerzas de ocupación y al sectario gobierno iraquí", dijo a IPS el jeque Majid al-Saadi, un chiita que representa a Al-Khalisi. Muchos de los partidos iraquíes, particularmente los grupos sunitas, y el nacionalista Muqtada al-Sadr, piensan lo mismo.
Los grupos ubicaron dos declaraciones finales en su acuerdo para señalar el rol de la ocupación en la ola de violencia.
Su declaración acusó a la ocupación de "responsabilidad por todo lo que ha ocurrido en Iraq: sectarismo, terrorismo y otros problemas", y demandó que las fuerzas de ocupación "abandonen Iraq tan rápido como sea posible y regresen a casa".
El acuerdo finalmente urgió al pueblo iraquí a vivir unido y en paz y a desafiar lo que llama el deseo de la ocupación de insuflar sectarismo y crear una guerra civil.
"Les pedimos a los iraquíes que no cooperen con los planes de la ocupación, porque su propósito es hacer una guerra civil en Iraq. Segundo, como líderes musulmanes, queremos mostrarle a todo el mundo que estamos en contra de estos ataques que ocurren desde el atentado de Samarra", dijo Salam al-Kubaisi.
Muchos iraquíes del llano parecen apoyar los resultados de la reunión de Abu Hanifa.
"Desde el primer día de la ocupación, el gobierno de Estados Unidos mantuvo reuniones sólo con chiitas y kurdos en Londres. Esos grupos hicieron un acuerdo sin los sunitas. Así comenzó el problema", dijo a IPS Mohammed Kareem, un guardia de seguridad de 37 años.
Los responsables del ataque de Samarra todavía tienen que ser localizados, pero abundan los nombres de sospechosos. Estados Unidos y el actual consejo de gobierno iraquí aseguran que la organización terrorista Al Qaeda, del saudita Osama bin Laden, estuvo involucrada.
Pero no todos apuntan hacia Al Qaeda. Después del atentado se supo que el Ministerio de Seguridad Nacional de Iraq había recibido informes según los cuales los templos chiitas eran blanco potencial de ataques terroristas.
La semana pasada, el sunita independiente Mithal al-Alusi llamó a "establecer de inmediato un comité político-judicial a cargo de verificar estos informes".
Fue el amplio fracaso en investigar los ataques que siguieron a la explosión en Samarra lo que condujo a los medios de todo el mundo a declarar que Iraq está al borde de una guerra civil.
Algunos partidos pueden tener sus propias razones para proyectar una guerra civil en Iraq. "Líderes chiitas iraquíes, especialmente aquellos que vinieron de Irán luego de la guerra, quieren dividir Iraq y quedarse con la parte meridional", dijo Kareem.
"Los kurdos también quieren esto; su propósito es quedarse con el norte", agregó. "También, el gobierno iraní quiere esto y apoya la guerra civil en Iraq más que cualquiera. Necesita que las tropas de Estados Unidos estén ocupadas en Iraq para que dejen a Irán tranquilo, porque espera que Estados Unidos lo invada después."
La intensa violencia se concentró en unas pocas provincias, y especialmente en la ciudad de Bagdad.
"La policía iraquí forzó a los sunitas del desierto de Nahrawan a abandonar sus hogares y ahora estas familias viven en el campo", dijo un hombre que se identificó sólo como Hussein. "Eso es injusticia, y ahora estamos seguros de que el gobierno iraquí está cooperando con las milicias chiitas y las fuerzas de ocupación en contra de los sunitas".
Los jeques, opuestos a la ocupación, han expresado puntos de vista comunes con los iraquíes, que se sienten abandonados por el nuevo gobierno de Iraq y por las promesas hechas por la ocupación de Estados Unidos.
"El gobierno iraquí se protege solamente a sí mismo y no le importa el pueblo iraquí", dijo Al-Saadi.