BIODIVERIDAD: Una red contra la biopiratería

Dos patentes otorgadas y una solicitada en Estados Unidos entre 2000 y 2002 convirtieron a la maca, una planta andina de uso indígena en Perú, en palanca de una nueva batalla contra la biopiratería, la construcción de una red internacional contra la apropiación ilegítima de conocimientos tradicionales.

Uno de los productos patentados se destina a elevar los niveles de testosterona. Las empresas que los registraron "no inventaron nada", aprovecharon el conocimiento indígena y campesino del vegetal llamado "viagra natural", dijo a IPS la abogada Isabel Lapeña, de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental.

El hecho generó un movimiento de reacción, la creación de un Grupo de Trabajo de varios sectores, incluyendo a campesinos y científicos, para analizar patentes registradas en Estados Unidos y Europa relacionadas con la maca, y buscar formas de impugnarlas.

Hace dos años surgió en consecuencia una Comisión Nacional para la Protección de la Biodiversidad y los "conocimientos colectivos de los pueblos indígenas". Los activistas peruanos buscan ahora replicar su experiencia, estimulando la creación de movimientos similares en otros países, a través de la Iniciativa para la Prevención de la Biopiratería.

La Iniciativa, andino-amazónica al inicio pero que pretende ampliarse, ya cuenta con instituciones asociadas en Brasil, Colombia, Ecuador y Venezuela. La idea es combatir todos esos fraudes, pero es útil contar con casos de gran repercusión como fueron la maca en Perú y el cupuaçú en Brasil, dijo Lapeña.

El cupuaçú es un fruto amazónico de la familia del cacao, con el que se elaboran golosinas, jugos y muchos otros productos ya exportados. Hace algunos años, una empresa japonesa registró su nombre como marca. Una campaña y una acción judicial lograron anular el registro.

Pero ahora, la misma organización no gubernamental Amazonlink del estado brasileño amazónico Acre que encabezó la campaña "el cupuaçú es nuestro", se preocupa por otra acción de biopiratería.

La secreción del sapo kambó (o kambú), conocida como "vacuna del sapo", tiene solicitud de patente presentada por varias empresas, universidades e investigadores estadounidenses, entre los cuales se encuentra la firma ZymoGenetics, según la organización no gubernamental.

La secreción del sapo es usada tradicionalmente por varios pueblos indígenas para muchos males. En ella, las empresas descubrieron nuevos péptidos (un tipo de moléculas) analgésicos y activos contra la isquemia, informó Michael Schmidlehner, presidente de Amazonlink.

"No queremos anular las patentes", incluso porque los péptidos ya son producidos químicamente, pero es un caso que sirve de ejemplo sobre los principios del Convenio sobre Diversidad Biológica que destacan la necesidad de "consentimiento previo informado" para usar los conocimientos tradicionales y de reparto de beneficios entre quienes poseen esos conocimientos, destacó.

Lo que se practica en casos así "es un robo", calificó Manoel Roque de Souza, más conocido como Roque Yawanawá, nombre de su pueblo de Acre y uno de los que hacen uso medicinal y ritual de "la leche del sapo verde", de la misma forma que otros indígenas brasileños y peruanos, como los katukina, los ashaninka y kaxinawá.

La biopiratería del sapo kambó llevó a los líderes yawanawá a buscar a Amazonlink para orientar sus acciones. Surgió entonces el proyecto Aldeas Vigilantes, de información y capacitación de las comunidades indígenas para la prevención de este tipo de acciones.

La Iniciativa para Prevención de la Biopiratería busca ampliar la red de organizaciones dedicadas al tema, estimular investigaciones, diseminar informaciones e incluso incidir en las instituciones que tratan asuntos relacionados con patentes, como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, informó la peruana Lapeña.

En las solicitudes de patentes presentadas en Brasil, gran parte no indica siquiera el origen del material genético en que se basó el producto desarrollado a partir de vegetales, señaló Henry Novion, del no gubernamental Instituto Socioambiental.

La octava Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP-8), que tiene lugar en la ciudad brasileña de Curitiba del 20 al 31 de marzo, trata varios asuntos relacionados con esa cuestión. Su punto más polémico se refiere al acceso a los recursos genéticos y el reparto de sus beneficios, en el que tienen interés principalmente los países megadiversos (de gran diversidad biológica), los indígenas y comunidades locales.

La propuesta es que en el ámbito del Convenio se apruebe un régimen internacional que regule esas cuestiones, estableciendo mecanismos para que los poseedores de conocimientos tradicionales tengan una "justa participación" en los beneficios, monetarios o no.

Otro punto de interés para indígenas y comunidades locales se refiere a la protección de los "conocimientos, prácticas e innovaciones" de esos grupos, como factor de conservación y uso sustentable de la biodiversidad, según el compromiso asumido por los países signatarios del Convenio. Hasta ahora pocos Estados adoptaron programas y acciones con este fin.

El Convenio sobre la Diversidad Biológica es visto por muchos ambientalistas como un instrumento para contraponerse a la OMC en la cuestión de las patentes. "Hay un desequilibrio, en la OMC no se consideran los derechos del conocimiento tradicional", concluyó Lapeña.

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