AMBIENTE: Conjugando clima, biodiversidad y desertificación

Articular los tres tratados mundiales sobre cuestiones ambientales en iniciativas que generen sinergia es la idea que ganó fuerza en la octava Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP-8) que termina este viernes en esta meridional ciudad brasileña.

Los secretarios ejecutivos Ahmed Djoghlaf, del Convenio sobre la Diversidad Biológica, y Hama Arba Diallo, de la Convención de Lucha contra la Desertificación, anunciaron el jueves la intención de ampliar los programas conjuntos y extender las iniciativas integradas a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

"Queremos sinergia entre las tres hijas de la Río 92", subrayó la ministra brasileña de Ambiente, Marina Silva, refiriéndose al hecho de que todas esas convenciones globales nacieron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en 1992 en Río de Janeiro.

"Evitar la pérdida de biodiversidad es prevenir la desertificación, los problemas están vinculados" y su solución equivale también a combatir males sociales, como la pobreza y el hambre, dijo la ministra al participar de un panel especial para la prensa sobre esa articulación entre las tres instancias.

Djoghlaf anunció que una de las decisiones a ser ratificadas este viernes es su propuesta de establecer metas a cumplir en 2010 a favor de la biodiversidad de tierras áridas y subhúmedas (con sequías de cuatro a seis meses por año), dando respuesta a objetivos comunes. Y recordó que este es el Año Internacional de los Desiertos y la Desertificación.

Los cambios climáticos constituyen el tercer mayor factor de pérdida de biodiversidad, destacó, afirmando que el "sueño de integrar las tres convenciones" puede hacerse realidad en la COP-9 del Convenio dentro de dos años, en Alemania.

Por otro lado, el clima está detrás de la expansión de las áreas desérticas en el mundo, y conservar biodiversidad es una forma de frenar ese proceso. Todo justifica el trabajo conjunto, concluyó.

Brasil es un país clave para poner en práctica la convención sobre desertificación, "si no lo hace él, nadie lo hará", y de ello depende la "solución para la pobreza y la seguridad alimentaria" en el mundo, declaró Diallo. Programas conjuntos con otros tratados son "un importante paso adelante", cuando ya hay experiencia acumulada y replicable para evitar la degradación de la tierra, dijo.

"Son procesos separados, incluso en los ministerios del ambiente hay sectores distintos para tratar de cada convención y que no dialogan", criticó Rubens Born, director del instituto Vitae Civilis, experto de las organizaciones no gubernamentales brasileñas en las negociaciones del área de cambio climático.

Las personas, comunidades o empresas que de hecho aplican las medidas recomendadas por las convenciones, no separan esas dimensiones. Por eso, un grupo de organizaciones no gubernamentales de todo Brasil se juntaron para identificar iniciativas que respondieran a objetivos tanto en biodiversidad como en clima, en un intento por traer a la "realidad de la tierra" las discusiones internacionales, dijo Born a IPS.

Pero en pocos casos ese acercamiento de las instancias creadas en 1992 ya ocurre en la práctica.

El Fondo Nacional del Ambiente de Perú (Fonam), que promueve inversiones públicas y privadas, desarrolla un proyecto que busca identificar oportunidades para invertir en la promoción de actividades forestales de captura de carbono con el fin de reducir gases que recalientan la atmósfera, pero también orientadas a recuperar tierras degradadas y a contener la desertificación.

El proceso de desertificación puede alcanzar un tercio del territorio peruano, compuesto de tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas, según el Fonam.

En Brasil, el Plan de Acción Nacional contra la desertificación, aprobado en 2004 en un proceso participativo, ya tiene en marcha varias acciones dirigidas especialmente a las llagas sociales, informó Joao Bosco Senra, secretario de Recursos Hídricos del Ministerio de Ambiente.

Senra mencionó el programa Hambre Cero, un conjunto de una treintena de acciones como el fomento de la producción agrícola familiar, la "Beca-familia" que ayuda financieramente a grupos muy pobres y la construcción de cisternas que recogen agua de la lluvia para beber y para usos caseros, con la meta de alcanzar un millón de ellas en los próximos años.

Esas acciones reducen la pobreza, aliviando la presión destructiva sobre el ambiente, aumentando la capacitación de las comunidades locales y en consecuencia evitando la migración, que es un factor social y ambiental negativo, explicó Senra.

La migración, interna o internacional, es un gran subproducto de la desertificación y degradación de la tierra, lo que genera los conflictos actuales en Europa, y el crecimiento explosivo y contaminante de las metrópolis en el mundo en desarrollo, acotó. Por esas razones, México considera que 25 por ciento de su producto interno bruto es afectado por la desertificación y sus consecuencias, señaló.

En Brasil debe ejecutarse este año un programa que aprovechará la sinergia entre las tres convenciones, con financiación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, administrado por el Banco Mundial. Su objetivo es identificar proyectos que atiendan a los objetivos en biodiversidad, clima y desertificación, para priorizar su operación.

Como el mayor riesgo de desertificación afecta a los ecosistemas del semiárido brasileño, la llamada Caatinga y el Cerrado, conjunto de sabanas que ocupan el centro de Brasil en general subhúmedas, allí se concentrarán los proyectos beneficiados por ese criterio.

Se trata de biomas (ecosistemas sobre grandes extensiones de superficie del planeta) poco cuidados y que concentran la pobreza, concluyó Senra.

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